La flor del clan Mcgregor

Capitulo 29

Después de haber besado a Aileen, Neilan salió de la habitación, su mente aún atrapada en el instante que había compartido con su esposa. El roce de sus labios no había sido solo un gesto, sino una revelación.

Y, sin embargo, la sombra de Isla seguía allí, persistente en su intento de sembrar discordia.

Neilan ya tenía claro lo que iba a hacer.

El tiempo que estuvo afuera, lidiando con el conflicto en la frontera, se dio cuenta de lo mucho que echaba de menos a Aileen.

No solo por la imagen de ella, sino por la sensación de su presencia, la tranquilidad inesperada que le otorgaba.

Estaba tan absorto en sus pensamientos que no se dio cuenta de que Johanna y Cailean estaban delante de él.

—Neilan —dijo Johanna con voz firme. Necesito hablar contigo ahora.

Neilan asintió, despidiendo a su hermano con una mirada. Pero Johanna dejó claro que Cailean debía enterarse.

Johanna no esperó más.

—Aileen está sufriendo. Isla le ha dicho cosas… cosas que han hecho que dude de ti.

Neilan frunció el ceño.

—¿De qué hablas?

Johanna le relató con detalle la conversación de Isla con Aileen, la insinuación venenosa sobre su encuentro antes de la partida y la profunda duda que había sembrado en el corazón de su esposa. Lo peor fue cuando le contó que Malcom fue la opción para casarse con ella y no él.

Cailean, hasta entonces silencioso, exhaló con frustración.

—Te lo advertí, hermano. Al meter a esa mujer en tus aposentos, le diste armas contra ti.

—Esa mujer tiene que irse de aquí. Si no lo haces ahora, seguirá causando problemas.

Neilan apretó la mandíbula.

—Voy a solucionar esto.

Con determinación sombría, Neilan mandó llamar a Isla al gran salón.

La criada llegó con una arrogancia desafiante, su belleza teñida por un resentimiento latente.

—Laird, ¿me ha llamado?

Neilan la observó en silencio antes de hablar.

—He oído rumores, Isla. Rumores de que has estado sembrando mentiras y veneno en la mente de mi esposa.

Isla intentó mantener su compostura.

—¿Mentiras, Laird Solo… ofreciendo consuelo a Lady Mackenzie en su soledad?

Neilan se acercó un paso, su mirada helada.

—Tu consuelo ha sido un intento de difamarme y socavar mi matrimonio.

—No toleraré la insubordinación ni la malicia en mi castillo.

—Pero Laird... yo siempre he sido leal.

Neilan esbozó una sonrisa fría.

—Tu lealtad siempre fue hacia ti misma, Isla.

—No hacia mi clan. No hacía mi esposa.

La criada se tensó, viendo el cambio en su expresión.

—Por tu intento de sembrar discordia y dañar a Lady Mackenzie, te expulso de Eilean Donan.

—Partirás antes del amanecer.

—No volverás a poner un pie en estas tierras.

El anuncio resonó en el salón, dejando a Isla pálida y sin palabras.

Algunos sirvientes intercambiaron miradas sorprendidas, mientras que otros mostraron una discreta satisfacción.

Isla apretó los puños.

—Laird

—No hay más que decir. Vete.

Más tarde, Neilan buscó a Aileen en sus aposentos.

La encontró junto a la ventana, mirando hacia el lago con una tristeza palpable.

—Aileen —dijo suavemente.

Ella se giró, su expresión aún distante, pero con una pregunta silenciosa en sus ojos.

—He hablado con Johanna —continuó Neilan. Sé lo que Isla te ha dicho.

—Nunca fui a sus aposentos antes de partir y es cierto que le propuse a Malcom de casarse contigo, pero en el fondo deseaba que dijera que no.

Aileen lo observó con atención, tratando de discernir la verdad en sus ojos.

La firmeza en su voz y la decisión de expulsar a Isla sembraron una pequeña semilla de alivio en su corazón.

—¿Por qué la despidió, Laird? —preguntó en voz baja.

Neilan exhaló lentamente.

—Porque intentó dañarte.

—Porque su veneno no tiene cabida en mi hogar.

—Eres mi esposa, Aileen. Y te protegeré de todas las amenazas, internas y externas.

La desconfianza en los ojos de Aileen no desapareció por completo, pero se suavizó ligeramente.

Neilan dio un paso hacia ella.

—¿Aún dudas de mí?

Aileen no respondió de inmediato.

Su corazón latía con fuerza.

—¿Por qué Malcom? —quiso saber.

—Porque vi que os llevabais muy bien, vi vuestras miradas cuando hablabais, pero él me dejó claro sus sentimientos —dijo.

—Malcom es como un hermano.

—Lo sé, él me lo dejó claro; en el fondo sentí un alivio de que no se casara contigo.

—Y usted, Laird, ¿se quería casar conmigo?, aun metiendo en sus aposentos a Isla?

Neilan no supo qué contestar a esa pregunta.

—Aileen, sabemos que este matrimonio es sin amor, pero te prometí respetarte; no he vuelto a meter a Isla en mis aposentos. Confía en mí.

Neilan alzó la mano, sus dedos rozando su mejilla en un gesto inesperado.

—Si te doy mi palabra…

—¿Podrás confiar en mí?

Aileen cerró los ojos por un instante.

—No lo sé. Pero quiero intentarlo.

Neilan no dijo nada más.

Solo la besó.

Fue un beso lento, firme, sin dudas.

Un beso que desvaneció los murmullos de Isla y todas las inseguridades que había sembrado.

Cuando Neilan se apartó, sus ojos estaban fijos en los de Aileen.

—Entonces, intentémoslo juntos.

Aileen no respondió con palabras.

Pero cuando se acercó a él, apoyando su frente contra la de Neilan, supo que el curso de su destino había cambiado para siempre.

Al amanecer, Isla partió de Eilean Donan, dejando tras de sí un silencio tenso.

Pero la verdadera batalla aún estaba por comenzar.

La amenaza de Colin seguía acechando en el horizonte.

Y ahora, Neilan y Aileen ya no solo eran un matrimonio de conveniencia.

Eran un matrimonio con un propósito real.




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