Mabel
Me quedo sorprendida por su respuesta tan rápida.
—Sí. Solo debo agregar algunas de las cosas que has pedido —acomoda su postura—. Por eso te digo, que debes subir conmigo al avión el día de hoy.
Parpadeo.
—Bien. Pero antes de subir al avión, necesito darle el desayuno a mis sobrinos y hablar con ellos —le explico, esperando que entienda la importancia de ese momento—. Tengo que decirle todo lo que va a suceder. Siguen siendo niños.
Ancel asiente.
—Por supuesto, Mabel. Nos iremos después de la hora del almuerzo —responde.
—Bien. Ahora, ya puedes irte. Tengo que hacer muchas cosas.
—Muy bien… —dice con voz aburrida—. No tengo nada que hacer… ¿puedo quedarme?, ¿contigo? —parpadea con suavidad.
—No —niego—. A ver, Ancel. Eres un duque real, ¿de verdad no tienes a donde ir? —me quejo agarrando mis caderas.
—Mabel, no conozco esta ciudad. Y no estoy interesado en pasear, además solo vine por ti y no planifique ninguna reunión con el presidente —explica—. Así podría conocer a los niños
Lo miro fijamente.
—Está bien, pero, no quiero quejas con el almuerzo —le indico—. Siempre trato de mejorar.
—No te preocupes, yo me encargaré del almuerzo.
—¿Tú?, ¿cocinar? —sonrío con burla.
—Sí, exacto, yo no voy a cocinar. Le diré a mi asistente que reserve un almuerzo en el mejor restaurante de Austin —me sonríe con entusiasmo—. Así que prepara a tus enanos.
—Bien —me encojo de hombros—. Así no cocino. Es más, es lo que debes hacer de ahora en adelante. Encargarte de tu familia, Ancel. ¿No querías una?, pues, aquí la tienes —le sonrío con satisfacción—. Ahora ven, acompáñame, al comedor tengo que preparar el desayuno para mis pequeños. Ve por allí—. Ya los alcanzo —me voy en dirección a la cocina.
Al llegar a la cocina lo único que hago es agarrar los ingredientes necesarios para un desayuno rápido. Con la jarra de leche en una mano y la caja de cereal en la otra, me dirijo al comedor. Al entrar, veo a mi hija, y a mis sobrinos Miranda y Donald, sentados en silencio, esperándome. Sus caritas reflejan una mezcla de curiosidad y preocupación.
Al llegar sonríe con la leche y la caja de cereal en la mano.
—¡Fiona! ¡Donald! ¡Miranda!— grito con entusiasmo—. ¡Es hora del desayuno!
Empiezo a servir el cereal en sus tazones coloridos. No siempre les doy cereal, pero hay días en los que sí se requiere, ejemplo hoy. Por la llegada de Ancel, atrasé mi sábado con el desayuno de los niños.
Pensando en Ancel, ¿dónde está?
Mientras lleno los tazones, en ese momento Ancel aparece por el umbral de la cocina.
Me mira con una ceja levantada.
—¿Ese es el desayuno que tenías que preparar?
La sonrisa en mis labios desaparece.
—Sí— respondo—. A veces, lo simple es lo mejor. A los niños les encanta esto— digo, vertiendo con cuidado la leche sobre el cereal, asegurándome de que todo este perfecto.
Fiona, que ya ha tomado su tazón, me mira con una gran sonrisa
—¡Gracias, mami!
La miro y le sonrío. Tan linda mi niña, debe estar a punto de decirme que está cansada de tanto cereal por las mañanas.
—De nada, mi amor —refiero mirándola con amor.
—Eso no es un desayuno. Mucho menos para niños —opina Ancel.
Levanto las cejas.
—Tú no sabes nada, Ancel. Mejor siéntate o ve a conversar con tu equipo de seguridad —me siento en una de las sillas.
—¿Cómo son tus desayunos reales, príncipe Ancel? —pregunta Donald con voz curiosa, luego come una cuchara de cereal.
Ancel toma asiento en una de las sillas y lo mira.
—Mayormente, lo que yo deseo desayunar. Tostadas, galletas con mermelada, o mantequilla de maní, frutas…. Muchas cosas —comenta mirando a Donald—. Por supuesto, desayunos nutritivos —Ancel me mira—. Nada de cereal.
—¿Me puedes llevar a tu castillo? —pide Fiona con voz tierna, después me mira a mí.
—¿Me dejarías, mami? —hace pucheros—. Por fis… —súplica con voz suave.
Es imposible decirle no cuando hace eso, pero solo acepto cuando creo que es necesario.
—Por supuesto, Fiona —le dice Ancel.
—¡Siii! —pega un grito y aplaude—. ¿Mami? —consulta conmigo.
La miro y le sonrío. Después miro a Miranda, quien mira a Ancel con recelo y Donald come con tranquilidad.
—Mis queridos niños —me levanto de la silla y los miro. Miranda, Donald y Fiona, no tardan en colocar su atención en mí—. Les tengo una tarea —miro a Ancel, luego miro con una sonrisa a los niños—. El príncipe Ancel, los quiere llevar a su palacio. Será como unas vacaciones.
Donald y Fiona, lo ven con una sonrisa, al contrario, Miranda, lo mira con los labios rectos y levanta una ceja.