—Espera un poco, buscaré unas toallas.
Yez se quedó unos minutos sola entre la cocina y el comedor. Seguía escurriendo y, conociendo la extrema limpieza de Chard, sabía que pondría el grito en el cielo si descubría su inmaculada estancia llena de charcos de agua. Evitando un mal rato para el novio de Ange, optó por permanecer quieta en un solo lugar.
—Aquí tienes. —Armin regresó con un par de toallas y le entregó una camiseta y un short—. Espero te pueda servir.
Al recibir la ropa, ambas manos chocaron y Yez sintió como los colores se le subían al rostro. En su mente se repetía una y otra vez que estaba sola con Armin, su ropa estaba completamente mojada y se cambiaría por una camiseta del chico. Antes de que su mente continuara con el ataque —y dejando de lado su preocupación por mojar el piso— salió disparada hacie el baño.
Cerró la puerta tras de sí, esperando que la distancia la ayudara a calmarse. Observó la camiseta en sus manos, negra con un sutil aroma a suavizante. Recordó habérsela visto puesta en más de una ocasión y, ante la imagen de Armin vestido de negro, su intención de relajarse desapareció.
—¡En qué situación me metí! —seguía preguntándose porqué había aceptado ir al departamento, cuando pudo haberle pedido que la llevara directamente a su casa.
Una vez estuvo lista, salió del baño y regresó a la sala donde Armin la esperaba con una taza de té caliente. Sentado en la mesa del comedor con la atención centrada en su computadora portátil se había cambiado por un atuendo más casual: una camiseta blanca y pantalones deportivos grises; su mano descansaba sobre su barbilla dándole un aspecto intelectual.
Yez perdió el habla, simplemente se quedó mirándolo como adolescente enamorada.
—¿Yez? —El chico se acercó al verla de pie y le acercó la taza humeante—. Pensé que te haría bien, cuando éramos niños la madre de Xris nos daba té con leche caliente si la lluvia nos tomaba desprevenidos, decía que nos ayudaría a no enfermarnos.
Yez tomó la taza entre sus manos. Su sensible olfato pudo percibir la fragancia frutal desde el baño, pero nunca imaginó a su amigo preparando un té. Tomó un sorbo con precaución creyendo que estaría demasiado caliente, pero se llevó una gran sorpresa al encontrarlo en una temperatura ideal.
—Dime la verdad, ¿qué hacías bajo la lluvia?
¿Cómo decirle que había sido un pésimo día, aturdida por el romanticismo del ambiente, que se sentía sola y le hubiera gustado salir con él?
—¿Qué te sucede, Curiosa? ¿Tienes algún problema?
—No es nada… de verdad. —Dejó la taza sobre la mesa y se acercó al cancel que daba al balcón donde las gotas de lluvia se estrellaban contra el cristal.
—¿A caso esto tiene que ver con que hoy sea el Día de los Enamorados y las chicas hayan salido con sus novios?
—Puede ser —murmuró bajito.
—¿Y tú por qué no saliste con alguien? Estoy seguro que te llovieron invitaciones, eres bonita y llamas la atención. —Le sonrió.
Yez simplemente desvió su mirada, no podía negar que había recibido un par de propuestas, las mismas que rechazó pues la única persona que le interesaba estaba frente a ella y ni siquiera lo notaba.
¿Podría arriesgarse a confesar lo que sentía por él? Armin acababa de decirle que era bonita, a lo mejor las cosas serían diferentes a todos los escenarios que había imaginado. Tal vez era el sonido de la lluvia, que vistiera con su ropa o el relajante sabor del té, de pronto sintió que podía ser honesta y decirle cuánto le gustaba.
—No quiero estar con cualquiera, yo quiero estar con…
Antes de que pudiera seguir con su confesión, la puerta de entrada se abrió de golpe.
—¡Qué clima tan más loco!