La Experiencia

Novios

Aquella pregunta terminó por descontrolar todas mis emociones, en mí se desbordaban los sentimientos más hermosos antes no conocidos, no podía hablar, solo recuerdo que le miré a los ojos, revelando todo mi ser en la mirada y vi en su rostro que se dibujó en su rostro una sonrisa, después de haber mostrado una cara llena de miedo, nervios, esperanza y no sé qué más.

- Bien ¿qué me dices? –insistió él.

Como aun no podía hablar afirmé con un movimiento de cabeza, luego él me agarró las manos y me las apretó con fuerza, como sentí que me quería abrazar entré en pánico, me solté de sus manos retirándome, tras haber dado unos ocho pasos me volví, descubriendo que él se había quedado atónito ante la reacción que tuve, por lo que acerté a decir a manera de disculpa:

- Tengo que irme, se me está haciendo tarde –<que tonta> pensé mientras lo decía <si él y yo siempre nos vamos juntos a la parada>– nos vemos el lunes.

Me alejé con pasos elásticos. No podía creer lo que había pasado, por las emociones ocurridas hasta el hambre se me quitó. Mi cabeza daba vueltas, no deseaba volver a la escuela y mirarlo, pero eso era imposible, mis padres no me permitirían que faltase menos que la dejara, por suerte era fin de semana, esos días me servirían para tranquilizarme.

 

El lunes llegó, me sentía mas calmada, cuando arribé al colegio no le vi a la entrada, estuve en clases sin problemas, al inicio les había querido comentar algo a las chicas, pero desistí, ya que pensé que por la forma en que había huido nada quedó en concreto. En la hora de descanso mis amigas como de costumbre me dejaron sola, no quería, pero comprendí que ellas deseaban pasarla con sus novios, me dirigí al mismo punto donde estuve cuando el se me acercó por primera vez; de un momento a otro le vi, se dirigía a mí con un par de gaseosas, hice un intento de escapar, pero me detuve, no sé si el miró mi reacción, pero pareció que no. Se sentó a mi lado, en tanto me ofrecía una de las sodas, al inicio no quería aceptarla, sin embargo, él insistió por lo que acepté.

- ¿Qué tal tu fin de semana? –preguntó.

- Muy bien y ¿a ti?

- También… –me miró a la cara y agregó– aunque yo pensé mucho en ti.

Me quedé boquiabierta a qué venía eso (que tonta ¡¿no?! 😉), antes nunca me lo había dicho, no supe qué decirle, sin embargo, me gustaron sus palabras, luego de un tiempo logré contestarle, aunque con picardía.

- ¡Qué bien! –sonreí mientras añadí– me alegro mucho.

- ¡Así! Pues sí, pensé mucho en ti, me haces falta… –hizo una pausa– y ¿tú? ¿Pensaste en mí?

Al decirlo me sonrojé hasta la raíz del pelo, si todo el fin de semana en mi mente lo veía una y otra vez, por lo que luchaba para borrarlo. ¿Qué podía responderle? No era capaz de decirle eso, le contesté lo primero que se me vino a la cabeza.

- Y… ¿Obligadamente tengo que responder eso?

- Como quieras… cuéntame ¿qué has hecho? –al parecer comprendió mi situación porque no insistió, también cambio de tema y no pareció disgustarle.

- Pues nada extraordinario, rutina.

- ¿Cuál es tu rutina?

- Ayudar a mamá, hacer mis tareas, platicar con mis hermanos, en fin.

- Interesante… tu hermana es la flaquita un tanto seria, la que está en quinto año y hasta donde sé es la mejor de la clase.

- Sí, mi hermana siempre ha tenido la cualidad de ser buena alumna –el motivo de la interrogante ¿Cuál era?– ¿por qué?

- Porque… –nuevamente su sonrisa– quería saber quien era mi cuñada… quiero que me la presentes, pero antes me gustaría conocer a mis suegros y al cuñado.

Me quedé sin habla nuevamente –con que todo lo ocurrido era cierto– pensé, es más pretendía que fuese formal. Sin embargo, sus palabras me asustaron, porque, aunque eso significaba que no pretendía que lo nuestro fuera clandestino o peor aun un juego, con solo imaginar la reacción de mis padres… no quería pensar en eso. Sin embargo, debía aceptar que el gesto de conocer a la familia y así formalizar nuestro noviazgo era bonito.

- Sí, sería bueno –dije– pero… creo que no es el momento.

- ¿Por qué? Te lo digo porque yo pensaba ir hoy a tu casa a pedir el permiso formalmente.

- Sí, pero no sé cómo lo tomen mis padres… ¿cómo te explico?... ellos son chapados a la antigua, lo que consideran que no tengo edad suficiente… si mi hermana que es mayor cuatro años y nunca le he conocido novio aún.

- Te entiendo… no te preocupes, lo haré cuando lo creas conveniente –después de una pausa añadió– hoy salgo temprano, pero no puedo esperarte porque mi mamá me pidió que llegara temprano ya que ella va a salir –en eso sonó la campana para entrar a clases, al despedirme observé que me miraba directo a los ojos con una expresión que no pude adivinar– te quiero pedir algo –dijo.

- ¿Qué? Pero aprisa que hay que entrar.

- Sí, no es nada dilatado.

- Pues dime.

- ¿Te puedo dar un abrazo? –le miré nerviosa, no le alcancé a contestar cuando sentí que me jaló con suavidad estrechándome en sus brazos.

Después nos despedimos y cada quien para su clase.

 

Mi relación con Sebastián mejoraba día con día, él con su forma de actuar me día que me quería, era tan amable, cariñoso, sensible, sabía escucharme, comprenderme… tan bien me sentía a su lado. Cuando no nos veíamos ni hablábamos lo extrañaba tanto, contaba los días para estar en la escuela y estando en clases contaba las horas para el tiempo libre para estar con él. Mis amigas se asustaron de mi comportamiento, ya a finales del año, cuando estábamos en la parada conversando, sucedió lo inevitable.

<<una pausa, ustedes dirán… si estudia con la hermana en el mismo colegio, ¿cómo es que esta no sabe de la relación? El asunto es que a partir del cuarto año de secundaria en algunos colegios ellos reciben una clase de más por lo que pasan más tiempo, es algo que se le llama séptima hora, por eso Valeria salía primero y Clara después 😉>>




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