En una noche con tormentas, estaba yo frente al fuego contemplando desde mi ventana como la luna perdía su brillo entre las nubes, todo era cálido hasta ese entonces. El fuego se apagó y extraños ruidos vinieron a mi mente, trate de convencerme de que todo era una simple alucinación. De pronto, un ligero escalofrió recorrió mi espalda, me levanté de inmediato dirigiéndome hacia la puerta, se escuchaban pasos que venían hacia mí; lo podía sentir, con la confusión latente la abrí.
—¿Quién es? —pregunté aturdido, pero no hubo respuesta alguna en el oscuro pasillo.
Me atreví a salir, pero me detuvo una sombra que pude observar a distancia, me sentía muy nervioso y con eso me encerré en mis pensamientos.
Emitiendo un raro sonido un cuervo se posó en mi hombro aun sin saber cómo había entrado le dio la bienvenida a un canto lúgubre. Me sacudí con fuerza para quitármelo de encima, el voló hacia una de las ventanas donde la luna volvió a salir sin dejarse opacar de las nubes, por última vez me miro y se fue, parecía nunca más volver.
El timbre se escuchó y fui enseguida, cuando abrí la puerta me llevé una gran sorpresa. Vi a una mujer de grandes ojos y vestido negro que hacia juego con su cabello; era la noche en persona.
La invite a pasar, aunque no entendía la extraña visita. Sin decir nada se sentó en uno de los muebles, le ofrecí algo de beber, pero ella con un movimiento de cabeza negó mi buena acción, su mirada estaba fija en el suelo mientras que yo la miraba desconfiado. No sabía qué clase de historia me presentaba el destino.
Sin más se paró y dirigiéndose hacia mí, puso un beso en mi mejilla, sonriente se encamino hacia la entrada mientras mi vista se nublaba haciéndome dar un turbulento mareo.
Cuando conseguí recuperarme, ella ya se había ido, pero de una forma extraña. Una especie de humo se formó a su alrededor haciéndola desaparecer mientras una pluma caía de mi techo.
"Mi ausencia se siente en mentes vacías", aquel susurro fue la gota que derramo el vaso, y allí estaba yo, parado frente a la ventana esperando de nuevo su regreso, no volví a ver más la luz del día; todo era perdición y oscuridad con un toque de felicidad, razone que en el mundo perfecto personas locas como yo no podíamos existir, sin pensar que aquella locura estaba unida con la muerte, la muerte con su extraña visita... y su visita con el cuervo.
FIN