Zoe
Repito la prueba de embarazo porque no puede ser, tiene que haber un error, Santiago va a matarme cuando sepa, me culpará de todo y me matará, estoy segura de que lo hará, no es suficiente con hacerme vivir un infierno durante todos estos años que he estado a su lado, río por eso último, a su lado no estoy porque quiera, nadie querría estar atada al diablo, pero sus constantes amenazas y conocerlo como lo hago me mantienen aquí, en un lugar al que no se le puede llamar hogar, jamás he tenido un hogar, me siento en la cama aun mirando la prueba de embarazo positiva y unas lágrimas se deslizan por mis mejillas, desearía tanto estar en otro lugar, no negaré que lo único que extraño de ese sitio al que antes llamaba casa es a mi hermano, me pregunto cómo estará, espero que mejor que yo, espero que nuestros padres sepan cuidarlo, a esos no quiero ni recordarlos, es por culpa de ellos que estoy aquí.
—Princesa —la puerta se abre de golpe y no me da tiempo a guardar la prueba de embarazo, los ojos de Santiago terminan ahí en el objeto que no debió ver aunque qué tonta soy, de todas formas se iba a dar cuenta, tampoco es que un embarazo pueda esconderse durante mucho tiempo —¿qué es eso Zoe? —he quedado muda, el hombre que me compró a mis padres en contra de mi voluntad me toma fuerte del brazo levantándome de la cama, está furioso, me pregunto cómo pude en algún momento no odiarlo, era joven, estaba con él y él al principio, solo al principio, no era el monstruo que es ahora
—Yo... yo
—¿Estás embarazada mujerzuela? —sin importarle nada me empuja, termino en el suelo sentada, Santiago comienza a caminar de un lado de la habitación al otro —embarazada —ríe sin gracia alguna —¿de quién es? —me mira, mis ojos arden por las lágrimas
—Sabes que eres el único que no —me callo temblando de miedo, él asiente
—Bueno, al menos has cumplido una de nuestras reglas con los clientes —comenta sin apartar su mirada de la mía —no puedes estar embarazada Zoe —habla con más calma —eres la favorita y un mocoso será nuestra ruina
—¿Qué intentas decir? —inquiero con poca vos cuando me da la espalda
—Que vas a abortar —anuncia sin mirarme
—Hablas de nuestro hijo Santiago, tu hijo y
—Mira en donde estamos mujer —suelta una carcajada, me mira —eres preciosa Zoe, muy linda, por eso estás aquí y sabes bien cuál es tu trabajo, hacerme ganar dinero —se acerca, me pongo de pie cuando me lo pide, estoy temblando frente a él que lleva sus manos a mi rostro —eres mía princesa y debes seguir así, pero ese bebé no puede nacer, perderás la forma bonita esa que tienes, además, no puedo estar meses sin ganar dinero y eres la favorita, no a todos nuestros clientes les gustaría estar con una embarazada
—Es un bebé —musito, él solo ríe
—Y tu una puta, mi puta, no creo que quieras traer una vida en un lugar así Zoe, ni siquiera puedes cuidar de ti misma —él me besa, es en vano resistirme cuando comienza a quitar mi ropa, solo cierro mis ojos y odio ahora no poder consumir una de esas pastillas que me ayudan a perderme lo que pasa, no hago nada, si me resisto sé lo que pasa, me golpeará y al final hará lo que quiera como siempre hace, me gustaría contar mi historia, decir como terminé aquí en este lugar, con este hombre, trabajando para él, pero siento vergüenza, tanta que he deseado demasiadas veces no estar viva, por lo que solo cierro mis ojos y espero que todo acabe, comienzo a soñar que estoy en otro lugar, que soy otra persona y principalmente que soy feliz, muy feliz.
8 años después:
Me gritan desde la cocina y voy corriendo a por el pedido, el día ha sido demasiado largo y aún no cae la noche, por lo general de día no hay mucho ambiente, pero hoy parece que todas las personas han decidido comer algo en este restaurante, el sudor corre por mi frente y sé que no me puedo detener, llevo más de 3 años trabajando en este lugar, pero sé que al mínimo error me dejarán en la calle y no quiero eso, necesito este trabajo, aunque me paguen una miseria, pero es lo mejor a lo que puedo aspirar
—Aquí tiene señor —dejo el plato en su mesa, este me sonríe
—Espero que esté tan bueno como me dijiste Solecito —dice con su enorme sonrisa, yo río por su forma de llamarme, siempre me dice igual, la primera vez que me dijo así quedé confundida, la segunda ya tuve que preguntar por qué, me dijo que mi sonrisa iluminaba su día y quitaba sus problemas, no pude evitar sonreír, si tan solo supiera por todo lo que he pasado en mi vida me preguntaría por qué sonrío, no tengo nada por qué hacerlo.
—Y lo está, ya sabe que somos los mejores —le guiño un ojo, miro mi reloj, mi turno casi termina, así puedo volver a mi apartamento, darme un largo baño de los que me gustan y acostarme en mi sillón a ver alguna serie interesante, eso es todo lo que deseo y siempre hago lo mismo, en mi vida no hay sueños ni nada parecido, vivir, solo eso, vivir y no recordar el pasado porque duele mucho, demasiado y no quiero que las heridas se abran y vuelvan a sangrar, ya Zoe, deja de recordar, siempre me pongo mal cuando eso pasa.
Mi mirada viaja a una de las mesas en donde hay un niño solo, sentado y moviendo sus dedos impaciente, mis pies se mueven solos hacia él, ¿dónde estarán sus padres? Me detengo y él levanta la mirada
—¿Al fin me van a atender? —alzo una ceja por su pregunta
—Bueno, ¿llevas mucho tiempo esperando? —bufa
—Una eternidad, ya perdí la cuenta de todos los que te llaman Solecito aunque en tu uniforme dice que te llamas Zoe —no puedo evitar sonreír, carraspeo un poco
—Mi turno ya casi termina, pero dígame, ¿qué quieres comer? —señalo la carta, él se queda pensativo
—Qué me aconsejas? Trabajas aquí, dime que es lo que más te gusta y eso comeré —respiro hondo antes de hablar
—Bueno, la tarta de manzana a mí me encanta pero
—Tráeme dos porciones por favor —pide sin mirarme, sonrío —y dos jugos