Nicolle Orellana.
El reloj marcaba las 5:20 de la tarde, me encontraba en la biblioteca esperando por los impuntuales, Chris me había escrito que su clase iba a demorarse ya que su profesor había llegado tarde y de Wayne no sabía nada, tampoco tenía su número para llamarlo, así que para no perder tiempo le propuse a la señora Estella ayudarle en la biblioteca mientras los chicos llegaban.
Estella me mostró nuevamente una montaña enorme de libros, mi cuerpo aún dolía pero debía cumplir con mi deber así que empecé a organizar los libros como lo hice anteriormente para poder adelantar por lo menos algo antes de que llegaran los impuntuales, me distraje tanto que perdí la noción del tiempo, observé el reloj enorme que había en la biblioteca y eran las siete y cuarto de la noche y no tenía noticias de ninguno de los dos, mi mejor amigo no me había escrito más y el otro idiota brillaba por su ausencia.
Wayne no tenía sentido de responsabilidad, por eso me caía tan mal, ¿debería sacarlo del grupo? Nunca me ha gustado tener en mi grupo personas irresponsables, era de las primera que protestaba por sacarlos, lo que no sirve se bota así de simple, además tenía todo el derecho de hacerlo, no cumplió con la cita, no se presentó, no aviso.
Flashback.
—¿Deberíamos ir a uno después de clases? —Le preguntó Annie a su "novio"
—Lo siento muñeca, pero después de clases tengo que reunirme con unos compañeros a hacer un trabajo pero podemos ir después de haber terminado el trabajo ¿Qué dices?
— Está bien, me avisas.
Fue entonces cuando recordé aquella conversación llegando a la conclusión que ese pervertido no se presentó por estar follando en un motel con su novia ¡que descarado! mi cabeza empezó a ponerse caliente, me sentía sofocada, con ganas de gritar o salir corriendo.
¿Que era esta extraña sensación?
Tenía que distraer la mente y espantar esa sensación de rabia que me invadía, así que continúe con mi deber.
Estaba tratando de colocar un libro en su estante pero estaba tan alto que por más que me estirara no lograba alcanzarlo y la escalera estaba en el piso de abajo, opción que descarte de inmediato, de un momento a otro sentí que alguien se colocó a mis espaldas tomó el libro de mis manos y lo colocó en su lugar, voltee a ver quien era aquel héroe sin capa y para mi sorpresa se trataba de Wayne, nuestras miradas se encontraron y por unos segundos nos quedamos en total silencio, sus ojos bajaron a mis labios, acto seguido humedeció sus labios y yo mordí los míos por inercia, estábamos tan cerca, me tenía acorralada con sus dos brazos, no podía moverme ni articular palabra de los nervios, este estúpido playboy me hacía sentir cosas que jamás había sentido y eso era algo que odiaba porque no quería experimentar estas sensaciones con él.
Su mirada asiática volvió a buscar la mía y sentí una punzada en el estómago.
— ¿Te han comido la lengua los ratones? ¿o es que so tan irresistible que no puedes dejar de verme?
Fue entonces cuando reaccioné, estaba tan hipnotizada que olvidé que me tenía acorralada, agarré sus musculosos brazos para apartarlo, pero fue inútil.
— ¿Podrías dejarme salir? no tengo tiempo que perder, debo terminar de organizar esos libros. —Señalé la canasta que aún tenía unos cuantos libros.
— ¿Necesitas ayuda?
— ¡NO! ¿podrías simplemente soltarme? De verdad necesito terminar y tú estás estorbándome.
— ¿Por qué eres tan terca? Míralo de este lado, si te ayudo terminarás más rápido y podrás irte ¿no crees?
— Solo suéltame. —Dije casi suplicando.
El pelinegro me quedó mirando nuevamente, pero esta vez su mirada era suave, casi podría decirse que tierna.
— Hagamos algo, solo te soltaré si aceptas mi ayuda, tengo todo el tiempo del mundo, así que tú decides.
— ¿Todo el tiempo del mundo? No me hagas reír, tú novia se molestará si no la llevas al motel más tarde. —mierda ¿porque dije eso?.
— ¿Como sabes eso? — su rostro se torno serio.
— Yo no tengo culpa que ustedes hablen para el público y no para ustedes mismo.
—Tu trabajo como fan acosadora me sorprende cada vez más.
— No soló yo escuche, toda la cafetería los escuchó y además no soy tu fan.
—Para mi lo eres y lo serás siempre yte repito, tengo todo el tiempo del mundo, si no aceptas mi ayuda me quedaré acorralándote, tú decides.
Desde que me acorraló le sostuve la mirada siempre y eso me sorprendió ya que jamás le había retenido a una persona la mirada tanto tiempo, me sentía muy nerviosa, mi cuerpo temblaba y sin mencionar los escalofríos que recorrían todo mi cuerpo, el asiático era mi debilidad, tenerlo tan cerca me generaba toda clase de sensaciones.
Decidí resignarme ya que era imposible ganarle esta vez.
—Está bien aceptaré tu ayuda, pero con una condición.
—Déjame adivinar, quieres la foto y el autógrafo que te ofrecí la primera vez que nos conocimos. —Bromeó.
— Wow, ¿cuanto cobras por la consulta? quiero que me leas el tarot. —le dije con sarcasmo.
Ambos reímos como si fuésemos los mejores amigos del mundo.
—Ya en serio, necesito que me sueltes para poder decirte mi condición —el pelinegro me miró dudoso, pero luego accedió y me soltó.
— ¿Viste a la señora de gafas que estaba en la entrada?
—Si la vi, ¿que hay con ella?
—Mientras me ayudas no debes dejarte ver de ella, porque si llega a suceder eso no quiero imaginar cuantos años estaré aquí metida.
—¿por qué no debo dejarme ver de ella?
—Te explicaré, estoy aquí cumpliendo un castigo el cual tiene una duración de dos semanas, no es porque me guste la biblioteca, osea, si me gusta leer, pero no ordenar millones de libros, si ella ve que alguien me esta ayudando me meteré en problemas, así que por nada en el mundo te dejes ver.