Las semanas posteriores a la partida de Neilan se habían deslizado lentamente para Aileen, marcadas por la creciente certeza de su embarazo y la mezcla de alegría y anhelo por su esposo. Compartió su secreto con Johanna, Evan y Collie, encontrando en ellos un círculo de apoyo amoroso. Incluso Malcolm, al enterarse, había mostrado una inesperada ternura y prometido su protección.
Fue una tarde fría y gris cuando se avistó la figura de un jinete solitario acercándose a Eilean Donan. La esperanza floreció en el pecho de Aileen, pero se marchitó tan pronto como reconoció la figura a su lado: Isla, cabalgando junto a Neilan.
El alivio inicial de ver a su esposo sano y salvo se convirtió en un escalofrío de incredulidad y dolor. ¿Por qué Isla estaba con él? La mujer que había intentado destrozar su matrimonio, la fuente de tanta desconfianza y angustia.
Neilan desmontó con una expresión cansada pero aliviada al ver a Aileen.
—Aileen, he vuelto.
Pero su alegría se desvaneció al ver la frialdad en los ojos de su esposa.
—¿Y ella? —preguntó Aileen, su voz helada, señalando a Isla con desdén.
Isla sonrió con una falsa humildad, bajando la mirada. —Laird Neilan tuvo la amabilidad de ofrecerme protección en el camino. Tenía noticias importantes... de Laird Cameron.
La justificación sonó hueca en los oídos de Aileen. Su corazón latía con fuerza, no solo por la sorpresa y el dolor, sino también por el secreto que aún no había compartido con él, un secreto que ahora parecía aún más vulnerable.
Malcolm se acercó, su rostro sombrío al ver a Isla. Se interpuso entre ella y Aileen, su mirada dura dirigida a su hermano.
—¿Qué significa esto, Neilan? ¿Por qué has traído a esta víbora de vuelta a nuestro hogar?
—Malcolm, cálmate —intentó Neilan, visiblemente cansado—. Isla dice tener información crucial sobre los movimientos de Cameron. Necesitaba saber...
—¿Y no podías haber enviado un mensajero? —interrumpió Aileen, su voz temblaba ligeramente. ¿Tenías que traerla tú mismo?
La acusación implícita en sus palabras era palpable. Neilan pareció confundido por su reacción.
—Aileen, no entiendo...
—No, claro que no entiendes —replicó ella, dando un paso atrás, alejándose de él y de Isla—. No entiendes nada.
La tensión en el aire era densa. Isla observaba la escena con una sonrisa apenas disimulada, sus ojos brillando con una malicia apenas contenida. La semilla de la duda y la desconfianza había sido plantada de nuevo, justo cuando Aileen más necesitaba el apoyo y la comprensión de su esposo. El regreso de Neilan, lejos de ser un reencuentro feliz, había abierto una nueva y dolorosa grieta entre ellos.
El frío recibimiento de Aileen caló hondo en Neilan. Después de los saludos tensos en el patio, la siguió hasta sus aposentos, esperando poder explicar la presencia de Isla. Aileen se movía con una rigidez que él nunca había visto antes, sus ojos oscuros llenos de una furia contenida.
—Aileen, por favor, escúchame —comenzó Neilan, cerrando la puerta tras ellos.
—¿Escucharte decir que tuviste que traer a esa mujer a nuestro hogar? —¿A la mujer que intentó destruir todo lo que tenemos? —replicó Aileen; su voz temblaba con la intensidad de sus emociones.
—Ella tiene información sobre Cameron. Información que podría ser vital para nuestra seguridad. No tuve otra opción.
—¿No tuviste otra opción? Siempre hay una opción, Neilan. Y tú elegiste traerla aquí, a mi lado. ¿Acaso olvidaste lo que ella me hizo sentir? ¿Las dudas que sembró?
—No lo olvidé, Aileen. Pero esto es diferente. Se trata de la seguridad de nuestro clan.
—¡Nuestro clan estaba seguro antes de que ella volviera a aparecer! —exclamó Aileen, sus manos apretándose en puños. ¿Acaso confías más en su palabra que en la mía?
—No es una cuestión de confianza, Aileen. Es una cuestión de información.
—¡Información que bien podría ser una trampa! ¿No lo ves? Ella está aquí para manipularte, para volver a meterse entre nosotros.
Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, empañando su furia. Neilan se acercó, intentando tomar sus manos, pero ella se apartó bruscamente.
—No me toques. Necesito espacio. Necesito entender por qué has hecho esto.
—Aileen
—Vete, Neilan —dijo ella, su voz ahora un susurro cargado de dolor. Vete de mi habitación. Necesito estar sola.
Neilan la miró, el desconcierto y la frustración grabados en su rostro. Intentó hablar de nuevo, pero la firmeza en la mirada de Aileen lo detuvo. Con un suspiro pesado, se dio la vuelta y salió del dormitorio, dejando a Aileen temblando de rabia y angustia.
Más tarde, Neilan buscó a Johanna, esperando encontrar algo de comprensión. La encontró en la cocina, ayudando con la cena.
—Johanna, necesito hablar contigo sobre Aileen.
Johanna lo miró con frialdad. —La has herido, Neilan. Después de todo lo que ha pasado, traer de vuelta a esa mujer... fue una crueldad.
—Ella tiene información importante. No lo hice por capricho.
—¿Información más importante que la paz de tu esposa? ¿Que su bienestar? Aileen ha pasado por mucho, Neilan. Necesita tu apoyo, no más motivos para dudar.
Las palabras de Johanna fueron un golpe directo. Neilan se sintió punzado por la duda. ¿Había tomado la decisión correcta? ¿Había priorizado la información sobre los sentimientos de Aileen?
Solo en sus aposentos, Neilan se sentó al borde de la cama, con la imagen del rostro furioso y dolido de Aileen grabada en su mente. La justificación de la información crucial comenzaba a tambalearse bajo el peso de su angustia. ¿Había sido ingenuo al creer que podía controlar la presencia de Isla sin dañar la frágil confianza que había comenzado a florecer entre él y Aileen? La duda lo carcomía. ¿Había cometido un grave error al traer a Isla de vuelta a Eilean Donan?.