Pasaron un par de años y no había vuelto a engañar a mis padres, sin embargo, mis inseguridades, emociones, sentimientos, etc., iban en aumento. Cuando me encontraba cursando el primer año de secundaria me sentía un tanto triste, también sentía un tanto de celos de mis amigas, en el transcurso de ese tiempo desde que estuvimos en quinto grado hasta esos instantes ellas habían tenido varios novios, mientras que yo ninguno. Pensaba que esto sucedía porque tanto Karla y Dina eran muy bonitas, en cambio mi persona la consideraba fea y antipática; sin embargo, a mediado del año llegó mi momento de enamoriscarme, por así decirlo. Una mañana cuando estábamos a la hora del receso junto al bebedero conversando con las chicas, ellas de un momento a otro comenzaron a reír sin una razón, me pareció extraño más no le presté importancia y seguí con la plática, unos minutos después iniciaron las risillas nuevamente.
- Chicas, pero ¿qué les sucede? –cuestioné.
- ¿Es que no sientes? –dijo Karla en medio de la risa.
- ¿Sentir qué?
- Que te están mirando.
- ¿Qué?... –un tanto nerviosa– ¿dónde?
- Un joven de segundo año, desde hace un rato que te está viendo.
- No te creo.
- Claro que lo está haciendo –confirmó Dina– parece que le gustas.
- No, no… –dije turbada– ¿dónde?
- Voltea despacio y casual. Al lado izquierdo de la cancha de fútbol –me indicó Karla– con mucho disimulo.
Confirmé con un leve movimiento de cabeza y siguiendo las indicaciones pude observar al chico que en efecto me miraba, como algo sin pensar volví el cabeza rápido hacia mis amigas, temiendo que él viera mi sonrojo, el cual el gesto hizo a mis compañeras burlarse. Sin embargo, no presté atención a eso, sino al reflejo del joven que se ofreció ante mis ojos y lo que en mí sucedía, pude sentir como las palpitaciones de mi corazón se aceleraban, las manos se me humedecían de un sudor helado, mientras en mi mente se aparecía una y otra vez la imagen del muchacho sentado junto a la cancha de fútbol viéndome con sus ojos negros, su cabello de color castaño muy bien peinado dividido por un partido de lado, su rostro pálido… mi mente flotaba.
Durante todo el día no hice más que cavilar eso. Al llegar a casa mi madre se percató de ello, me interrogó qué sucedía, yo le respondí que nada importante; sé que no me creyó porque se me quedó mirando fijamente, sin embargo, no quiso atosigarme, dio media vuelta dejándome sola con mis pensamientos.
Transcurrió una semana y no había podido ver al joven, lo que me preocupó, será que vio en mí lo poco agraciada que era, habría descubierto los miles de defectos y le desagradó sobremanera. Trataba de disimular mi frustración, comencé a concentrarme más en las clases para que la mente se ocupase de otra cosa, esto me sirvió mucho ya que en dos días presentaría exámenes. Ya en el último día de examen, el cual fue el de español a la última hora de clases, con las indicaciones del maestro de que el que terminara se fuese retirando. Había sido la quinta que terminé mi prueba, la dejé en el escritorio del docente y salí del aula, en tanto caminaba por el pasillo para irme directo a mi casa, llevaba la cabeza gacha guardando mis útiles en la mochila cuando tropecé con alguien. Al levantar la vista logré mirar aquel rostro que me mantuvo la mente en las nubes, sentí como mis nervios se volvían a descontrolar, pero con un doble esfuerzo pude mantener la calma.
- ¡Oh!... discúlpame, fue culpa mía –dijo él con una voz dulce, le brotó así mismo una hermosa sonrisa al ver que dilaté en contestarle.
- No, no… la culpa fue mía por no fijarme por donde camino –hablé al fin, aunque algo aturdida todavía.
- Ok, de los dos.
- Bueno, como digas –respondí sonriendo– ya tengo que retirarme… que tengas buenas tardes.
- Buenas tardes.
Me alejé a toda prisa, me pareció que el trayecto a casa era eterno, al llegar no quise almorzar alegando que tenía mucha tarea. Al entrar al cuartucho solitario (ya que David estaba en el trabajo y Clara aun no había regresado), me arrojé al catre y apreté fuertemente la almohada contra mi pecho (sé que podrán pensar que todo sucedió muy rápido, puede que lo sea, pero fue lo que me pasó, quizás porque era algo que yo quería, la verdad no es algo que aun lo comprenda, solo sucedió y ya). Esa noche hasta soñé con él, al despertarme tuve la sospecha terrible de que me estaba enloqueciendo.
Tres días después ya en clases mis ansias se habían calmado, pero me sentía aburrida, mis amigas no habían llegado al colegio, pues acordaron salir a pasear, me invitaron a mí también, pero mis padres no me dieron permiso, ellas me propusieron engañarles nuevamente, pero no acepté. El recreo llegó, suspiré profundamente, fui a buscar un rincón donde estar, cuando lo hacía me encontré con él. Me sonrió continuando su camino, sin embargo, yo no se la devolví. Me senté en un bebedero que hacía tres meses que estaba en mal estado, por eso casi siempre se encontraba solo.
Quedé con la mente en blanco, con la vista fija en un punto cualquiera, no sé cuanto tiempo estuve así. De un momento a otro tuve la sensación de que alguien se acercó a mí y me observaba, sacudí la cabeza con la intención de estar consiente de lo que me rodeaba, cuando lo hice lo primero que se me presentó fue la encantadora sonrisa.
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Editado: 16.02.2021