En una lejana ciudad llamada Chásete, Jano entró a un restaurante cuando vio una cara conocida, se acercó a la mesa en la que estaba sentada aquella persona y él sentó en la silla vacía que estaba enfrente para quedar cara a cara.
—¿Qué demonios haces aquí? —preguntó Tahiel mientras le pasaba la carta para que viera el menú.
Jano tomó la carta—. Podría preguntarte lo mismo.
—… Tu amiguito Guilmer se llevó a mi Miri —gruñó con la cabeza agachada y luego miró con enojo a Jano—, si no sabes dónde carajos están, más te vale no aparecerte de nuevo frente a ti.
—¿Sin embargo dejarás que hoy coma contigo? Eres un tipo raro. —Levantó la mano tras echarle un rápido vistazo a la carta y esperó a que un mesero se acercara a la mesa—. Tráigame dos del combo uno.
—Enseguida —contestó el mesero tomando la carta de vuelta.
—¿Vas a comerte todo eso? —inquirió Tahiel luego de que el mesero se marchara.
—Tengo un poco de hambre —respondió encogiéndose de hombros.
Tahiel lo miró con desprecio.
—Deja de mirarme así, tú no eres el único con rencores, ¿crees que no te desprecio luego de que hubieras matado a Simona?
—¿Qué…? —preguntó sorprendido—. ¿Maté a la señora Simona?
Jano levantó las cejas y suspiró con una sonrisa amarga—. Así que tus amiguitos no te lo dijeron, bueno, aunque puede que ni siquiera hayan reconocido el cuerpo de Simona cuando llegaron, ellos solo debieron ver carne regada bajo tus pies.
Tahiel miró hacia abajo con el rostro pálido—. Lo siento… yo...
—Fue culpa de Guilmer, te teníamos bajo control hasta que él mató a Bastián frente a tus ojos y desató tu furia, a él es a quién más ganas tengo de golpear, además de que sinceramente, no quiero volver a pelear contigo, la última vez casi orino mis pantalones.
—… A veces cuando estoy dormido, sueño con lo que pasó ese día, tengo imágenes vagas de la pelea contigo, también recuerdo mucho a un niño de ojos grises, me llegó a dar unos buenos golpes, también a Guilmer acuchillando a Bastián… pero no recuerdo nada después de eso.
—Su nombre era Massiel, el chico de ojos grises, era mi discípulo,
—¿Era?
—Él también murió.
Tahiel apretó los puños—. Ya…
—Sí, su muerte me provocó el mismo dolor me provocaría haber perdido a un hijo, no fui consciente de cuánto me había encariñado con él hasta que murió. Ni qué decir de Simona, a diferencia de lo que muchos creen, yo no estaba enamorado de ella, y la razón por la que empecé a seguirla fue porque me recordaba a una persona importante, pero Simona era como una hermana para mí, ¿sabes? Ella era mi familia y sin lugar a dudas la persona más importante de toda mi vida. Luego de que ella y Massiel murieran, me sentí perdido, así que tras enterrar a los dos varios metros bajo tierra, tomé mis cosas y me largué de Kleidi, desde entonces vago de aquí a allá sin ningún propósito en concreto, supongo que sigo esperando la llegada de alguien nuevo que me dé órdenes, toda mi vida lo he hecho, así que creo que no estaré en paz hasta que vuelva a convertirme en el perro de alguien.
Tahiel lo miró con interés.
Jano arqueó una ceja—. Ni siquiera te ilusiones, me gusta más recibir órdenes de bellas mujeres, tú estás fuera de discusión. Aunque, de hecho, actualmente se podría decir que estoy recibiendo órdenes de una mujer.
—¿De quién?
El mesero llegó a la mesa y colocó tres platos—. Provecho —dijo y se retiró.
Jano acomodó uno de los dos platos que le correspondían frente a él, otro lo puso frente a una silla vacía al lado derecho de Tahiel—. En una breve estadía en una ciudad al norte del país, mientras buscaba dónde alojarme, vi a mucha gente rodeando algo, y cuando me acerqué, vi a una mujer desmayada en medio de ellos, entonces la acogí y cuidé de ella hasta que sanó, ella de verdad estaba muy débil.
—Entonces ella es tu nueva ama.
—Tal vez, al menos por ahora. Tengo la misión de hacer que ella encuentre el camino de vuelta para que ver de nuevo a cierto hombre, y yo hice todo lo que me pedía que hiciera mientras tanto, pero recién lo encontré.
Tahiel lo miró con pena—. ¿Qué? ¿Entonces estarás solo otra vez?
Jano se encogió de hombros—. Supongo, pero de verdad quiero que ella lo vea, estoy seguro de que se pondrá muy feliz.
—¿Cómo? ¿Ya encontraste al hombre, pero ella no lo ha visto?
—No. —Se giró hacia la izquierda para ver por la ventana y entonces sonrió—. Olvídalo, ya lo vio.
—¿Ya lo vio? ¿Cómo lo…? —Se levantó precipitadamente, tirando su silla—… Miri…
Miriam, quien estaba de pie frente a la puerta del restaurante con lágrimas en los ojos, atravesó la puerta y se tiró a los brazos de Tahiel cuando éste corrió hacia ella también.
Jano volvió a llamar al mesero para pedirle que pusiera lo que faltaba de comerse para llevar, y cuando éste le entregó una bolsa con su comida, les echó un último vistazo a Tahiel y Miriam que seguían llorando sin poder dejar de abrazarse y balbuceando cosas que solo ellos entendían, y tras dedicarles una sonrisa, se marchó.