La falcedad de los Ángeles ©

Capítulo 2: ¡Yo los vi!

«𝐍𝐚𝐝𝐢𝐞 𝐛𝐚𝐢𝐥𝐚 𝐬𝐨𝐛𝐫𝐢𝐨 𝐚 𝐦𝐞𝐧𝐨𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐬𝐭é 𝐜𝐨𝐦𝐩𝐥𝐞𝐭𝐚𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐥𝐨𝐜𝐨».
 

-𝐋𝐨𝐯𝐞𝐜𝐫𝐚𝐟

 

La menor de las Baldwin se encontraba en el quinto piso; en el cual decidían los infantes; a ella le fascinaba convivir con ellos. Todos ellos fueron abandonados por sus padres, las monjas se hacían cargo de ellos hasta que cumplieran la mayoría de edad.

 

Yvone jugaba con una niña cuyo nombre era Eva Rutman. Ella era la más pequeña de todos y la más tierna; su cabello rojizo, ojos grandes y completamente negros y las múltiples pecas en su nariz la hacian lucir adorable.

 

— ¿Cómo la estás pasando, pequeña? —habló Yvone. 

 

—Ahora la estoy pasando genial gracias a ti Yvone —vocifero la infante. 

 

—Asi que te gustan los niños —una tercera voz se unio a ellos. 

 

Keneth sostenía un caramelo en su mano y una paleta de chocolate en su boca. La apariencia del varón era poderosa e intimidante, y de cierto modo eso lo hacía tan atractivo. En el poco tiempo que llevaba en el internado muchas chicas le habian echado el ojo; haciendoles tener pensamientos blasfemicos por primera vez en sus vidas. Si alguna de las monjas se enterará sería seguro que les hiciera una expiación de lujuria. 

 

La muchacha giró a verle—Si, los niños son mi vida.

 

El sonrió y fijo su atención en la pequeña Eva— Hey niña. Te doy este caramelo si me dejas solo con Yvone —Eva pensó si aceptar o no su trueque, entonces dijo:

 

—Que sean tres y una de esas paletas —Yvone se sintió ofendida, ella no era mercancía que se podía vender al mejor postor o en este caso: cangear por unos caramelos.

 

—¡Eva! —chilló.

 

—Trato hecho —contestó el varón para cerra el trueque. De su bolsillo derecho saco una bolsa y de su interior los caramelos que la niña había pedido; al obtenerlos la niña se fue brincando hasta desaparecer por el pasillo.

 

—¿Qué quieres? —habló con hostiga.

 

—Necesito de vuestra ayuda —mordió la paleta causando que un "crack" se escuchara a la perfección gracias al silencio del pasillo.

 

—¿Y qué te hace pensar que te la daré? No somos amigos o nada por el estilo —lo atacó.

 

—Tampoco eres Santa de mi devoción, pero eres con quien más me he relacionado en estas semanas, además, sois la persona indicada para esto —le aclaró.

 

—¿Qué clase de labor?

 

—¿Sabéis qué hay en la rampilla del sótano? —cuestionó.

 

—¿Cómo sabéis que hay una trampilla en el sótano? Está prohibido salir de las habitaciones después de las nueve. Todo aquel que incumpla esa orden será castigado. No te entrometas en lo que no te importa Burton, solo te meterais en problemas —ella estuvo a punto de irse, pero lo que Keneth le dijo la hizo detenese de golpe.

 

—¡Uy! Entonces, estoy seguro que a la madre Sor Mildre le encantaría saber que la chica que eligió para ser la custodia de llaves incumple sus ordenes todas las noches yendo a la cocina por una gran cantidad de comida. No me sorprenderia que dejéis a muchos sin desayuno querida —él la había pillado. Yvone tenía en su poder todas las llaves del internado Ferklody; la madre Sor Mildre la había elegido por ser la chica con mejor comportamientoen todo el internado, siendo el orgullo de muchas. Keneth la había descubierto robando comida de la cocina y la espió durante varias noches para comprovar que era un hábito en ella. Desde ese momento supo que ella que acercarse a ella sería una gran ventaja. 

 

— ¿Me estás chantajeando? 

 

—Si —respondió con una sonrisa. Ella lo vio incrédula, ni siquiera lo negó. 

 

—Hagamos un trueque —ofreció— Mi silencio a cambio de tu ayuda. Yo consigo lo que quiero tu sigues robando comida y yodos felices ¿Qué dices?

 

— ¿No tengo opción, cierto? —él negó— ¿Qué necesitas?

 

—Quiero que habrás la trampilla. Esta noche.

 

 ✞    

 

Horas después ambos jóvenes se encontraban en el sótano. 

 

—No puedo creer que este haciendo esto —murmuró mientras abría el candado de la trampilla. 

 

El primero en bajar fue Keneth luego Yvone.  El varón iluminó el lugar con una linterna que se robo del cajon del profesor de educación física. Habían muchas cajas apildas y varios papeles en un rincon. Un armario con ropa vieja, zapatos y libros. Lo que más llamo la atención del varón fue el archivero junto a un espejo roto.

 

—Supongo que son archivos de los antiguos interos —dijo Yvone al encontrase al varón viendolo con curiosidad. 

 

—Hay que averiguar —Él habrio los primeros cajones sacando todo lo de su interior. Keneth reviso varios de ellos con mucha dedicación. Yvone se alejó y observo el lugar, al encontrarse distraída choco contra una de las cajas. Al recogerla noto un folder con la letra "S" escrito en el. Justo cuando lo cogió del suelo Keneth se lo arrebató. 

 

—¡Hey —se quejó.

 

—Es momento de irnos —informó.

 

— ¿Conseguiste lo que querias?

 

—Lo he hecho —aseguró— Vámonos.

 

Ambos abandonaron la trampilla y después la cerraron. Al subir los peldaños hasta la puerta del sótano Yvone sintió un fuerte escalofrío, era como si alguien pasara una hielo por tu espalda. Esa sensación se fue tan rápido como llegó. 

 

—He cumplido con mi parte del trato. Espero cumplas la tuya —la muchacha tenia los nervios de punta. Tenia mieado de que los pillaran. 

 

—Mi palabra es ley y la cumplo a la perfección —Keneth dejo sola a Yvone para que se fuera a si habitación, seria menos sospechoso si algún interno la veía sola que en su compañía. Cuando ella llego a su habitación tuvo el mal presentimiento de que no debió habrir la trampilla, que no debieron entrar. Esa noche ella no durmió  y mucho menos fue por comida como de costumbre. 




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