La extraña casa de Sir Edward

La encargada

Marvin dudaba de su propia cordura, no era solamente que despertó en su cama después de aquella extraña visión, sino que al ir a la comisaría se dio cuenta de que el oficial no recordaba absolutamente nada. Sin embargo, ese chichón en su cabeza lo hacía dudar, aunque para su desgracia, las grabaciones en el set ocuparon por tanto tiempo que terminando no pensaba en otra cosa más que dormir.

No fue sino hasta un par de meses después que comenzaron a grabar dentro del parque escultórico y al fin pudo ir a la tienda, así que aprovechó para acercarse a la puerta, pero por más que intentó mover la perilla de lugar, esta jamás se movió.

Cada que había oportunidad, él regresaba a la tienda, pero siempre fue lo mismo, no podía entrar más que a aquella recámara.   

Pasó otro mes y medio y en un descanso para comer, Marvin y Carl se fueron a sentar a uno de los castillos para que nadie los molestara.

Se decía que el señor Clemens, el productor, estaba de visita y el parque cerró ese día al público por solicitud suya, Marvin y al fin él pudo ver todas las esculturas vacías alrededor con detenimiento, era tan surrealista que resultaba digna entrada a aquel loco mundo.

 ―Me pregunto qué inspiró al dueño de este lugar a crear esculturas tan extrañas ―comentó Marvin, Carl sonrió tras dar una mordida a un emparedado.

―Era un excéntrico, un millonario con mucho tiempo libre y relaciones de amistad con otros locos como él, es así de simple.

―Sí, pero… ―Marvin buscaba las palabras adecuadas―, ¿no crees que el surrealismo haya surgido de alguna experiencia extrasensorial? Imagina si esas dimensiones de las que hablamos el otro día tuvieran entradas en este mundo y hubiera una justo en este lugar, ¿sería muy extraño pensar si el creador de esto tuvo alguna visión de esa otra dimensión?

―Dicen que la explicación más simple suele ser la más acertada, y la más simple es que era alguien con mucho tiempo libre y mucho dinero.

―Sí, es posible ―Marvin consideraba a Carl una de las personas más inteligentes que había conocido y si de alguien pudiera obtener alguna pista, era de él, pero para su desgracia, Carl era exageradamente escéptico y jamás se le podía guiar a un tema esotérico sin que lo viera con los pies muy bien puestos sobre la tierra.

Terminaron de comer y bajaron del castillo, Carl se dirigió a los sanitarios y Marvin tomó el camino de regreso al set.

―Yo también creo que puede haber algo esotérico en este parque ―un hombre de edad avanzada y aspecto humilde le habló.

―¿Escuchó lo que hablábamos? ―preguntó Marvin.

―Cada palabra. Sir Edward James era, en efecto, un loco con mucho dinero, pero este jardín es producto de una enajenación suya, él deseaba plasmar en esta dimensión algo que vio en un lugar increíble y esa enajenación lo llevó a buscar entre otros locos como él una respuesta que en su momento no logró encontrar.

―Sé que se relacionaba con otros artistas del surrealismo ―respondió Marvin―, ¿lo hacía por eso? ¿Creía que ellos buscaban lo mismo que él?

―Son muchos los que, como tú, sienten que hay algo más en este mundo tan simple, y quizá tengan razón, quizá no ―el hombre le sonrió―, pero ¿no valdría la pena buscarlo si se tiene el tiempo y el dinero?

―Supongo ―Marvin lo pensó unos segundos―. Vamos a suponer que se encuentra la entrada a ese mundo, y está en una puerta en donde el picaporte tiene que cambiarse de lugar para poder entrar, pero por más que lo intenta, el picaporte no se mueve, ¿cómo lo lograría?

―Simple ―dijo el hombre―, llevaría mi propio picaporte.

―Pues sí ―dijo Marvin con sarcasmo―¸bastante simple. Perdón, ¿usted es…?

―James ―dijo el hombre―, simplemente James.

El señor James se encaminó hacia la zona de filmación y Marvin fue tras él, no tenía idea de quién podría ser, pero lo vio platicando muy seriamente con el director, por lo que supuso que habría sido contratado en el equipo de producción.

Sonaba muy inverosímil lo que ese hombre le dijo, pero ¿por qué no intentarlo? A la primera oportunidad buscó alguna cerrajería en dónde comprar un picaporte y regresó ansioso, entró a la tienda y esperó a que la encargada se distrajera para acercarse a la puerta. Colocó el picaporte al otro extremo, sólo por encima, lo giró y para su sorpresa, la puerta se abrió de nuevo a ese vestíbulo en donde la criatura mantis acomodaba algunos archivos.

―De nuevo, muy puntual ―dijo la mantis, terminó de archivar unas esferas y se dirigió a él―. Es tu segunda oportunidad, ¿con quién deseas entrevistarte esta vez?

No fue sino hasta ese momento que tomó en cuenta que no había pensado en eso, ¿a quién solicitar esta vez?

―Supongo que… al encargado de este lugar ―fue lo primero que se le ocurrió.

―El encargado… ―la mantis tecleó de nuevo en las piedras―. Supongo que Atl sería la indicada.

―¿Atl? ―Marvin recordó que ese era el nombre de la niña que originalmente lo llevó a ese lugar―. Sí, quisiera hablar con ella, por favor.

La mantis dio un golpe en el suelo con su larga mano y el suelo se llenó de agua, no era profunda, apenas llegaba a sus tobillos, pero a lo lejos se formó un pequeño barco que llegó navegando hacia ellos, una compuerta se abrió y ahí apareció aquella chiquilla rodeada de una gran cantidad de esos pequeños dragones serpenteando en el aire.



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En el texto hay: fantasia, surrealismo, espiritualidad

Editado: 24.10.2023

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