La Falsa Familia Real

15 - Lecciones del día

Mabel

Entro al despacho de Ancel con Miranda, Donald, Gaseosa y Fiona. El lugar es amplio con decoraciones elegantes, pero con colores serios, por otro lado, los niños parecen emocionados por entrar al despacho del duque. Alexander es el que se encuentra en el lugar y al mirarnos, se levanta del sofá para recibirnos con una suave sonrisa.

—Bienvenidos, por favor siéntense —indica señalando el sofá largo que hay en la sala.

—Vamos, niños hagan caso —exhorto, caminando en dirección al sofá.

Miranda, Donald y Fiona, quienes siguen admirados por el lujoso despacho con objetos más caros que todos los órganos que tenemos, se acerca también al sofá y al igual que yo tomo asiento.

—El duque ya está por llegar —anuncia Alexander—. ¿Les gustaría algo para beber? —nos mira con atención.

—Sí, por favor un té de manzanilla —dice con voz educada y cruzando las piernas con sutileza.

Donald, Fiona y yo volteamos a mirarla con el ceño fruncido por su forma de hablar.

—¿Qué? —nos mira Miranda—. Estoy en el papel.

—Bien —volteo a mirar a Alexander—. ¿Ancel viene en tortuga?

Alexander frunce el ceño sin entender.

—Son de la realeza, no tienen sentido de humor —dice Donald.

—Significa que está siendo muy lento —le explica Fiona.

Alexander afirma lentamente entendiendo lo que dije. Pero en ese momento la puerta se abre y vemos entrar a Ancel, quien enseguida se acerca deteniéndose frente a nosotros.

—Ya estoy aquí —nos mira, luego mira a Gaseosa—. ¿Qué hace la perra aquí?

—También escuchará la lección —responde Miranda.

—¿Qué a cómo decir guau - guau de manera elegante? Eso no está dentro de la clase de hoy —refiere Ancel mirando a Gaseosa mientras eleva una ceja.

—Es una perra inteligente.

—Si de pronto hay un hedor, es ella y sus gases —avisa Fiona.

Ancel pestañea y afirma.

—Bien. Mabel, Donald, Miranda, Fiona y Gaseosa. Bienvenidos a mi despacho —dice, su voz firme y autoritaria—. He solicitado esta reunión para conversar sobre lo que haremos mientras nos hacemos pasar por una familia.

Alexander, su asistente, se encuentra a un lado y asiente. Ancel le da una señal y él enseguida se levanta y va en busca de una pizarra digital. Al regresar y posicionarla frente a nosotros enciende la pizarra. La pantalla se ilumina, mostrando un esquema de lo que parece ser un plan de actividades.

Ancel se detiene al lado de la pizarra y nos mira.

—Presten atención a lo que voy a decir —les dice Ancel a los niños, mirándolos con seriedad. Todos nos quedamos en silencio, expectante—. Desde ahora, tanto en público como en privado, deben llamarme alteza real —continúa Ancel—. No se preocupen por llamarme padre o papá; eso no es necesario.

Miranda hace una mueca de aburrimiento y Ancel la observa con curiosidad.

—¿Qué sucede, Miranda? —pregunta.

—Yo creía que podía cobrarte por decirte papá —responde ella con una sonrisa traviesa.

Ancel frunce el ceño, tratando de ocultar su diversión.

—Lamento arruinar tu negocio pensado, pero no es necesario —dice con tono serio—. Además, cuando estén en presencia del rey, siempre deben llamarme de la misma forma su alteza real; cualquier otro título sería descortés.

Fiona mira a Ancel con ojos grandes y curiosos.

—¿Y qué pasa si olvidamos cómo llamarte? —pregunta, preocupada.

Ancel la observa fijamente.

—No se preocupen; habrá tiempo para aprender. También he contratado a una institutriz para que les enseñe las reglas de etiqueta que deben seguir. Es importante que todos siempre se comporten en cualquier parte. Es algo fácil de hacer. Hablar cuando se les pregunte algo, mantenerse tranquilos y permanecer en silencio. También deben aprender a hacer reverencia, pero eso es fácil.

Donald se levanta del sofá y empieza a hacer como un robot.

—Su alteza real —hace una reverencia—. Sí, su alteza real.

—La reverencia está mala —dice Ancel sin expresar ninguna gracia.

Donald deja de actuar como un robot y se vuelve a sentar.

—Será difícil —deja caer sus hombros.

Miranda se inclina hacia él.

—Tendremos mucho dinero —le recuerda.

Donald acomoda su postura y luego mira a Ancel.

—¿Qué otra cosa, su alteza real?

Ancel los mira con los ojos entrecerrados.

—Bien. Mabel tú también tendrás una institutriz.

—No es necesario, Ancel. Nací en Suecia y mi padre pertenece a la realeza, por supuesto que sé cómo comportarme —explica.

Ancel afirma.

—¿Sigues escuchando hip hop o rap? Ya sabes esa música marginal de USA —consulta elevando una ceja.

Abro mi boca con indignación.

—El hip hop y el rap es un excelente género de música, Ancel. Siempre te lo he dicho.

—Necesitas institutriz, cariño.

Lo miro con los ojos entrecerrados.

—No me vas a prohibir que escuchar —sentencio.

—No te estoy diciendo eso, solo digo que irte a vivir a otro país quizás te ha cambiado algunas actitudes.

Me provocó darle con el zapato.

—¿Otra cosa? —levanto una ceja y frunzo los labios.

—No —niega.

—Fantástico —respondo con voz áspera.

—Por lo que veo no has cambiado eso de ser amargada, cariño —dice con una suave sonrisa.

—¡No!

Me lanza una suave sonrisa y niega, pero su mirada se dirige hacia los niños.

—Otra regla importante, cuando estén presentes ante el rey solo y únicamente deben llamarlo por el título de su majestad, ¿entendido?

Los niños con seriedad asienten.

—Muy bien, ya que hemos aclarado lo más relevante, quiero avisar que mañana tendremos una sesión de fotos, deben despertar temprano.

—Entendido —dice Donald.

—Y recuerden que esto es solo temporal —les dice Ancel—. Solo necesitamos actuar como si fuéramos una familia mientras el rey este presente o estemos en público delante de otra persona.

—-Lo entendemos —digo mirándolo.

Ancel termina su exposición y nos mira con seriedad.



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En el texto hay: reino, niños y niñas, familia falsa

Editado: 24.02.2025

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