Zoe
¿Qué padre dejaría a un niño solo? Desearía decirle que conozco esa clase de padre, que soy así, que fui así, que dejé a un pequeño solo, aunque no tuve elección, juro que no quería pero... ¿Y si pude haber hecho algo? Dicen que siempre se puede hacer algo, pero no lo hice, simplemente me quedé ahí y luego hui como la cobarde que he sido toda mi vida, hui queriendo escapar de mi vida, pero los recuerdos me persiguen y aún puedo escuchar en mi cabeza el llanto de un bebé que no debía ser alejado de su madre.
—¿Estás bien? —lo miro, él ha dejado de comer —te pusiste triste, tu sonrisa se fue, ¿dije algo malo? —niego antes eso último
—¿Qué edad tienes Alan?
—8 años —dice sonriendo —casi —susurra sin mirarme, sonrío
—¿Y por qué estás cenando solo?
—No estoy solo —enarco una ceja —una linda chica me acompaña aunque no está comiendo su tarta y me dijo que le gustaba —río sin poder contenerme, él también ríe.
—Me refería a por qué no estás con tus padres
—Papá trabaja mucho, ni siquiera tiene tiempo para él y me gusta conocer lugares nuevos, pasaba por aquí y decidí entrar —asiento con lentitud.
—¿Y tu mamá? —su mirada se entristece y me doy cuenta de que he cometido un error —perdón
—No pasa nada, ella murió
—Lo siento
—Descuida, no sabías —dice mirando el jugo en su vaso —hace casi tres años ya, intento recordar cosas de ella todos los días, no quiero olvidarla —siento dolor por su historia —¿y tú? Cuéntame de ti —pide de pronto volviendo la emoción en su voz
—Soy todo lo que ves Alan —me encojo de hombros —trabajo aquí como ya sabes y vivo no muy lejos
—¿Tienes pareja? —niego sin dejar la sonrisa, él sonríe también y sus ojos se achican, parece estar pensando algo —me caes bien Zoe, ¿podemos vernos otro día? —se levanta de su silla, hago lo mismo, este chico es extraño aunque muy educado.
—Por supuesto —dudo antes de responder
—Ok, vendré más seguido Solecito —diciendo eso pasa por mi lado, yo volteo y veo como sale del local, por instinto lo sigo hasta verlo entrar al auto negro que señaló antes y este arranca y lo pierdo de vista, ¡qué pequeño más raro! Pero es muy lindo y simpático
—¿Ya te vas Zoe? —pregunta Hugo uno de mis compañeros
—Así es
—Si quieres te llevo —señala su auto
—Gracias, pero me gusta caminar —le sonrío y luego de buscar mis cosas salgo de ese lugar, he perdido la confianza en todos, aprendí por las malas que los monstruos existen y que están donde menos te imaginas, mis padres eran monstruos, Santiago también lo era y yo, yo me siento como uno cada vez que los recuerdos me atormentan.
Como tengo por costumbre luego de mi baño me lanzo al sofá y pongo una serie que me ha empezado a gustar, sé que acabaré dormida aquí, pero el cansancio es demasiado y ya no me levanto para ir a la cama, mis ojos se cierran y sonrío al recordar al pequeño de hoy.
La alarma suena invitándome a pasar un largo día de pie atendiendo a personas que a veces no son muy agradables, me levanto dando un bostezo, hora de trabajar Zoe y así comienza mi día a día y todos mis días son iguales, aburrida, la palabra que me define en estos últimos años.
—Ayer te fuiste temprano —comenta Samy, una de mis amigas, ambas estamos limpiando las mesas, ya falta poco para abrir
—Estaba cansada
—Pero hoy no te libras —me señala con su dedo —hoy nos vamos de copas, amiga mía
—No, gracias —suspiro
—Vamos Zoe, nunca aceptas, nos conocemos hace años y nunca quieres venir con nosotras, solo serán un par de copas a ver si ligamos con un tío bueno —suelto una breve carcajada
—Sabes que no bebo alcohol Samy —lo sabe, claro que sí, lo que no sabe es por qué, no quiero recaer, llevo años limpia, pero prefiero evitar esos ambientes llenos de alcohol y droga
—Bueno, bebes algo sin alcohol junto a nosotras —se encoge de hombros, yo río —eres muy aburrida Zoe, así no vas a conocer a nadie —evito decirle que tampoco quiero conocer a ningún hombre, que ya tuve suficiente de estos, me dejo caer en una silla cuando termino —dime algo —la miro —¿en qué trabajabas antes de llegar aquí? —ella también se sienta
—Era —busco algo en mi mente —camarera en otro lado —intento sonar convincente
—Ya —achica sus ojos, perfecto, no me cree, pero tampoco puedo soltar, a hola, era prostituta y drogadicta —Zoe sabes que somos amigas, ¿verdad?
—¿Por qué me lo recuerdas? Lo había olvidado —sonríe
—Evitas a los hombres a toda costa y al alcohol también, no vas a fiestas, solo trabajas, no dices nada de tu pasado, quiero que sepas que
—Samy solo soy alguien aburrida y ya está —me levanto de mi asiento, ya es hora de abrir el local.
No negaré que pasé todo mi turno esperando ver cómo entraba un pequeño de cabello rubio y ojos verdes, no negaré que siempre que alguien entraba miraba con esperanza, pero al parecer hoy no vendrá, ni siquiera sé por qué lo esperaba, por qué pienso en él, no es el primer niño al que veo, pero sí el primero que me habla como él lo hizo.
Mi turno termina y agotada salgo del restaurante, camino con paso apresurado, ya que la noche ha caído y digamos que el barrio en donde vivo no es el mejor lugar, veo que no venga ningún auto y comienzo a cruzar la calle, mi teléfono vibra en mi bolsillo, siento un chirrido y luego caigo al suelo al ser golpeada por un auto, me quejo de dolor y al abrir los ojos me topo con unos ojos verdes que me miran asustados
—Dígame que está bien, por favor —asiento y él me ayuda a levantarme —¡maldita sea! Solo esto me pasa a mí, ¿acaso no ve por donde camina? —lo miro, ¿me está culpando?
—Usted fue el que no se detuvo, iba muy rápido y de seguro entretenido
—Si claro, ahora yo debía verla a usted, se supone que es la persona quien mira hacia todos lados para ver que no venga un auto —reclama con fastidio y pierdo la paciencia.