Y aquellos ojos color miel, se transformaron en dos rayitos de sol, invadiendo de ternura, de bienestar, su atormentado espíritu.
Trató de encontrar las palabras justas, para no molestar, para no quebrar aquel momento tan especial. Y con miedo, lanzó su frase.
Como agua fresca, brotó de los labios la respuesta.
encontrar la respuesta a su enigma.
De pronto, un rayo, producto de inexistentes nubes. El cielo tronó y una lluvia de pétalos cubrió las blancas arenas. Pétalos multicolores, con aroma a rosas, jazmines, glicinas, invadieron el lugar.
Habían pasado más de dos horas, el sol aun estaba muy alto, sostenido por hilos mágicos, siempre en el mismo lugar. Allí no existía el tiempo, el espacio era eterno.
Soledad y Roque yacían sentados uno frente a otro. Mirándose embelesados, tomados de las manos. Roque sin comprender porque estaba allí, Soledad dando comienzo a su misión en aquel extraño paraje.
Hace muchos años, cuando Roque era muy pequeño, había tenido un sueño, donde él conocía a una mujer que lo transportaría a mundos extraños. En dimensiones desconocidas, donde la imagen reflejada en un espejo, no era otra cosa que un conjunto de colores. Donde las horas eran años y los años siglos. Donde la oscuridad no existía. Donde todo era hermoso y reinaba la paz.
Al despertar de aquel sueño, tuvo mucho miedo porque su pequeño corazón presentía que algún día ese sueño sería una realidad. Prefirió ocultar su pesadilla y trató de olvidarla. Pasaron muchos años, para que lo lograra, y hoy más de 30 años después de aquel patético sueño, regresa para convertirse en realidad.
Soledad no solo le recordaba a aquella mujer, (que siendo tan pequeño, le parecía algo mayor) todo lo que la rodeaba era esa dimensión desconocida, que lo asustaba como cuando era niño.
Un mundo tan distinto al real, con colores diferentes, con sonidos diferentes. Con fragancias extrañas y a su vez conocidas. Había pasado la barrera de la realidad, como el espejo de Alicia en el país de las maravillas.
Y ahora sentía miedo y felicidad al mismo tiempo. Temor a lo que vendrá, placer por sentir libertad, ya nada lo sujetaba a reglas absurdas, obsoletas. Esas reglas impuestas por la sociedad, que tanto nos molestan, pero que estamos dispuestos a aceptar porque las llevamos grabadas por siglos en nuestra memoria, y el solo hecho de pensar en romperlas nos provoca horror y desconcierto.
Mientras tanto en el pueblo todo seguía igual, nadie había notado la ausencia de Roque. Como si Roque, jamás hubiese existido. Como que todos sabían de él, pero nadie se atrevía a mencionarlo.
En su casa estaba todo en orden, inclusive aquel libro de cuentos, que se hallaba en su mesita de luz, junto a sus anteojos y un jazmín, que días antes había cortado de la planta de un vecino.
A Roque le agradaba el perfume de las flores, sobretodo en su dormitorio, solía decir que lo llenaban de paz, que le daban alegría a su alma. Por eso su casa estaba colmada de flores. Allí reinaba el silencio, la soledad y si bien Roque no estaba con su presencia, si estaba su espíritu.
Pasaron los días y todo en la casa estaba igual. Como si la ausencia de su dueño no alterara la vida cotidiana, solía oírse la suave música que acostumbraba a escuchar Roque mientras realizaba alguna tarea en su taller de artesano. También comentaban algunos vecinos, que muchas veces se oía el ruido de sus punzones sobre la madera, o el aroma del barniz con lo que Roque daba por finalizada su obra. Todo estaba igual, sólo que Roque no estaba allí.
. Roque, había atravesado la barrera de la realidad. Su nueva vida era ahora lo increíble e irreal. Talvez lo que muchos llamamos locura. Lo que siempre negamos o peor aun, lo que nunca queremos aceptar por miedo a encontrar una verdad que no sabremos admitir. Por eso cuando en el pueblo algún vecino distraído, pregunta por Roque, nadie responde, sólo silencio hay por respuesta, quedando en el hambiente la duda de una triste verdad. Roque ya no está.
Ya llevaba un mes desaparecido, cuando su vecino Manuel decide concurrir a las autoridades del pueblo para que se allanara la vivienda. Manuel temía lo peor, y solía decir que lo correcto era darle cristiana sepultura, ya que era un hombre de bien y no merecía ser devorado por los roedores o gusanos, sino no era en tierra santa.
Las autoridades deliberaron por más de dos horas y llegaron a la conclusión de que el buen vecino tenia razón, todos merecemos descansar nuestros huesos en paz. Y fue así como un grupo de cinco guardianes del orden y Manuel llegaron a la casa de Roque.