Sólo vemos lo que queremos ver
. Sin Faltaban cinco minutos para que dieran las nueve de la mañana. Manuel y los cinco guardianes del orden, estaban firmes delante de la puerta de la casa del cura. Como esperando un cambio de guardia. A las nueve en punto se abrió la puerta y con un rosario en una mano y una cruz en la otra salió el cura.
- Buenos días hermanos. ¿Cómo se encuentran hoy?
- Bien padre, pero un poco ansiosos por saber que ocurre. Anoche no pude dormir – Dijo Manuel – Tuve la sensación de que alguien iba a venir por mi.
- Alguien ¿cómo quién?
- No sé padre, un fantasma, un espíritu, no sé.
- Bueno, dejemos de pensar tonterías y vamos a la casa.
Salieron los siete hombres. Recorrieron las siete cuadras en un silencio aterrador. Sólo el tambor de sus corazones, daba un marco musical al paso lento y monótono de cada uno de ellos. Una vez frente a la puerta, que se encontraba como el día anterior, sin traba alguna, Manuel y los cinco guardianes del orden se hicieron a un costado, dando paso al cura.
- Pase ud. padrecito, nosotros lo seguimos.
- Esta bien, con valientes como uds. quien puede tener miedo. Dijo sonriente el cura.
Abrió la puerta, y por un instante su vista se cegó. Había allí dentro la luz de mil soles y la fragancia de todo el universo, y la música celestial, más bella, jamás antes escuchada por ningún ser viviente.
- Por favor, no me sigan, debo entrar solo.
- Como ud. diga padre. Aquí lo esperamos. Y los seis hombres se quedaron fuera. Agradeciendo al padre por no haberlos hecho pasar.
Dentro de la casa el cura, comenzó a invocar el nombre de Dios y a pedir por el descanso de Roque. Pero todo fue en vano, la luz no cesaba de brillar, la música cada vez más cautivante y el aroma más embriagador. Después de una hora y media salió el cura, exhausto; con la palidez reflejada en su rostro y en su alma.
Nuevamente recorrieron las siete cuadras en total silencio. Hasta llegar a la puerta de la iglesia. Allí el cura les pidió que entraran en la misma y que rezaran mucho y que de Roque no se volviera a hablar. Después de unos minutos los seis hombres entraron a la iglesia e hicieron lo que el cura les había pedido. Salieron de allí y ninguno dijo palabra hasta llegar a la casa de la vieja Juana.
Allí Manuel, fue el primero que habló.
- Bueno esperemos que doña Juana nos diga algo sobre todo este misterio.
- Yo tengo mis dudas, el padre estaba como asustado.
- Pienso lo mismo, dijo otro guardián del orden
- ¿Qué habrá visto el padre, que lo asustó tanto?.
- No lo sé, por eso espero que doña Juana, nos diga algo.
Esta vez bastó con tocar una sola vez a la puerta. Pues doña Juana los estaba esperando muy ansiosa por darles una respuesta.
- Pasen, pasen. Ya sé donde está Roque.
- ¡Si! ¿Dónde? . fue la pregunta de los seis hombres.
- Vengan que les voy a contar.
Nuevamente se sentaron cerca de la ventana, por las dudas.
- Ya dejen de buscar a Roque, pues el está muy bien donde está.
- Entonces está muerto. Habló con él.
- No, Roque no está muerto. Pero tampoco esta vivo.
- ¡Cómo! Si no está muerto, está vivo. Si no está vivo, está muerto.
- Ni lo uno, ni lo otro. Roque esta viviendo su fantasía. En un mundo que ninguno de uds. conoce y al cual no pueden llegar. Pues solo se llega a él de una sola manera.
- El mundo es uno solo. No hay otra forma de vivir. Dijo Manuel, molesto por tanta intriga.
- Está equivocado don Manuel. Hay personas que tienen la dicha de poder vivir en otros mundos. Algunos en el mundo de la locura, otros en el mundo de la soledad y otros en el mundo de sus fantasías. Pues bien, Roque eligió vivir en su mundo de fantasía. Allí donde sus sueños se convierten en realidad, donde nada, ni nadie le impone leyes absurdas para él. Por eso les digo, mejor dicho, les pido que ya dejen de buscar a Roque. Él volverá algún día, cuando la fuente de su fantasía se agote o no volverá jamás, porque allí se encuentra bien.
- Pero su casa, la luz, la música, el aroma.
- Roque está allí en su casa, uds no pueden verlo porque él no quiere que lo vean. Como él tampoco los ve a uds. porque no le interesa verlos. Sólo ve, lo que él más quiere ver.
- Y qué es lo que él quiere ver. ¿Se lo dijo?
- Yo no hablé con Roque, y sería muy largo y no creo que entiendan bien como lo averigüé. Pero lo importante de todo esto, es que Roque es feliz y nosotros no somos quienes para interrumpir dicha felicidad.
- Entonces quiere decir, que de Roque ni una palabra. Dijo abatido Manuel.
- Si, eso es lo que quiero decir. De Roque, ni una palabra.
- Y cuando nuestro jefe nos pregunte, que averiguamos, ¿que le vamos a responder?. Dijo un guardián del orden.
- Nada, sólo que se lo tragaron las olas de la playa.
- Pero si aquí no hay playa.
- No importa uds. digan sólo eso.
- Va a pensar que nos volvimos locos.
- Quien más cuerdo, que el verdaderamente loco.
- Lo siento doña Juana pero no la entiendo. Dijo otro guardián del orden.
- Ni falta que hace hijo. Y ahora pueden irse que tengo muchas cosas por hacer, en este día.
Los seis hombres se retiraron más deprimidos que cuando dejaron la iglesia. Ahora sabían que Roque estaba en algún lugar. Pero no entendían donde. La vieja Juana y el cura, habían pedido lo mismo; no volver a mencionar a Roque. Y ellos allí en medio de la calle sin saber que iban a decir al resto del pueblo que por curiosidad les preguntara. Y fue Manuel, el que nuevamente habla por primera vez.
- Bueno señores, aquí termina la historia de nuestro bien preciado vecino. Roque, no existe, sólo fue producto de nuestra imaginación. Jamás hubo un artesano en este pueblo, y jamás existió la casa que esta junto a mi casa. Uds. son testigos de mi locura o de mi realidad. No hay más de que hablar.
- Tiene ud. razón don Manuel. La historia llegó a su fin. Realidad o fantasía que más da. Si de la nada venimos y en nada nos convertimos.
- Más yo creo que una explicación hay que dar. Yo diría que se fue tras una hermosa mujer, a la que conoció la noche que desapareció.
- Esa es una buena idea compañero y creo que al jefe le va a gustar.
- Pues bien entonces esa va a ser nuestra respuesta.