No creíste que sí me iba a morir, ¿verdad? Era obvio que no me iba a morir ahí, no voy ni a la mitad de la carta.
—Hey, ¿podrías dejar de enterrarme las uñas? —me pidió César y soltó pequeños quejidos de dolor—. Creo que mis hombros están sangrando.
Abrí los ojos sin aflojar mis manos de los hombros de César ni mis piernas de su cintura, y no podía creer lo que estaba viendo, estaba volando, era como si César estuviera caminando sobre el aire, el paisaje desde ahí arriba era increíble… pero el fuerte viento que había era una total molestia, me costó trabajo mantener los ojos abiertos. Traté de preguntarle a César sobre lo que estaba pasando, pero el aire se había hecho tan fuerte que me costaba trabajo respirar, por lo que paré de intentarlo, aun así, tenía clara una cosa, César también tenía un poder.
Cuando aterrizamos en una zona careciente de casas o algún edificio en donde hubiera personas que nos pudieran ver, me bajé de su espalda y él comenzó a caminar hacia su casa, una vez llegamos a ésta, mamá Sandra nos pidió acompañarla al río para llenar varios botes con agua, parecía que César ya le había explicado toda la situación a ella, y fue durante toda la ida y vuelta al río que César abrió la boca sin parar para explicarme lo sucedido.
Resulta que el día que tú me regalaste los guantes, primero te encontraste con César cuando él estaba pepenando junto con mamá Sandra en la tarde, según me contó César, llegaste corriendo al basurero y tan pronto lo viste, le pediste que revisara las manos de mamá Sandra para evitar que, en caso de que ya se hubiera herido, detenerla antes de que empeorara. Y en efecto, una herida ya se había hecho presente.
Más tarde, cuando César y mamá Sandra habían regresado a casa, César salió para buscar algo con lo que pudiera amarran el brazo de mamá Sandra y evitar que se desangrara, fue entonces que él se cruzó contigo una vez más. Tú le pediste algo a cambio de algo, si más tarde yo aparecía en la casa con lo necesario para ayudar a mamá Sandra, él tenía que aparecer en mi casa cierto día 4 años en el futuro a las 2:33 de la tarde, y tendría que sacarme de ahí incluso si tenía que revelar que él tenía un poder.
—Me sorprendió mucho que ella supiera acerca de mi poder —, se aclaró la garganta porque se le salió un gallo y luego me dio un codazo porque me reí de él—, mi mamá no para de decir que no lo use para que nadie sepa de él, y estoy bastante seguro que nadie me ha visto usarlo… es un total misterio cómo lo supo, pero no parecía una mala persona, así que hice lo que me pidió ya que en serio apareciste ese día para ayudar a mamá —explicó y estiró su mano hacia mi cabeza para revolverme el pelo.
Ahora… seguro debes estar preguntándote—. Entonces, ¿qué poder tiene César?
Porque me parece que casi no te he dado pistas sobre él, así que me sorprendería mucho que tengas una idea sobre éste, y es que, creo que la única pista que realmente es pista, te la di hace varias páginas cuando te escribí sobre mi primer encuentro con César. Bueno, ya, dejando al lado tanto maldito suspenso, César resultó tener el poder de controlar el viento. Años después, cuando comenzó a usarlo sin esconderlo y practicó arduamente para desarrollarlo y crear ataques que pudieran utilizarse en una batalla, clasificó dichos ataques en tres niveles según su dificultad:
Primer nivel: Control básico del viento. Crear ventiscas y controlar su dirección. También podía hacer pequeños remolinos. Era capaz de hacerlo todo el día sin cansarse.
Segundo nivel: Pistola de aire. Movía su mano de tal modo que era capaz de comprimir el aire en la palma de su mano, luego cerraba su puño para comprimirlo aún más, de manera que se hiciera una bolita, para luego dispararla. Obviamente, entre más aire comprimiera en su mano, más daño hacía. Bomba de aire. A diferencia de la pistola que era disparada y causaba daño atravesando el enemigo, la bomba de aire era un ataque mucho más… sangriento. Tomaba una cantidad de aire considerable y lo comprimía del tamaño de una partícula de polvo, luego la mandaba lentamente hacia el enemigo y esperaba a que el enemigo la inhalara para luego hacerla expandir dentro del cuerpo del enemigo. Su daño iba desde destruir los pulmones hasta hacer que todo el cuerpo saliera volando despedazado.
Tercer nivel: Temperatura del aire. Él podía crear ventiscas de aire tan calientes como para derretir metales, y tan frías como para congelar la sangre de una persona en un instante. Sin embargo, hacerlo le costaba muchísima concentración, además de que tenía que enfocar correctamente la temperatura solo en zonas en las que estuvieran los enemigos, en una batalla en la que se mezclan ambas partes, hacerlo significaba gastar toda su energía en eso, por ello, no podía hacerlo más de 5 minutos y le tomaba al menos una hora recuperarse para poder intentarlo de nuevo.
Sin embargo, en aquel momento, César era un jovencito de 14 años que estaba más interesado en coquetear con las chicas en el mercado que fortalecer su poder, por lo que solo era capaz de hacer aquellos ataques de primer nivel.
Si recuerdas bien, la primera vez que lo conocí, fue cuando me ayudó a robar mi preciado reloj de bolsillo, aquella vez logré salir de eso sin moretones porque cuando el dueño original del reloj estiró su bastón hacia mí, pasó una ráfaga de viento que hizo que le entrara tierra en los ojos, luego de eso escuché la voz de César gritando que corriera y salí disparado de regreso a la escuela. El día terminó y solo pude pensar que salí bien librado de eso por pura suerte, pero ahora sé que se debió gracias a mi hermano de corazón, ¿ves por qué lo amo?