Los meses en Eilean Donan se deslizaron con la cadencia pausada de las estaciones.
El invierno se asentaba con fuerza, cubriendo los terrenos con su manto de frío.
Pero dentro del castillo, una calidez diferente había empezado a florecer.
La relación entre Neilan y Aileen había crecido en una intimidad tranquila, tejida con miradas robadas, sonrisas tímidas y un afecto silencioso.
Y aunque ninguno había pronunciado la palabra amor, sus acciones hablaban más que cualquier declaración.
Fue en medio de ese silencioso florecimiento que un mensajero del Rey llegó, portando un sello real que exigía la presencia inmediata de Neilan en la corte.
La noticia cayó como una piedra en el estanque tranquilo de su vida.
Neilan leyó el pergamino con el ceño fruncido, su expresión sombría.
—Debo partir de inmediato, Aileen —dijo, su voz más seria de lo habitual. El rey requiere mi presencia sin demora.
Aileen se tensó.
—¿Por cuánto tiempo? ¿Qué sucede?
Neilan exhaló, pasando una mano por su cabello.
—No lo sé con certeza. Asuntos delicados, parece.
Se acercó, sus ojos oscuros fijándose en los de ella con una intensidad silenciosa.
—Prometo regresar tan pronto como pueda.
Un momento de silencio denso se instaló entre ellos.
Aileen apartó la mirada un instante, antes de volver a verlo.
—Cuídate, Neilan.
—Cuida de nuestro hogar.
La despedida fue agridulce.
Un abrazo más largo de lo habitual.
Una mirada cargada de promesas silenciosas.
Un apretón de manos que se resistía a soltar.
Neilan montó su caballo y partió, dejando tras de sí una sensación de vacío inesperada en el castillo.
Los días sin él se hicieron largos.
Aileen caminaba por los pasillos, sintiendo el peso de su ausencia.
El castillo seguía en movimiento, las responsabilidades del clan ocupando su atención.
Pero había un nuevo pensamiento que no podía ignorar.
Su cuerpo había cambiado.
Las señales eran claras, aunque se negaba a aceptarlas del todo.
Hasta que, finalmente, la certeza la golpeó con fuerza.
Estaba embarazada.
La emoción la envolvió en oleadas confusas de alegría y ansiedad.
Buscó a Johanna, sus ojos húmedos de sorpresa y felicidad.
—Johanna… estoy… voy a tener un bebé.
La expresión de Johanna se iluminó con pura emoción antes de abrazarla con fuerza.
—¡Aileen! Es una maravillosa noticia.
—Neilan estará tan feliz por ti.
Aileen tragó saliva, bajando la mirada un instante.
—Neilan no lo sabe aún —susurró.
—Se fue tan repentinamente…
Johanna le tomó las manos con ternura.
—Cuando regrese, tendrá la mejor noticia esperándolo.
La noticia no tardó en llegar a Malcolm, quien detuvo sus preparativos para reforzar las defensas del castillo y buscó a Aileen de inmediato.
Su rostro, habitualmente serio, se suavizó con una sorpresa genuina.
—Aileen —dijo, su voz más cálida de lo habitual. Johanna me ha contado.
Hizo una pausa, como si midiera sus palabras.
—Esta es… una buena noticia.
—Una luz en estos tiempos inciertos.
Aileen sonrió débilmente, con una mano posada sobre su vientre.
Malcolm respiró hondo antes de añadir en un tono firme:
—Neilan estará muy feliz.
Y entonces, con un gesto torpe pero lleno de intención, puso una mano en su hombro.
—Cualquier cosa que necesites, cualquier cosa, solo tienes que pedírmelo.
—Velaré por ti y por el niño hasta que mi hermano regrese.
Aileen cerró los ojos un momento. Absorbiendo sus palabras.
Neilan no estaba allí.
Pero no estaba sola.
Las semanas avanzaron.
Aileen se aferraba a la esperanza del regreso de Neilan, imaginando su reacción cuando lo supiera.
Las noches eran largas, las mañanas tranquilas y en cada rincón del castillo ella encontraba rastros de él.
Los paseos que solían compartir.
Las conversaciones nocturnas.
El roce de sus manos cuando nadie miraba.
Y ahora, llevar dentro de ella la prueba tangible de su amor.
Era una felicidad suave, silenciosa, pero aún incompleta.
Una tarde, mientras contemplaban el lago, Evan se acercó a ella.
Puso una mano reconfortante en su hombro.
—Neilan regresará, Aileen.
Aileen mantuvo la mirada fija en el agua, sin responder de inmediato.
—Es fuerte, y cumplirá su promesa.
—Y cuando lo haga, tendrá la mejor noticia del mundo esperándolo.
Aileen sonrió débilmente, con una mano suavemente posada sobre su vientre.
—Eso espero, Evan.
Miró hacia la lejanía, donde sabía que Neilan cabalgaba en tierras lejanas.
Eso espero con todo mi corazón.