La extraña casa de Sir Edward

Pastel de arcoíris

"La extraña casa de Sir Edward"

Todos los derechos reservados, cualquier copia total o parcial de esta obra requiere autorización de la autora

Xilitla, Huasteca potosina, 1984

El excéntrico millonario Edward James había fallecido, la noticia se dio en los diarios locales y, de no ser por algunos rumores extraños sobre su lugar de residencia, quizá a nadie le habría interesado.

Algunos decían que era un brujo, otros que sólo era un loco con mucho dinero y tiempo libre. Eso sí, el legado que dejaba en la huasteca era algo inigualable, un gran terreno lleno de esculturas surrealistas que parecían salidas de algún cuento de hadas.

Cornelio, el jefe de policía, recorría la propiedad de James, completamente admirado por la belleza de la obra que dejaba atrás, enmarcada por un bello arcoíris al fondo, pero lo que más le asombró fue ver a dos pequeños niños en lo alto de uno de los tantos castillos, estirando sus manos hacia el cielo. Pudo ver en la niña un lunar en forma de medialuna en su mejilla y en el niño un lunar blanco en su frente que dejaba un pequeño mechón en su cabello y con eso Los reconoció de inmediato, eran Lolita Nieto y Pepito Navarro. Ambos pequeños de sólo 5 años eran conocidos en la comisaría por los problemas de disfuncionalidad de sus familias. A la niña estuvieron a punto de enviarla al DIF por situaciones de maltrato y al niño por abandono.

―¡Pepe, Lola! ―les gritó el policía―, siéntense ahí donde están, no se vayan a caer. ―Cornelio subió de inmediato ―. ¿Qué hacen aquí? Bajen ahora, con cuidado.

―Es que necesitamos un poco de arcoíris ―dijo el niño.

―¿Arcoíris? ―Cornelio miró el arcoíris en lontananza―, ¿para qué?

―El pastel de arcoíris es el favorito de las hadas ―respondió Lolita.

―Y si a ellas les gusta nuestro pastel, nos llevarán a vivir con ellas. ―Cuando Pepe agregó esto, Cornelio inhaló buscando calmarse.

―Bien, sólo tomen un puñado más de arcoíris y bajen conmigo. ¿Saben sus papás que están aquí?

―Creo que no ―contestó Pepe.

―Mejor ni les diga ―la niña se agachó, temerosa al escuchar de sus padres.

Cornelio se aseguró de que los niños bajaran seguros y los dejó jugando a un lado del río, en donde se dedicaron a hacer pasteles de lodo. Desde su radio dio aviso de que buscaran a los padres de esos niños y continuó su inspección.

Tardó un par de horas y cuando regresó, vio a los niños profundamente dormidos en una banca, frunció el entrecejo, acercándose a ellos, habían estado jugando con lodo, pero, por alguna razón, sus ropas y manos no estaban cubiertas de suciedad, sino de pintura de colores.

Escuchó el aviso en su radio de que los padres de los niños estaban en la entrada de la propiedad, así que fue con ellos para tranquilizarlos y evitar que hubiera algún abuso por esa ausencia. La madre de Lolita tuvo que ser calmada pues estaba realmente furiosa y aseguraba que su marido la maltrataría a ella si se enteraba de que la niña se había perdido, mientras que los papás de Pepe no le dieron mayor importancia.

Fueron hacia la banca y los niños ya no estaban ahí. Comenzaron a gritarles y a buscarlos en los alrededores y nada. Los padres pasaron del enojo y el desinterés al fin a la preocupación.

Pasaron días peinando la zona, buscando en el pueblo y entre el bosque, pero los niños jamás fueron encontrados.



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En el texto hay: fantasia, surrealismo, espiritualidad

Editado: 24.10.2023

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