La Experiencia

La Realidad no es un Juego.

Comimos conversando animadamente, al acabar nos fuimos al patio de atrás a tomar el fresco de la mañana, pero antes me fui a duchar, después él a continuación; nos ubicamos bajo las frondas de los árboles de mango. Al poco tiempo de estar ahí escuchamos que alguien entraba.

- Debe ser mi mamá –indicó él mientras se levantaba– vamos.

- Sí.

Sebastián salió primero al encuentro, sin embargo, a mí se me atoró la falda en la silla, al lograr soltarme tras un minuto más o menos le seguí, me ubiqué tras él que ya estaba con doña Herminia (su madre) la que se sorprendió al verme.

- Buenos días, ¿cómo está señora? –dije.

- Y esta muchacha ¿qué hace aquí? –preguntó sin contestar mi saludo.

- Yo te explico mamá –expresó Sebastián.

- ¿Tiene que ser con ella?

- Sí.

- Pues bien.

Sus comentarios secos no me dieron buena espina, presentía otra catástrofe semejante a la de mi familia, pero rogaba para que fuese lo contrario.

- Ella es mi novia.

- ¿Tienes novia?

Su pregunta era retórica, porque estoy segura de que alguna vez me había visto con su hijo, aunque sé también que nunca hubo una presentación formal, sin embargo, lo que está a la vista no se necesita de lentes, diría yo ¿no?

- Sí.

- Pues eso no contesta que esté aquí.

- Bien, resulta que está embarazada.

- ¿Y?

- Embarazada de mí… ahora vivirá aquí.

- ¿Qué? ¿Te has vuelto loco? –vociferó– ¿cómo vas a traer a esta jovencita aquí?

- Sus padres ya se dieron cuenta, nosotros se lo dijimos, no aceptaron nada… bueno, tampoco se le propuso nada porque no dio tiempo, pero… lo que sí, es que me tengo que hacer cargo de ella.

- ¿Por qué?

- ¿Cómo por qué? El niño que espera es mío, se embarazó por mí.

- Eso nada tiene que ver, ¿quién la manda de bruta? No tienes obligación de hacerte cargo echar tu vida a perder, especialmente por alguien que no vale la pena.

- Yo la quiero y quiero a mí hijo.

- Tú si que eres un Bestia, no te bastó conseguir lo que querías y alejarte ¿ah?... “es que yo la quiero” –soltó arremedándolo– eres un tonto.

- Me voy a hacer cargo y es definitivo.

- ¿Metiéndola a mi casa inútil?

- Por un tiempo.

Soltó un suspiro con un gesto de enojo y decepción por parte de mi suegra, parece que por fin empezaba a ceder, aunque no en buenos términos.

- Ya que lo idiota no se te quitará, ni modo, pero te voy a dejar las cosas muy en claro, yo trabajo ahora exclusivamente para mí, si quieres tener a esta buena para nada, tú costearas los gastos de ella, pagarás agua, luz, aguas negras, el gas y busquen conseguir pronto su propia cocina, refrigeradora, lo indispensable.

Sebastián solo se limitó a asentir, en definitiva, esa señora no era ninguna perita en dulce.

- Y escúchame bien tú –prosiguió Herminia dirigiéndose a mí– harás todo lo de la casa, yo no seré sirvienta de nadie y no me molestes –se empezó a retirar, pero antes se vuelve– ¡Ah! Y ahorita no sé como harán, porque de mi comida no quiero que agarren –y se encerró en su cuarto.

Rompí a llorar nuevamente, me desparramé en un asiento maldiciendo mi suerte, él trató de consolarme, diciendo que todo era por la primera impresión, que doña Herminia era super tranquila, que solo esperara a que la situación se apaciguara un poco, lo vi levantarse de mi lado para ir al cuarto de su madre.

 

 

Sebastián entró al cuarto, no entendía del todo la actitud de su madre, él esperaba el apoyo de ella, si no era de ella ¿de quién más?

- ¿Por qué tu actitud?

- ¿Y qué esperabas? ¿Qué te aplaudiera?

- No, tampoco eso. Sé que es algo de no enorgullecerse, pero espero tu apoyo.

- ¿Qué más apoyo quieres? Te estoy permitiendo quedarte en mí casa.

- Tal vez pudieras tratarla mejor, este es un momento difícil.

- No me fastidies la vida, que más, no puedo hacer. Por lo demás soluciónalo tú si es que ya te sientes suficientemente hombre para hacerte cargo de semejante situación –hizo un mal gesto– no sabía que había parido a un bestia.

Esa conversación la escuché pegada a la puerta, luego me aparté, no sé que más hablaron, lo que sí pensé fue: “¿Qué será de nosotros ahora?” sabía que nada bueno, solo esperaba poder soportarlo. Con algo de dinero el compró algo de comida para lo que quedaba de la quincena, cocinaba después de doña Herminia o antes de que a ella se le ocurriera, la verdad mi suegra poseía un pésimo carácter. Continué yendo a clases y él a la universidad, cuando regresaba y ella estaba, porque trabajaba día de por medio, me hacía un reguero para que trabajase más, le tenía que lavar a ella también, a propósito, se ensuciaba bastante y cambiaba varias veces, con gran esfuerzo hacia las tareas y medio estudiaba, en las noches me acostaba sumamente agotada.




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