La flor del clan Mcgregor

Capitulo 19

La tensa calma que se había instalado en Eilean Donan tras la partida de Laird Cameron era frágil.

Como el silencio que precede a una tormenta aún mayor.

Los guerreros Mackenzie mantenían una vigilancia constante, sus miradas escrutando el horizonte sobre las aguas oscuras del loch.

La conversación en el castillo giraba en torno a la amenaza apenas velada de Cameron y la certeza de que no tardaría en actuar.

Pero fue a media mañana cuando la incertidumbre se convirtió en algo aún peor.

Un jinete solitario, cubierto de polvo y con el caballo exhausto, llegó a las puertas de Eilean Donan.

Neilan, con una expresión pétrea, tomó el pergamino sellado de sus manos y rompió el lacre con decisión.

A medida que sus ojos recorrieron las palabras escritas, su expresión se endureció aún más.

Cuando finalmente habló, su voz fue grave y sombría.

—Laird Duncan McGregor ha muerto.

El silencio en el gran salón se volvió sofocante.

Duncan McGregor había sido un líder astuto, aunque anciano.

Su muerte alteraba el delicado equilibrio de poder entre los clanes.

Pero no era solo la pérdida de un jefe de clan.

Era la ascensión de su hijo, Colin McGregor, al poder.

Para Aileen, la noticia fue un golpe devastador.

Sintió como si el aire se le escapara de los pulmones.

Pero las noticias no terminaban allí.

El jinete, bebiendo un trago de agua, agregó con voz baja:

—Corren rumores sobre la muerte de Laird Duncan. Se dice que… su propio hijo, Laird Colin, precipitó su final.

Un accidente.

Convenientemente ocurrido.

El silencio se volvió aún más espeso.

Para Aileen, las palabras se hundieron en su piel como una garra afilada.

Colin McGregor siempre había sido cruel.

Pero matar a su propio padre…

Ese era un nivel de monstruosidad que nunca había querido imaginar.

El miedo se deslizó por su columna como hielo.

Sintió una presión en el pecho, la amenaza de Colin transformándose en algo tangible, una sombra oscura que la acechaba incluso en tierras Mackenzie.

Neilan notó su reacción al instante.

Por primera vez, la vio no solo como una protegida, sino como una mujer realmente vulnerable.

Y en sus ojos había algo nuevo.

Una determinación feroz.

Pero también una pregunta silenciosa.

¿Por qué su miedo era tan grande?

Neilan vio a Evan y Johanna acercarse a Aileen, susurrando algo que ella apenas parecía registrar.

Su mandíbula se apretó ligeramente.

Tenía que entender qué estaba ocurriendo.

Mientras los demás discutían las implicaciones políticas de la muerte de Duncan McGregor, Neilan se acercó a Aileen.

—Aileen

Su voz fue más suave de lo habitual.

Ella lo miró, las lágrimas acumulándose en el borde de sus ojos.

—Laird… ahora… ahora ya no hay nadie… Colin… él…

Neilan asimiló la súplica contenida en su voz.

Y supo lo que tenía que hacer.

—Ahora más que nunca, estás bajo la protección del clan Mackenzie.

—No permitiré que nadie te haga daño.

Sus palabras no eran solo una promesa.

Era una declaración.

Aileen cerró los ojos, sintiendo la fuerza de su voz envolviéndola como un escudo.

Por un instante, su terror se debilitó.

Solo un instante.

Más tarde, Neilan se reunió con Cailean y los líderes del clan en su estudio.

La muerte de Duncan complicaba aún más su postura frente a Cameron.

La inestabilidad en las tierras McGregor podía hacerlos vulnerables.

O quizás… ser una oportunidad para los Mackenzie.

Pero en la mente de Neilan solo pesaba Aileen.

Su decisión de acogerla no solo había desafiado a Cameron.

Ahora, la ponía directamente en el camino de Colin McGregor.

Un hombre capaz de asesinar a su propio padre.

La necesidad de protegerla se había vuelto más urgente.

Y más personal.

Mientras la noche caía sobre Eilean Donan, Aileen se acurrucaba en su habitación.

Las sombras de su pasado parecían acercarse inexorablemente.

Pero no era solo el miedo.

Era la certeza de que Colin vendría por ella.

No era una cuestión de si lo haría.

Era una cuestión de cuándo. De

Entonces, el sonido de pasos rompió su ensimismamiento.

Rápidos

Indecisos

Por un instante, su cuerpo se paralizó.

¿Había llegado Colin hasta ella?

El sonido se detuvo.

El aire se volvió helado.

Pero luego, una voz temblorosa rompió el silencio.

—Aileen… soy yo. —Johanna

Su rostro estaba pálido, lleno de preocupación.

—Evan dice que debemos mantenernos alerta. Colin… —Trató de respirar hondo. —Colin va a venir por ti.

Aileen cerró los ojos.

Lo sabía.

Siempre lo había sabido.

Pero ahora, era una certeza que la envolvía como una pesadilla imposible de despertar.

Johanna tomó su mano, en un intento por darle fuerza.

Pero el miedo de Aileen ya no tenía límites.

Porque en algún lugar, más allá de las montañas…

En la fría noche de las tierras McGregor…

Colin estaba planeando su próximo movimiento.

Y su sonrisa sería lo último que Aileen vería si no hacía algo rápido




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