La eternidad en un mar de estrellas.

Cap. 35: Masoquista.

Dos semanas atrás, cuando el cielo se tiñó de negro y fue salpicado con estrellas, Camila salió de la fábrica en la que trabajaba como obrera, fue el primer trabajo que pudo conseguir, pues además de ser rechazada en múltiples empresas y fábricas por no contar con certificados escolares, muchas de estas no querían «manchar su imagen» teniendo entre su personal a alguien sin un ojo y con varias cicatrices en todo su cuerpo.

—Malditos estúpidos —quizás estarás diciendo.

Y sí, la verdad es que sí.

Aquella noche, Camila fue con una amiga a un puesto de comida corrida y caminó con ella parte del camino hasta que tuvieron que separarse. Ya a menos de 15 minutos caminando de la casa del supervisor, Camila tuvo la sensación de que pasos extraños la seguían, ella no tenía miedo, no hizo algo como apresurar su paso o pedir ayuda, simplemente dejó que esos pasos la siguieran, mantuvo la calma, y cuando los sintió más cerca que nunca y no vio a nadie más en la calle, usó su poder para pegar al dueño de aquellos pasos a una pared.

Camila se giró y comenzó a caminar hacia él—. No quiero acusarte de ser un acosador, pero ¿podrías explicarme por qué…?

—¿Y yo puedo preguntarte por qué está mal caminar detrás de ti cuando iba de camino a casa de Guilmer, maldita mocosa? —masculló Yanis, interrumpiéndola.

—… Yanis…

Él chasqueó la lengua—. ¿Podrías liberarme de esta estupidez?

Camila asintió con la cabeza y tras deshacer su poder lo miró curiosa.

Él se percató de las cicatrices en los brazos de ella y la forma en que usaba su flequillo para ocultar uno de sus ojos, y su corazón dolió con culpa—… Pensándolo bien —farfulló, desviando la mirada—… es mejor que no vaya, adiós.

—Espera —pidió estirando una mano hacia él.

Yanis se dio la vuelta, ignorándola, y dio unos pasos para alejarse, hasta que fue atraído de nuevo a una pared—... Hey…

—No voy a dejar que huyas, cabrón.

Él soltó un suspiro—. No debí haber venido.

—Viniste por algo importante, ¿no?

Yanis volvió a desviar la mirada mientras fruncía el ceño—. En realidad, no… solo… estaba cerca de aquí y mis pies se movieron solos.

—Dijiste que ibas de camino a casa del señor Guilmer —le recordó arqueando una ceja.

—Mentí, vine porque quise, luego me di cuenta de que era una estupidez e iba a largarme de aquí… pero…

—¿Pero?

—Te vi y antes de notarlo… ya te estaba siguiendo.

—… ¿Pasó algo con Yannel? ¿Dónde está? —Rodó los ojos—. Vamos, no empieces a fulminarme con la mirada, ambos sabemos que viniste a buscarme porque necesitas desahogarte, y tú única preocupación tiene un nombre, y es «Yannel».

—… Ya no existe esa preocupación.

Camila deshizo su poder y se cruzó sus brazos—. ¿De qué hablas?

—Ella… estaba desesperada por destruir la cadena de mi maldición, y eso la llevó a acostarse con otro… sabrás que —, soltó una risa amarga—… no lo tomé muy bien. Volvió a asustarse de mí y ella trató de huir cuando la vi haciendo eso y vio cuan enojado estaba yo, pero mientras corría por las escaleras, su pie resbaló y rodó hasta el último escalón, su cabeza no dejaba de sangrar… pero yo no pensé que ella —, cerró los ojos con fuerza—… no sé por qué pensé que ella estaría bien.

Camila dio un paso hacia él y estiró su brazo para tomarlo de la mano.

—Yo solo la abracé y le grité lo mucho que me había lastimado, porque nos llevábamos mejor que antes y comencé a hacerme ilusiones, entonces ella me dijo que me amaba y luego... agh…

Era increíble, Camila miraba con asombro al Yanis que yacía llorando delante de ella, Camila siempre creyó que nunca podría saber qué estaba pasando por la cabeza de él, pero en aquel momento, se volvió más claro que nunca que a Yannel de verdad la apreciaba, y siempre la miraba con amor, pero…

—Entiendo que te sientas perdido sin ella —dijo mientras lo abrazaba—, pero tienes que pensar un poco más en ti… ah. —Se separó rápidamente de él cuando se percató de que lo estaba abrazando, y ambos intercambiaron miradas de asombro—. Ah… ¡No! ¡No llores como un idiota! ¡Date cuenta con quién estás! ¿¡Por qué dejaste que te abrazara!? ¡Empújame como siempre y di que te doy asco!

—… No voy a darte ese gusto, masoquista —dijo entre una leve risa.

Camila sintió un escalofrío, era la primera vez que veía una sonrisa tan… normal, supongo, pero comparándola con las risas burlonas a las que ella estaba acostumbrada, esa risa era sumamente tierna, por lo que la hizo estremecerse. Un sentimiento extraño le recorrió la espalda y no pudo hacer más que huir. Corrió lejos de él hacia la casa del supervisor, ni siquiera saludó a nadie cuando llegó, solo se encerró en su habitación, saltó sobre su cama y pegó su rostro a una almohada para ahogar sus gritos.

Recuerdo que una vez Camila me dijo que lo que más odiaba de Yanis, era que no podía leer su rígida expresión, ella creía que él hacía esa cara para esconder algo, pero también parecía que él estaba buscando un lugar al que pertenecer, y Camila se sentía igual, por eso trató tanto de acercarse a él. Cuando ella despertó al día siguiente, Yanis ya se había instalado de nuevo en casa del supervisor, y ya en la tarde, cuando todos regresaron de trabajar, él les contó toda la información que obtuvo durante su estadía en la mansión Cannatela. Las dos siguientes semanas pasaron sin novedades, cada uno estaba ocupado en sus propios asuntos, así que Camila y Yanis no volvieron a tener una larga conversación luego de haberse reencontrado.



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En el texto hay: muertes, viajes en el tiempo, super poderes

Editado: 29.10.2023

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