La Fantasía de Elena

Capítulo II

II

Elena

Estaba tan feliz, la editorial aceptó una de mis historias. No estaba segura de del resultado, pero Martín me había convencido para que las llevara.

- ¡No! – le dije ese día. — Son solo cuentos. Los escribí para pasar el rato. No vale la pena….

- Vamos. No seas modesta. Sabes que son muy buenas, a mí me encantan, son apasionantes… y terroríficas…. Tienes una mente psicópata, ¿sabías? – se burlaba de mí y de mi obsesión por incluir muertes y sangre en mis historias.

- Ja, ja, ja. Si te parezco una psicópata, ¿por qué no te alejas de mí…?

- Además… — dijo haciendo caso omiso a mi protesta. —… sería emocionante ser el protagonista de una de tus historias…

- ¡Ja! Y resulta que yo soy la psicópata, pero tú quieres encarnar el papel de un asesino…

- Puede ser… huyendo por todo el país… burlando policías - dijo pensativo como si la historia se contara sola en su cabeza – … ¿Sabes? – añadió - Creo que no podría alejarme de ti. Estoy demasiado acostumbrado a estar contigo. Ya van… ¿Cuánto?, diez años. – agregó, cambiando totalmente de tema.

- Trece para ser exactos…

- Ves, ¿qué harías tú sin mí?

- Vivir tranquila, ¿te parece poco? – suspiré.

- Está bien, está bien. Te propongo un trato. Lleva a la editorial ese libro que tanto me gusta, y yo te dejo de joder. Si quieres me voy al otro lado del mundo… - dijo con voz dramática.

- No es necesario que seas tan exagerado, solo deja de interferir en mis asuntos…

- ¿Trato entonces?… – Dijo con una sonrisa en los labios y extendiendo su mano hacia mí. –… En serio. Dejaré de entrometerme… – dijo al ver que yo demoraba en contestar. Suspiré otra vez.

- Está bien… ¿Pero si rechazan mi libro?

- Bueno, de todos modos, lo intentaste. Y por el intento, intentaré cumplir mi promesa.

Suspiré nuevamente y lo miré con cara de exasperación.

Martín era un gran amigo de años. Me conocía mejor que nadie. Siempre podía contar con él, siempre estaba ahí cuando lo necesitaba. Ha sido para mí ese hermano mayor que jamás tuve.

Su único pequeño gran problema era que me sobreprotegía demasiado, más que un amigo, a veces parecía un padre. ¿Será porque es un par de años mayor que yo?

Era un hombre muy guapo. A sus treinta años, a veces, aún tenía gestos de adolescente. Tenía el aspecto de niño de alta sociedad… (En realidad lo era, pero no le gustaba). Su cabello rubio oscuro y ojos verdes lo hacían una figura ideal dentro del medio que se desenvolvía. Era delgado y medía un metro noventa, todo un top model.

Lo había conocido cuando él y el grupo de baile de su Instituto fueron a dar una representación para el día de la independencia a mi escuela. Yo fui la encargada de la recepción y de mostrarles las instalaciones. Nos hicimos amigos de inmediato. En ese tiempo, con diecisiete años, vivía solo en un departamento. Sus padres lo habían enviado a estudiar a la ciudad, y él no tenía muchas intenciones de volver a vivir al seno materno. Su madre no aguantó mucho tiempo sin ver a su único hijo, por lo que convenció al padre de Martín a mudarse. Así compraron una casa en los suburbios de la ciudad para estar alejados del ruido y la contaminación.

Yo no iba mucho a su casa porque su familia, de origen alemán, era de muy buena situación económica y me sentía incómoda entre tanto lujo.

La señora Friedman era una mujer muy tierna y preocupada de su hijo. Siempre me pedía que me enamorara de Martín. A ella le encantaba la pareja que hacíamos. Mientras que el padre se mantenía al margen, siempre ocupado de sus negocios y sus viajes. Casi no lo conocía. 

Pero la relación de Martín con sus padres era muy decadente. Se la pasaban peleando. Para mi amigo la situación a veces se volvía insoportable, por lo que a diario lo tenía de huésped en mi casa, a pesar de que a mi padre no le hacía mucha gracia. Pero en realidad, a él nada le causaba gracia. Era todo un ogro.

Los padres de mi amigo murieron de manera muy extraña hace seis años. Nunca hablamos de ese tema. Para él es muy doloroso. Se culpaba de sus muertes. Todo había sido demasiado rápido: Martín fue a mi casa para ayudarme en unos trabajos. Nos entretuvimos viendo películas de terror una vez terminamos. Se nos hizo muy tarde. Se fue cerca de las una de la madrugada. Cuando llegó a su casa, una fuga de gas se había llevado a sus padres que dormían en su cuarto. Siempre decía que, si se hubiese ido cuando tenía que haberlo hecho, ellos estarían vivos. Cuando llegó la policía, determinaron que habían muerto hace no más de una hora.

Al poco tiempo mis papás se separaron. Mi papá se fue a otra ciudad y mi mamá se volvió insoportable.

Decidimos vivir juntos, así, que arrendamos un departamento en el centro de la ciudad y abrimos una tienda de alta costura. Martín era diseñador, decía que era una forma fácil de utilizar la imaginación y estar cerca de las mujeres más bonitas (le encantaba organizar desfiles con las modelos más destacadas) y yo me hacía cargo de la parte administrativa.

Vamos a cumplir cinco años viviendo juntos. Al principio era extraño. Él era efectivamente como un hermano mayor. Yo pasaba mucho tiempo solo con mi madre antes de mudarme, por lo que la convivencia diaria con el sexo opuesto fue toda una prueba para mi tolerancia y paciencia. ¿Por qué los hombres son tan… ni siquiera sé cómo llamarlos?



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En el texto hay: asesino, policias, romance

Editado: 06.08.2023

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