La Falsa Familia Real

19 - Una noticia inesperada

Mabel

—Buenos días, mis queridos angelitos —les doy los buenos días a cada uno con un beso en la cabeza, sintiendo el calor de su alegría matutina. Que para ser sincera está muy controlada.

Tomo asiento en una silla que me permite escuchar el bullicio de los niños al charlar sobre la película de anoche. Observó como la mesa está dispuesta con cuidado, todo arreglado de forma perfecta, tanto que me hace sentir como la escena de alguna película.

En ese momento, la puerta del comedor se abre con suavidad y entra Ancel, luciendo un traje elegante de color oscuro que le sienta perfectamente. Al mirarnos una sonrisa aparece en su rostro.

—-Buenos días —saluda y con elegancia se sienta en la silla.

Mientras Ancel se acomoda, el personal del servicio aparece, como si estuviera calculando el momento adecuado en el que Ancel llegará para entrar. Comienzan a llegar con la comida. Las bandejas humeantes parecen transportar el aroma de un desayuno delicioso: pan tostado, frutas frescas y mermeladas de todo tipo. Los sirvientes colocan los platos frente a nosotros con precisión, llevando consigo una sensación de cuidado y dedicación.

Cuando terminan de servir, noto que posan cerca de mi plato un pequeño florero que contiene un delicado ramo de margaritas. Mis ojos se iluminan al verlas al sorprenderme; son tan simples y hermosas. Inmediatamente, giro mi mirada hacia Ancel, que se encuentra concentrado en sus cubiertos, preparándose para iniciar su desayuno.

—¿Las flores son para mí?—le pregunto, con un tono de curiosidad que no puedo disimular. Sus ojos se desvían hacia mí, satisfechos al mismo tiempo.

—¿Te han gustado?—me pregunta con una sonrisa, y puedo ver el destello de complicidad en su mirada. —Sé que son tus flores favoritas. No lo he olvidado.

Contemplo las margaritas, ese pequeño símbolo de la simplicidad y la belleza. Las acaricio con la mirada y luego lo vuelvo a mirar a él.

—Son bonitas, como cualquier margaritas —respondo con un tono seco y endurezco mi expresión—, pero no me sorprende.

Ancel me observa con una sonrisa coqueta, una chispa de desafío en sus ojos.

—Sé que, muy en el fondo, te han gustado, Mabel —dice, acercándose un poco—. Y mientras estés conmigo en el palacio, todos los días recibirás una. No me lo vas a prohibir —asegura mirándome fijamente a los ojos así como yo a él.

Alzo el mentón, sintiendo una mezcla de orgullo y determinación. Agarro mis cubiertos y le respondo:

—Eso no cambiará nada entre nosotros —miro mi comida—. Puedes traer las flores que quieras —digo, sin mirarlo.

—Exacto, te regalaré las flores que yo quiera y cuando yo quiera. No me lo vas a prohibir.

Lo ignoro y decido dar inicio a mi desayuno, siguiendo el ejemplo de los niños que ya se han sumergido en sus platos.

—¿Te gustaron los tutus de Gaseosa, mami? —inquiere Fiona a mi lado.

La miro y le sonrío.

—Si, amor. Se le ve hermoso —dirijo la mirada hacia Miranda—. ¿Cómo lo consiguieron? —estrecho las cejas.

—¿Sabes lo ladilloso que es tener a una niña a la hora de dormir diciendo que su perra necesita tutus? —interviene Ancel.

Levanto las cejas y lo miro.

—¿Lo dices enserio? —parpadeo.

—Tía, tú me has dicho que debemos perseguir lo que queremos —comenta Miranda—. No me iba a quedar de manos cruzadas. Gaseosa, necesita verse bien, es… Una chihuahua real —con una sonrisa en los labios, se come un trozo de fresa.

Miro a Ancel con el rostro avergonzado. Podré tener mis diferencias con él, pero sé que hay que respetar el espacio de las personas, mucho más si se trata de un príncipe como él donde todo se rige por un protocolo y debe haber respeto ante todo.

—¿Ibas a dormir? —levanto una ceja y rasco mi cabeza con suavidad.

—Si —mira a Miranda con las cejas ceñidas—. ¿Cómo supiste cuál era mi habitación?

Miranda mira a Ancel.

—Fiona lo averiguó.

Ancel mira a Fiona muy sorprendido, así como yo también.

—¿Fiona? —la observo y parpadeo.

—Un juego de detective, mamí. Miranda me prometió hamburguesas gratis por el resto de mi vida cuando tenga la franquicia de Mcdonalds —confiesa mi hija con una sonrisa.

—Y siempre cumplo mi palabra —asegura Miranda—. Piensa. Por ejemplo, si cae en la pobreza por lo menos tendrá hamburguesas para comer y así no se va a morir de hambre, tía.

Enseguida me cubro el rostro para que no me vean reír. Es imposible no hacerlo, a estos niños se les ocurre cada cosa.

—La verdad es una oferta tentadora… —escucho decir a Ancel.

Quito mis manos de mi rostro y me acomodo en la silla.

—No lo harán de nuevo, ¿verdad Miranda y Fiona? –las fulmino con la mirada.

Las niñas expresan seriedad y baja los hombros.

—Si, mamí —responde Fiona.

—Miranda —la observo.



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En el texto hay: reino, niños y niñas, familia falsa

Editado: 22.12.2024

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