El tiempo siguió su rumbo, hasta que llegó el que marcó nuestro destino, ya en junio un sábado por la tarde, nos vimos, como lo noté cansado, le dije que nos fuéramos para su casa, otras veces lo habíamos hecho y nunca había ocurrido algo indebido. Al llegar, él me ofreció un jugo, yo lo acepté, platicamos mucho, en una de tantas le dije que, si quería recostarse, él aceptó, acomodó su cabeza en mi regazo y continuamos con la plática, en un determinado momento se quedó dormido. Descansó como una hora, al despertar sacudió la cabeza en gesto de perplejidad, se incorporó aun desconcertado, lo que me hizo reír, él me acarició el rostro después comenzamos a besarnos y sucedió lo inevitable.
Dos horas después, casi eran las cinco de la tarde me empecé a vestir, él igual; cuando acabamos me besó en los labios, luego en la frente, se desparramó en el sillón para decir angustiado:
- Perdóname, esto no debió pasar todavía… no así.
Le miré intrigada por sus palabras, él me vio y pude observar cómo los ojos se le anegaban en lágrimas.
- Perdóname por favor –se disculpó nuevamente– sé que mis palabras no solucionan nada, que esto debió de ocurrir hasta que nos hubiéramos casado, lo lamento… no está en mí –se acercó tomándome el rostro con sus manos– te amo tanto, pero no es justificación.
Sabía que se sentía culpable porque había la virginidad con él esa tarde, yo también era consciente de que no había sido consciente que no había sido correcto, pero lo amaba y sabía que él no era el único culpable, la responsabilidad era de los dos.
- Tranquilo, tú no me obligaste, pasó porque los dos quisimos.
- Tal ve sí mi niña, pero no es correcto, todo tiene su tiempo.
- Lo sé, pero por lo hecho no hay remedio… –con vergüenza añadí– me alegra que fuera contigo.
- Mi amor –me abrazó fuertemente– ¿no te arrepientes?
- No, porque tengo la seguridad que tú no solo me querías para esto, sé que no me dejarás burlada.
- Claro que no. Yo te amo… en el momento adecuado nos casaremos – yo asentí.
Era tarde y tenía que irme. Llegué a mi casa, nadie se daría cuenta de lo ocurrido, la experiencia no había sido tan desastrosa como me la había imaginado, el se portó muy cariñoso, me sentía más unidad a él, no prestando atención de las graves consecuencias que esto podría traer consigo.
La siguiente vez que nos juntamos lo percaté algo esquivo conmigo, no entendía por qué, hasta que no lo soporté.
- ¿Qué te ocurre? –pregunté.
- Nada.
- ¿Cómo que nada? si estás todo frío como una roca –dije molesta, pero él no me dirigía la vista. Se me vino a la mente que era porque ya había conseguido lo que deseaba entonces le estorbaba, eso me aterró– no te preocupes por responderme, ya entiendo… no te estorbo más.
Cuando lo dije se volvió a mirarme, sin embargo, me levanté, di varios pasos, lo más rápido que pude para alejarme. Escuché unos pasos que me seguían, me retuvo por el brazo, pero no le quedé viendo.
- Por favor, no te vayas –soltó– no me mal entiendas, no quiero que vuelva a pasar… no fue correcto haberte citado aquí en la casa, especialmente que esté sola.
Me giré hacia él a punto de llorar, con voz temblorosa logré hablar.
- Pensé que te querías librar de mí.
- No, ¿cómo vas a decir eso?... entiéndeme no quiero lastimarte, lo que hicimos la semana pasada puede traer problemas.
- Nadie se va a dar cuenta… –pensativa añadí– si se enteran mis padres me matan.
- Lo ves.
- Entonces ¿ya no quieres que nos veamos?
- Yo no puedo vivir sin verte mi ángel, pero tampoco puedo permitirme estarme aprovechando de tu amor e inocencia.
- Yo te amo.
- Créeme que yo más.
- Dime ya. ¿Quieres que me vaya?
- No. Quédate…. Pero hay que poner un punto de reunión que no sea mi casa, es peligroso.
Afirmé a sus palabras, el tiempo que estuve con él reímos, conversamos pasándola muy bien, sin embargo, a pesar de lo dicho no se pudo evitar que volviéramos a estar junto íntimamente. Después ya acostados uno junto al otro, le vi con la mirada perdida puesta en el techo, yo me sentía muy bien a su lado, me sentía protegida, como si nada malo pudiera ocurrir; luego de un tiempo de silencio habló.
- Por esto te dije que no podremos estar viéndonos aquí, te dije que no se podía repetir y como estamos.
No comprendía por qué se sentía tan culpable, era algo que hicimos y bueno, ya echo para qué estamos con el arrepentimiento, aunque yo ignoraba realmente el por qué de su preocupación, ya en el futuro la sabría.
- Sí, tienes razón –me besó la frente– pero no es algo de lo que podamos escapar.
- En este ambiente no, donde nos encontramos solos, donde podemos dar rienda suelta a nuestras emociones.
- Sé que no es lo debido, pero me siento bien a tu lado y lo demás no me importa.
- Yo también la paso bien contigo, te amo. Tú eres muy inocente, aun estás pequeña, no le pones mente a los problemas que esta situación nos puede acarrear. No estamos casados, no tenemos una carrera profesional. La próxima vez nos veremos en el parque, para evitar esto.
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Editado: 16.02.2021