La estrella que no pudimos apagar

Capítulo 3 | Bodas y funerales

Me bajo del auto que renté, pero que tuvo que conducir Clover —no, no sé conducir. Y contesto algunos mensajes de mi hermana, quién me dice que recibió la invitación de Sophie, y que vendrá en unos días. También me dice que tiene algo que contarme; ¿Qué tramará Cecile? Da igual, porque por unos segundos se nos va el ojo viendo la “casa” en la que Sophie vive con Anker. La feliz pareja tiene su propio imperio, me gusta ver lo mucho que han conseguido.

De no ser porque conozco la importancia de la ceremonia para mi amiga… quizás jamás pensaría en volver a verle a él.

—Tremenda “casita”, ¿No? —susurra Clover entre risas.

—Impactada…

—Soy esa cada vez que vengo.

Nos reímos, ignorando quizás el momento qué más nos aterra: cuando tengamos que venir a la boda como tal y sea necesario vernos a la cara todos.

Bodas y funerales, siempre causando emociones extrañas. 

Me centro en la casa. Es grande, tiene forma de media luna, llena de ventanas grandes color rojas, siendo ese él único color disonante del blanco de las paredes. Rodeada de jardínes de flores rojas y amarillas. Por la forma en la que la estructura está hecha sé que por dentro deben tener unas hermosas vistas. 

Anker en serio se dedicó a darle el hogar que Sophie tanto anheló. Siempre recalcamos que Sophie lo amó desde antes de conocerlo, pero Anker la ha amado con todo amor posible desde la conoció; y eso es igual de sorprendente. 

—A Anker se le pasó un poquito la mano —digo también riendo.

—Esta casa es Sophie por todos lados —me dice —, es el regalo de Anker a Sophie por su compromiso. Es la casa soñada de ella. Ella la diseñó.

La miramos.

—La verdad es que a uno lo han querido es nada —me burlo. 

—Nada de nada —susurra Clover cuando comienza a ver los autos que tiene Anker —¿Crees que lo tenga pequeño? 

—¿Qué? —no puedo dejar de reír.

—Algo debe tener. Esta casa, este jardín, esos autos, las empresas… Debe cubrir alguna inseguridad.

—Por las cosas que Sophie nos cuenta, no creo que sea… esa en dado caso.

Entre risas entramos a la casa, y nos reciben una gran foto de una rubia nadando en el mar, con un vestido pegado a su cuerpo. Y nos embelezamos, para finalmente ver que tiene el nombre de Anker debajo; él tomó la foto, la rubia es Sophie.

—Te digo, es nada que a uno lo han querido.

—Debe tenerla pequeña. 

No puedo dejar de reír. Y eso alerta a los dueños de la casa al parecer, porque escucho pisadas rápidas.

—¡Chicas! —viene, desde la sala de estar, corriendo una Sophie en tacones, con su pelo desmarañado y una sonrisa de oreja a oreja. Se acomoda el vestido rápidamente y vemos como Anker sale detrás… Cerrándose el cierre del pantalón. Interrumpimos algo.

—Mira esa sonrisa, Clover. No lo creo —susurro.

—Llegaron antes —viene y nos recibe con un abrazo.

—Clover conduce como si tuviera nueve vidas y seguro de vida gratuito.

—Por eso a Sophie le enseñó a conducir Bastian, no Clover. No puedo quedar viudo antes de la boda —entra en la conversación el futuro esposo de la rubia —. Buenas tardes, chicas.

—Hola, Anker —lo saludo —, tiempo de no verlo.

Sigue siendo el mismo hombre que dejé de ver antes de irme. Alto, piel pálida, ojos azules y cabello oscuro y recortado. Se ve exactamente igual. Y por la forma en la que Sophie lo mira, siento que ahora a ella le gusta aún más, si eso es posible.

—Desde cuando desfilaron siendo adolescentes aún. Has cambiado muchísimo. 

—Ha pasado bastante tiempo desde eso. Pero tú sigues igual, aunque te ves menos… mucho más amigable.

—Nada que negar. Hombre enamorado, hombre reformado. Sophie me domó. ¿Qué puedo decir?  Soy un pancake en comparación al Anker que era.

—Es lo que hace el amor —le digo y Sophie lo abraza y sonríe —, por cierto, gracias por ofrecerme quedarme en esta casa. Aunque me quedé en el hotel, es un lindo gesto de tu parte.

—Las amigas de mi señora, son mis amigas. 

—Aún no soy la señora Avery —susurra Soph, sonrojada.

—Solo vamos a ir a buscar un papel, hace mucho que eres mi esposa ya —besa su cachete —Me tengo que retirar, debemos ir a buscar a Shawn al aeropuerto, llegará de Atlanta en unas horas y debemos preparar algunas cosas de la empresa. ¿A dónde irán, cielo?

—A mí lugar seguro —dice ella con una sonrisa coqueta.

—Toma —le pasa su tarjeta. Clover sonríe y yo no puedo contener una pequeña carcajada.

—Es nada que nos han querido —me susurra en el oído Clover.

Nos despedimos, pero inmediatamente Anker da la espalda recibe una llamada. Y él la contesta, como Sophie muestra interés en si es Shawn, quién es cercano a ella, entonces él pone la llamada en altavoz. 

—¿Bastian? ¿Ya estás con Shawn? —pregunta Anker emocionado.

—Es Adam, los chicos están comprando algo, An. ¿Adivina quién llegó?  

—¿¡Adam?! —casi salta de la alegría. No se siente incómodo por la presencia de Clover, eso me gusta. Debemos hacernos a la idea de convivir entre nosotros como adultos funcionales y maduros. 

Clover está paralizada, las risas pararon, y ella escucha atentamente, sin siquiera pestañear. No me atrevo ni a tocarla.

—Ya hicimos la escala en Atlanta —el sonido de una bebé interrumpe lo que quién fue nuestro profesor dice —¿Qué pasa, pequeña? ¿Quieres uno de esos? Dile a tío Shawn que te lo compre. Volviendo, An, sobre lo que hablamos de ella…

Anker rápidamente lo quita de altavoz, y veo por la mirada de todos hacia Clover que es sobre ella. Sophie se pone nerviosa. Sí, hasta ahí llegó el aprender a convivir entre todos como adultos funcionales… pero fue una pequeña victoria: pasitos pequeños.

—Iré al auto porque me voy a la empresa —se despide de su prometida y se retira rápido —. Un placer verlas, chicas.

No puedo evitar una leve risa, Adam siempre tan directo. Y su voz suena idéntica a la que recuerdo. ¿Cómo sonará la voz de Thomas? He olvidado su voz…




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