La Falsa Familia Real

09 - Él palacio de papá

Mabel

Gracias al cielo, pedí un vestido decente. La prensa en Texas no es igual a la de Los Ángeles, Miami u otra ciudad grande del país; sin embargo, al salir del restaurante, algunas personas estaban tomando fotos. Lo que yo más deseaba era que no sucediera, pero sucedió.

¿Sabrán de mí y todo lo que sucedió con mi hermana?

El asunto es que, al llegar al aeropuerto, Alexander informó que en las redes sociales empezaron a circular las fotos donde estamos Ancel, los niños, su secretario y yo. Y probablemente empiecen a expandirse mucho más la noticia. No he revisado mi teléfono, pero me gustaría saber qué dicen.

¿En qué me he metido?

Cuando las camionetas se detienen frente al jet privado del príncipe, enseguida escucho cómo los niños se sorprenden.

—¡Guau! —expresa Donald.

Miranda libera un suspiro suave y soñador.

—Quisiera ser una princesa real —dice con una expresión suave, mirando el jet.

—Es gigante, mami —dice Fiona con los ojos muy abiertos.

—Sí, lo es —le acomodo el cabello hacia atrás.

En ese momento veo que uno de los hombres de la seguridad real, se acerca a la camioneta y abre la puerta de mi lado.

—Gracias —le agradezco—. ¡Hora de bajar, niños! —con una sonrisa los animo y bajo primero.

Veo a Fiona bajar, luego a Donald y por último a Miranda, quien sostiene el bolso donde está Gaseosa. Fuera ya están esperando Ancel y Alexander, quienes hablan entre ellos. Los niños y yo nos acercamos hacia ellos.

—¡Mira, tía Mabel! —exclama Donald, señalando con sus pequeños dedos hacia el enorme jet que se encuentra frente a nosotros—. ¡Es gigante! ¡Y parece sacado de una película!

Mis ojos se iluminan al ver la maravilla que tenemos ante nosotros. El jet del príncipe Ancel brilla bajo el sol, sus alas extendidas como si invitaran a todos a unirse a una aventura. A mi lado, mi hija Fiona se aferra a mi pierna, su carita de solo seis años refleja una mezcla de asombro y miedo. Sé que es la primera vez que ve un avión, y a pesar de lo emocionante que es, puedo sentir que su inquietud está creciendo.

He subido varias veces a los aviones reales cuando fui novia de Ancel; veo que han innovado.

—Mamá, tengo miedo —susurra Fiona, con el rostro preocupado mientras me abraza con fuerza—. ¿Y si se cae? No podré ver a los cachorros de Gaseosa.

¿Quién le dijo que Gaseosa tendrá cachorros? Seguro fue Donald.

—No te preocupes, mi amor —le digo, levantándola entre mis brazos y acurrucándola contra mi pecho—. El jet no se va a caer. Es muy seguro, lo prometo.

Mientras intento calmar a Fiona, miro hacia los otros niños. Miranda tiene una sonrisa radiante en su rostro. De repente, saca de su cartera rosada un par de gafas de corazones y se las coloca con gran estilo. Con una confianza sorprendente, agarra su bolso donde está la pequeña Gaseosa y se dirige hacia las escaleras del jet, subiendo con elegancia y tranquilidad, como si estuviera en una pasarela.

Ancel, que está a un lado de Donald, observa a Miranda con una sonrisa. Luego se agacha y le dice a Donald:

—¿Quieres subir también? Es muy divertido.

Donald, que siempre está listo para la aventura, no duda ni un segundo. Con una risa contagiosa, corre hacia las escaleras, dejando que su energía infantil lo lleve a conocer lo desconocido.

—¡Voy! —grita mientras sube, dejando atrás a los adultos.

Pero cuando me muevo para seguirlos, siento que Fiona se aferra aún más a mí. Sus ojos están llenos de lágrimas, y antes de que pueda decir algo más, empieza a llorar, asustada.

—¡Mamá, no quiero! —solloza, su voz entrecortada por el llanto—. ¡Se va a caer! —la siento temblar.

—No, no se va a caer, Fiona. Tranquila, amor —digo con voz suave, acariciando su cabello rubio.

Intento calmarla, acariciando su cabello y susurrándole que todo estará bien, pero su miedo parece ser más fuerte que mis palabras. Lo único que puedo hacer es abrazarla con más fuerza, tratando de transmitirle seguridad.

En ese momento, Ancel se acerca a nosotras. Con su voz suave y amistosa, trata de conectar con Fiona:

—Pequeña princesa. No tienes que tener miedo. Este jet es como un gran coche que vuela. Te llevaré a lugares maravillosos —le dice Ancel, con voz suave.

Fiona lo mira, sus ojos aún llenos de lágrimas, pero la curiosidad empieza a asomarse entre sus miedos.

—¿De verdad? —pregunta, su voz un susurro.

—¡Claro que sí! —le responde Ancel, sonriendo con calidez—. Y te prometo que serás una princesa en el aire.

Poco a poco, veo que el miedo de Fiona comienza a desvanecerse, y su mirada brilla con un atisbo de emoción.

—Estás mintiendo... —dice con voz desconfiada.

Ancel niega.

—No, para nada. Miranda y Donald ya están allí arriba.

No le dice nada y solo me abraza con fuerza.

Ancel me mira, impaciente.



#126 en Novela romántica
#57 en Chick lit
#46 en Otros
#24 en Humor

En el texto hay: reino, niños y niñas, familia falsa

Editado: 22.12.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar suscripción




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.