Marvin se sentía realmente frustrado, esta vez por fin entendía completamente lo que Häi le dijo, al fin pensaba que lo que le enseñaban tenía sentido y por no entender esa diferencia entre el amor y el apego hacia su amigo, había quedado fuera, dejándole sólo dos oportunidades.
Sabía que tenía la respuesta para Carl, pero no tenía idea de cómo decírselo, hacerle entender lo que él había aprendido, pero tenía que intentarlo ya, así que se duchó a prisa, se vistió y salió hacia el set.
El director estaba rodeado de gente, todos agachados, en una postura sumisa. Entonces el director lo vio y lanzó al suelo unos papeles que llevaba en la mano.
―¡Al fin te dignas venir! ―gruñó yendo hacia él―. ¿Crees que por ser el protagonista no puedo prescindir de ti? Tienes un contrato, niño mimado, y tienes que cumplir…
―¿De qué hablas? ―Marvin miró su reloj―, estoy 15 minutos antes de las seis, ¡jamás había sido más puntual que hoy!
―Quince minutos, sí ―entonces el director levantó la voz―, ¡pero de dos días después!
―¿Dos días? ―Marvin frunció el entrecejo, confundido―. ¿Estuve… dos días fuera?
―¿No habías dicho que no te emborrachabas? ―el director reclamó―. ¿Dónde está Carl?
―¿Carl? No, él no estaba conmigo ―respondió Marvin.
―¡Con un demonio! ¡Tenemos un severo retraso! Continuaremos con las escenas en las que él no aparece, y en cuanto venga… ―el director bufó con enojo―. Si me sale con que regresó a California para buscar a su noviecita… ¡Alisten todo! Rápido.
Marvin vio al director tan enfadado que no quiso contrariarlo, sin embargo, se preocupó por Carl. Lo llamó un par de veces y le mandó a buzón, pensó que quizá sí había regresado a California a buscar aclarar las cosas con su novia, pero un mal presentimiento llenó su pecho, un presento que lo hizo sentir plomo en sus entrañas cuando vio a la policía llegar al set, hablando con el director. Marvin se quiso acercar, pero otro policía se lo impidió. El señor James, quien también hablaba con ellos, se acercó a Marvin.
―¿Pasó algo? ―preguntó Marvin, preocupado.
―Un… accidente ―dijo el anciano―. No están del todo seguros, pero… Se cancelan las filmaciones por el día de hoy, el director y yo tenemos que ir con los oficiales.
Marvin no se quedó, se fue tras ellos en cuanto salieron del set, siguiendo la patrulla en una bicicleta. Johnny y James entraron a las instalaciones del ministerio público, en donde se tardaron casi dos horas. El anciano salió del lugar con un gesto sombrío.
―¿Qué pasó? ¿Es Carl? ―Marvin corrió hacia él. El señor James mordió sus labios.
―Lo siento, Marvin. Es Carl ―dijo al fin―. Lo encontraron esta mañana a un lado de una de las edificaciones del parque escultórico ―el señor resopló con preocupación―. Parece que estaba alcoholizado y no pueden determinar si fue un accidente o un suicidio.
Marvin sentía que nada era real. De algún modo lo supo en cuanto vio a la policía, pero el hecho de que se lo confirmaran hizo que todo fuera inestable para él. Esta vez no lo dudó, simplemente corrió hacia la tienda, la encargada le dedicó una sonrisa triste en cuanto lo vio.
―Imaginé que no tardarías en venir ―le dijo y señaló la puerta a su espalda―. Pasa, ya te están esperando.
Marvin cruzó la puerta de inmediato. Ahí estaban el alebrije mantis, Aankh, Atl y Häi, esperándolo en el vestíbulo.
―Sabemos por lo que estás pasando ―dijo Aankh.
―Y sabemos que no es fácil para ti ―agregaron Atl y Häi a la par.
Tanto Häi como Atl dieron un paso al frente y, al hacerlo, ambos se transformaron en personas adultas, de una edad como para ser sus padres y, en cierto modo, así los sentía, como unos padres comprensivos, capaces de consolarlo.
―Carl… ―musitó Marvin con un hilo de voz.
―Él eligió su destino ―dijo Aankh―. Duele, lo sé, pero puedes estar tranquilo de que fue por su propia decisión.
―Entonces, sí se quitó la vida, ¿no es así?
―Por eso el apego es tan peligroso ―dijo Häi―. Dime, Marvin, ¿a quién quieres ver el día de hoy?
Marvin lo pensó, quizá sería muy atrevido, pero era lo único que pensaba en ese momento. Quería respuestas que sólo alguien podía darle.
―Quiero ver al creador ―dijo simplemente, si algún dios existía, seguramente sería en ese lugar. Por un momento pensó que le dirían que no era digno, pero la mantis tecleó en seguida en la fuente. El techo fue oscureciéndose hasta formar un manto estrellado, con planetas y lunas tan cercanas que podía distinguir sus nubes, cráteres o mares.
Era el lugar más hermoso en el que hubiera estado, un vasto valle lleno de luz, luz verde en lo que deberían ser las hojas de los árboles y morada en sus flores, luz azul en la cascada que había al fondo, así como en el río, luz de colores en cada criatura que volaba a los alrededores y finalmente, animales como mamíferos hechos de luz blanca.
Sentada en el pórtico de una cabaña había una joven adolescente, la más hermosa que jamás hubiera visto, con la tez rosada, labios afilados, ojos color zafiro y abundante cabellera negra cayendo en bucles sobre sus hombros y vistiendo ropas estilo tribales, muy orgánicas. Ella lo miró y sonrió.