A la vista de los problemas que comporta combinar el hackerismo y la forma actual de capitalismo, un grupo de hackers está yendo en una nueva dirección y defiende un nuevo tipo de economía basada en las empresas llamadas <<open-source>> (código fuente de libre acceso) que desarrollan software según el modelo abierto y gratuito. En este modelo, ilustrado por compañías tan prósperas como Red Hat, creadora de Linux, cualquiera tiene libertad para aprender con el estudio del código fuente de estos programas y llegar a desarrollarlos hasta convertirlos a su vez en productos abiertos y gratuitos propios. El padre espiritual de estas compañías es el controvertido Richard Stallman, de ideas tan radicales que muchas de las compañías <<opensource>> prefieren mantenerse a distancia de su persona. Una expresión característica del enfoque inflexible sostenido por Stallman en este ámbito es su <<Free Software Song>>, que fue grabada para Internet:
Únete a nosotros, comparte el software; libérate, hacker, libérate. Únete a nosotros, comparte el software; libérate, hacker, libérate.
Los avaros amasan mucho dinero; pues qué bien, hacker, pues qué bien. Pero no ayudan a su prójimo; y no puede ser, hacker, no puede ser.
Cuando tengamos bastante software libre en nuestro poder, hacker, en nuestro poder,
esas necias licencias las tiraremos, lo vas a ver, hacker, lo vas a ver. Únete a nosotros, comparte el software; libérate, hacker, libérate. Únete a nosotros, comparte el software; libérate, hacker, libérate.
A muchos les parecerá en principio como una forma de comunismo o, incluso, de utopía. Pero si se piensa con cuidado, se ve que no se trata ni de lo uno ni de lo otro. Pese a su tono en apariencia anticapitalista, el hackerismo de Stallman no se opone en realidad al capitalismo en cuanto tal. Para él, el adjetivo libre que utiliza al hablar de free software (software gratuito o libre) en la canción y en otras obras más serias no significa necesariamente <<sin costes>>, sino simplemente <<libre>>, y sugiere asimismo que se interprete esta idea en el sentido de libertad de expresión y no como una suerte de barra libre. (20) La versión dada por Stallman de la ética hacker del dinero no se opone a la ambición de hacer dinero, sino a hacerlo privando de la información a los demás. En realidad, propone una nueva modalidad de economía de libre mercado: una economía de libre mercado en un sentido mucho más profundo que en el léxico capitalista habitual, pero sin dejar de ser economía capitalista. Esta idea radical es precisamente la más difícil de asumir para muchas de las empresas <<open-source>>, que prefieren basar su modelo abierto en un argumento puramente pragmático: el modelo <<código de libre acceso>> se escoge para aquellos proyectos en que resulta mejor desde un punto de vista técnico o económico; en el resto, se prefiere optar por el modelo codificado. En el enfoque ético de Stallman, la apuesta es mucho más alta. La pregunta central de su pensamiento es si la práctica empresarial presente, basada en restringir el acceso a la información, es realmente sostenible desde un punto de vista ético. El hecho de que sea el modelo actual no la hace ser correcta ni implica que deba defenderse a ultranza. Pocas veces se ha dado una argumentación sólida a favor de la práctica presente sin cambio alguno. Cualquier intento serio debe abordar muchas cuestiones fundamentales propias de nuestra era de la información, incluyendo entre ellas, por ejemplo, la paradójica dependencia de la información codificada y cerrada respecto de la información abierta y de libre acceso. Esta paradoja se halla en el corazón de nuestro presente: de hecho, si se considera con toda seriedad la dependencia de las empresas de tecnología respecto de la investigación, se debería decir que el dilema ético al que se enfrentan las empresas en la nueva economía de la información consiste en que el éxito capitalista sólo es posible mientras la
mayoría de los investigadores continúen siendo <<comunistas>> (en el sentido dado por Merton al término). Sólo mientras se tenga libre acceso al saber científico, los añadidos marginales que se hagan a la información colectiva llevarán a espectaculares beneficios individuales. Esta paradoja se debe al hecho de que la sociedad red no está determinada únicamente por el capitalismo sino, en un grado cuando menos igual, por el <<comunismo>> científico. Si sólo se dice esto, un hacker stallmanesco podría sentirse tentado a proclamar: <<¡El capitalismo presente se basa en la explotación del comunismo científico!>>, Recibir la información producida por otra persona al tiempo que se oculta toda la información producida por uno mismo comporta un dilema ético. Este dilema empeora con el progreso de la era de la información, dado que una parte aún mayor del valor de los productos se deriva de la investigación subyacente. La pregunta que esta forma extrema de ética hacker trae a colación es si puede existir una economía de libre mercado en la que la competición no esté basada en el control de la información sino en otros factores, es decir, si puede existir una economía en la que la competencia se dirima en un nivel diferente (y no sólo en cuanto a programación informática, sino también en otros campos). Al dar una respuesta a esta pregunta, no hay que sortearla con una solución fácil y errónea, afirmando, por ejemplo, que se trata de una nueva forma de comunismo, que, como ha demostrado la historia, no llega a funcionar. No es en realidad comunismo: el comunismo comporta un modelo de autoridad centralizada --o dicho de otro modo, el cumunismo es una forma de economía de Estado-- por completo ajena a los hackers. (En consecuencia, la elección por parte de Merton de la etiqueta comunismo para designar la principal caracterísca de la ética científica fue desafortunada porque lo que quería expresar era una idea por completo diferente: la transparencia y la accesibilidad de la información.) Además, la ética hacker del trabajo se opone al trabajo-centrismo no sólo del capitalismo, sino también del comunismo. Debiéramos recordar que pese a sus mayores diferencias, tanto el capitalismo como el comunismo se basan históricamente en la ética protestante, tal como el sociólogo Peter Anthony subraya en este fragmento de su Ideology of Work: <<Todos estos elementos de la ética protestante [que subyace al capitalismo] --trabajo, medida, racionalismo, materialismo-- se hallan presentes [en el comunismo] no como alternativas confusas a otras nociones más aceptadas, sino como puntales que anulan cualquier otro>>. Considerado desde este ángulo, el empresario con las mangas de la camisa arremangadas no difiere mucho del héroe estajanovista soviético segando con la hoz los campos: uno y otro son paladines del trabajo.