Fue así como el jueves de la siguiente semana, Eider se presentó simplemente para charlar un poco con Leyre, se había estado sintiendo mal por solo aparecer cuando estaba herido, así que decidió que la visitaría por el simple hecho de querer hablar con ella.
—De hecho, yo tengo un poder —presumió Eider luego de un rato de haber llegado.
—Oh, ¿en serio? —dijo un poco apática.
—¿Podrías parecer más interesada? —Extendió sus manos hacia ella—. Puedo transformar mis manos en algo así como cuchillas, pero en este momento no puedo usarlo.
—¿Por qué no?
—… Alguien muy poderoso me prohibió usarlo, y aunque yo quisiera usarlo, no pudo, a menos que él me lo ordene.
—Si logras volver a usarlo, ¿por qué no usas ese poder para hacer algo mejor que destruir y robar?
—¡Lo haré! ¡Estoy trabajando en ello!
También se presentó el jueves de la siguiente semana, y de igual forma, solo se presentó para hablar con ella.
—Entonces me dejó en esta ciudad y se largó —se quejó Eider.
—¿Y por qué no te vas? —le preguntó ella desde su cama, acostada y mirando al techo.
—Porque él me dijo que no me fuera, y no puedo desobedecer sus órdenes.
—¿Fue difícil vivir solo?
—Solo al principio. Pero encontré buenos amigos.
Ella rodó los ojos—. Claro, seguro son los que te enseñaron a robar.
—No teníamos otra forma de sobrevivir, pero por fin encontramos otra forma de hacerlo, realmente quería cambiar mi estilo de vida porque hay alguien a quien no quiero decepcionar.
Y los jueves del siguiente mes, también fue.
—¿Y por qué te importa tanto decepcionar a Massiel? —preguntó Leyre.
—Él es alguien importante para mí, no me gustaría que él pensara mal de mí y me llegara a odiar. Massiel es la persona más buena que conozco, siempre ve por los demás antes que por sí mismo, y se preocupa mucho por todos, mis amigos dicen que tengo algo como un instinto animal, han sido testigos de cómo me basta solo un vistazo para saber si alguien es una buena persona o no. Debido a ese «instinto», cuando lo vi por primera vez, supe que podía confiar en él, no percibí miedo ni malas intenciones, solo preocupación genuina, sabía que él jamás me daría la espalda. Incluso estoy seguro de que él debe de estar buscándome, solo espero que se encuentre bien.
También fue los del siguiente año.
(Universo 2, E10, 68 años desde el nacimiento de los hijos de Junuem)
—Algún día mis amigos y yo planeamos dejar esta ciudad —comentó Eider con una sonrisa mientras balanceaba sus piernas a través de los barrotes de la ventana—, queremos conocer diferentes partes del mundo y tener todo tipo de aventuras, pero primero tengo que enfrentarme a Tahiel y convencerlo de que me permita irme, y también debemos conseguir dinero.
—Ya veo, eso es genial. Espera un momento. —Leyre caminó hacia su librero y luego de tomar unos cuantos libros, los pasó entre los barrotes de la ventana para dárselos a Eider—. Puedes tomar estos, no los necesito más.
—¿Libros? No necesito libros.
—Son caros… obtendrás bastante si los vendes, usa ese dinero para tus futuros viajes. Tómalo como un préstamo.
—Está bien… gracias.
Y del siguiente año.
(Universo 2, E10, 69 años desde el nacimiento de los hijos de Junuem)
—¿Has escuchado acerca del mar? Yo solo conocí un gran río, pero dicen que el mar es enorme y que está lleno de agua salada, mis amigos y yo decidimos que el mar será el primer lugar que visitaremos.
Y del siguiente año.
(Universo 2, E10, 70 años desde el nacimiento de los hijos de Junuem)
—¿Recuerdas que una vez te conté de montañas llenas de algo blanco llamado nieve? Escuché que hay una montaña así en la que vive un monstruo, si lo matamos, ¿cuánto crees que nos paguen por él?
Y del siguiente año.
(Universo 2, E10, 71 años desde el nacimiento de los hijos de Junuem)
—Ahora tenemos suficiente dinero hasta para comprar un pequeño barco, pero queremos seguir ahorrando. Lo estuve pensando, ¿y si de verdad nos adentramos al mar y conocemos sirenas? ¿Serán tan bonitas como dicen los cuentos?
Y del siguiente…
(Universo 2, E10, 72 años desde el nacimiento de los hijos de Junuem)
—Siempre me lo he preguntado, tú no eres de aquí, ¿cierto?
Leyre negó con la cabeza—. No, vengo de un cuidad del norte.
—¿Cómo llegaste aquí?
—El monje Duane me trajo.
—¿Y cómo es ese país del norte?
—Frío.
Eider hizo un puchero—. ¿Qué? ¿Eso es todo?
—Lamento decepcionarte —dijo entre risas.