En la economía de la información, todo en la vida ha sido optimizado según el modelo típico (y, en épocas anteriores, ni siquiera típico) del trabajo. Pero esto no es todo. Además de la optimización del tiempo centrada en el trabajo, la ética protestante también significa la organización del tiempo centrada en el trabajo. La ética protestante convirtió en el centro de la vida, la idea de un tiempo laboral regular. Se perdía así la autoorganización, que fue relegada a una región de flecos laborales sobrantes: la noche pasó a ser lo que queda del día; el fin de semana, lo que queda de la semana; y la jubilación, lo que queda de la vida. En el centro de la vida se halla la regularidad repetida del trabajo, que organiza todos los demás usos del tiempo. Weber describe cómo, en la ética protestante, <<el trabajo irregular, que el trabajador común suele verse obligado a aceptar, es a menudo inevitable, pero siempre en un ingrato estado de transición. Un hombre sin profesión, por tanto, carece del carácter sistemático y metódico es [...] exigido por el ascetismo mundano>>. () Hasta la fecha, esta organización del tiempo no ha cambiado mucho en la economía de la información. Pocos pueden escapar de los horarios laborales estrictos y regulares, pese al hecho de que las nuevas tecnolgías de la información no sólo comprimen el tiempo, sino que además lo hacen más flexible. (Castells lo denomina <<desecuenciación del tiempo>>.) Si bien con tecnologías como Internet y la telefonía móvil se puede trabajar donde y cuando se quiera, esta nueva flexibilidad no conduce de forma automática a una organización más equilibrada del tiempo. De hecho, el desarrollo dominante de la economía de la información parece consistir más bien en que la flexibilidad conduce a fortalecer el trabajo-centrismo, la organización de la vida en función del trabajo. Las más de las veces, los profesionales de la información utilizan la flexibilidad para poder incluir en su ocio breves períodos de trabajo, y no al contrario. A efectos prácticos, el bloque de tiempo reservado al trabajo continúa centrado en una jornada laboral de ocho horas (como mínimo), pero el tiempo de ocio se interrumpe por períodos de trabajo: media hora de televisión, media hora de correo electrónico, media hora de salida con los hijos, y, en medio, un par de llamadas por el móvil relacioncadas con el trabajo. La tecnolgía inalámbrica --como la telefonía móvil-- no es en sí una tecnología liberadora; puede ser también una <<tecnología de emergencia>>. Con facilidad sucede que cualquier llamada se convierte en algo apremiante, y el móvil pasa a ser un instrumento
para sobrevivir ante las emergencias diarias.