La favorita del jefe

Capítulo 3: Desastre

Adrien

Es un desastre... Pienso al recordar lo que ha pasado, ¿cómo no la vi? Tenía que haberla visto, pero estaba ocupado mirando el teléfono y sí, fue mi culpa, cosa que no puedo admitir y menos pueden saber los demás, no necesito un escándalo ahora mismo y es por eso que estoy dando vueltas por la habitación de hospital, de la que ya me quiero ir porque odio los hospitales, estos solo me traen recuerdos horribles, pero me es imposible irme y dejar a la chica que sigue inconsciente, a esa que atropellé por estar mirando la ubicación de mi hijo, respiro hondo y detengo mis pasos cuando siento un jadeo, la chica se mueve en la camilla aún con los ojos cerrados, su cabello negro está desparramado en la cama, yo me acerco con lentitud, gracias a dios, según los médicos ella está bien.

—Oye —toco su hombro, vuelve a quejarse sin abrir los ojos —oye —la toco con más fuerza, sus ojos se abren de golpe mostrándome unos muy bonitos ojos de color café, no quería ser un cretino con ella, pero he tenido un día demasiado complicado —¿estás bien? 

—¿Morí? —hace la pregunta más tonta que he escuchado, luego sus ojos se abren como platos, retrocedo cuando se sienta en la cama —usted me atropelló! —me señala

—Señorita yo

—¡Fue su culpa! —tenso mi mandíbula, eso es cierto, pero

—¿Cuánto quiere? —me mira horrorizada —por quedarse callada y no decir nada, no quiero demandas, solo diga una cifra y

—No quiero su dinero —se pone de pie mientras farfulla algo que no entiendo.

—Mire no quiero problemas

—Haberlo pensado antes de atropellarme y ser un cretino —mi boca se abre, ¿qué demonios?

—¿A dónde vas?—mascullo cuando ella caminaba hacia la puerta, detiene sus pasos y me mira, su mirada me repasa por completo hasta detenerse en mis ojos, yo hago lo mismo notando que aunque su ropa es sencilla y no se ajusta a su cuerpo, tiene una forma muy bonita y es...¿Pero en qué estoy pensando?

—A mi casa

—La llevo —digo pasando por su lado

—¿Cree que si es educado ahora no lo demandaré? —me tenso por completo, al darme la vuelta para mirarla está cruzada de brazos con una ceja alzada, ¡qué criatura más indeseable! Suspiro con pesadez

—Intento ser educado —camino hacia ella —me equivoqué antes sí, pero la traje a un hospital, pagué los gastos de su ingreso cuando debía estar en mi casa con mis hijos y me quedé aquí esperando que despertara para llevarla a la casa, solo mire la hora que es señorita, es tarde y dos pequeños me esperan en casa, dos pequeños a los que no veo desde hace dos días y a los que quiero encontrar despiertos —termino de hablar, pero ella parece perdida en sus pensamientos, ¿me escucharía acaso?, es insufrible.

—Puedo pagar los gastos del hospital —comenta mirando mis ojos, ¿en serio solo eso escuchó de lo que dije? 

—Bien —saco del bolsillo de mi pantalón lo que costó que la atendieran, le entrego el papel, el cual toma en sus manos —si es así puede pagarme lo que pagué —sus ojos se abren en demasía, sonrío con superioridad, claro está que es una gran cifra para ella, me mira desconcertada

—¿Me hicieron un trasplante de corazón acaso? —suelto una pequeña carcajada —¿sabe qué? Le pagaré —asiente —le pagaría —rectifica —pero me trajo al hospital equivocado, ¿acaso estamos en la luna y no me he dado cuenta?

—Es el mejor hospital de la ciudad —murmuro alzando una ceja

—Mala decisión, no pedí venir hasta acá —lanza el papel lejos y comienza a caminar alejándose de mí, yo río sobando el puente de mi nariz y decido seguirla, los médicos dijeron que aunque estaba bien debía estar en observación

—No puede irse, no le han dado el alta —digo siguiéndola dándome cuenta de que ha cogido por las escaleras —hay un ascensor —mascullo

—No me quedaré aquí, capaz luego me cobren la gelatina que dan como un plato fino —sonrío —y me gusta caminar

—A mí no

—No le pedí seguirme como un perro —niego con la cabeza siguiéndola, es un desastre esta mujer

—Estamos en una quinta planta

—Me gusta caminar, amo hacer ejercicio —aprieto mis dientes para no decir más, está claro que, o no se fijó en el ascensor o no le gustan los lugares cerrados, se nota que hacer ejercicio no es lo de ella, está buena, tiene un cuerpo de infarto, eso se nota a pesar de la ropa, pero por como va disminuyendo la velocidad es claro que ya está cansada y por como maldice con cada escalón es definitivo eso de que si camina solo es por falta de auto.

—¿De qué se ríe? —casi choco con ella cuando se detiene en la salida.

—Del desastre que eres y causas —expreso adelantándola, abro la puerta de mi auto y tomo su brazo cuando iba a pasar por mi lado, sus ojos me acribillan, pero no la suelto —suba, la llevaré y eso no es cuestionable.

—¿Cómo sé que no me quiere secuestrar? 

—¿Y qué pediría por el rescate? Ni siquiera tiene para pagar este hospital, no fastidies y sube

—Podría ser un asesino en serie o violador —masculla soltándose, ¡maldición! 

—Soy Adrien Bennet —le extiendo mi mano al decir mi nombre, por su forma de abrir los ojos y escanearme con su mirada se nota que me conoce o que al menos ha escuchado mencionar mi nombre

—El chef famoso —murmura y sonrío —el dueño de esos restaurantes que han abierto por toda la ciudad

—Por todo el país —rectifico —y fuera de él también, ahora suba —está estupefacta y con lentitud sin dejar de mirarme, sube al auto, suspiro, al fin podré llevarla a su casa y dejar de verla, un minuto más con ella y me ahorco con la corbata que llevo.

★★★

La noche anterior:

Alan baja rápido del auto y corre hacia la casa, como de costumbre saluda a cada empleado que ve, pero la euforia no lo deja quedarse a conversar con ellos como siempre hace, Siena, la mujer encargada de los empleados y que vio al chico nacer se sorprende cuando ve a este subir rápido las escaleras, el chico siempre le pregunta a todos por su día y se interesa por el personal, algo debió ocurrir, piensa la mujer sonriendo.




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