La brisa fría azotaba el rostro de Aileen mientras cabalgaba con urgencia, enfocada en la preocupación por Alana. La carta había sido clara: su amiga estaba en peligro. Aileen ignoró sus propios temores y dejó que la necesidad de ayudar a alguien más guiara sus pasos. Isla, con su tono empalagoso y su mirada calculadora, seguía incomodándola, pero la idea de viajar sola en un momento tan crítico no parecía prudente.
El bosque se estrechaba, los árboles altos proyectaban sombras inquietantes y la sensación de peligro comenzó a crecer en su pecho. Fue entonces cuando Isla se detuvo repentinamente. Aileen frunció el ceño, desconcertada, hasta que escuchó la risa burlona de la mujer. Antes de que pudiera reaccionar, Colin emergió de entre los árboles. El terror la paralizó, pero aún más cuando Isla caminó hacia él con confianza y le dio un beso.
—Ves, Colin, te dije que esta tonta caería en la trampa.
El mundo de Aileen se derrumbó en un instante. Intentó girar su caballo, pero Colin fue más rápido. La atrapó por el brazo y la tiró con fuerza. El impacto contra el suelo fue brutal. Jadeó, sintiendo un dolor punzante en la cabeza. Colin se inclinó sobre ella, su sonrisa llena de satisfacción.
—¿Sorprendida?
Aileen forcejeó con desesperación, pero Colin la sujetó con facilidad. Fue entonces cuando su collar cayó al suelo. El regalo de Malcolm, ahora ensangrentado con la sangre que caía de su frente. La visión se le volvió borrosa, y el miedo la envolvió por completo.
—Quédate aquí y sigue el plan que acordamos —murmuró Colin a Isla antes de desaparecer en la espesura del bosque, dejando a Aileen herida y atrapada.
Mientras tanto, Collie no podía ignorar la incomodidad que sentía desde la partida de Aileen. Algo no encajaba. Cuando regresó a sus aposentos, un instinto le dijo que buscara más respuestas. Fue entonces cuando encontró la carta, doblada bajo la almohada. La letra era extraña, el tono demasiado dramático. ¿Su amiga realmente había escrito esto? Collie no lo creyó y, sin dudarlo, llevó la carta a Malcolm.
Malcolm leyó ambas cartas con el ceño fruncido. Algo no cuadraba. La urgencia parecía forzada. La petición de ayuda es demasiado conveniente. Se giró hacia Neilan, su expresión llena de determinación.
—Neilan, algo no está bien.
Neilan aún mostraba las secuelas de su pelea, pero cuando leyó las cartas, su angustia creció.
—Tenemos que encontrarla —dijo, con voz tensa. Reúne a nuestros hombres.
Neilan, Malcolm y un grupo de guerreros cabalgaron con rapidez. El viento azotaba sus rostros, pero no les importaba. Cada minuto contaba, cada segundo podía significar el peligro de Aileen. Cuando llegaron al camino indicado, hallaron a Isla. Herida, sangrando, llorando
Malcolm no se dejó engañar.
—¿Dónde está Aileen? —rugió Neilan, su voz cargada de urgencia.
Isla tembló, bajando la mirada.
—Se fue con ellos. Voluntariamente
Neilan dio un paso adelante, furioso.
—Eso es mentira.
Malcolm cerró los puños.
—¿Voluntariamente? Aileen nunca haría eso.
Isla fingió dolor.
—Dijo que tenía asuntos pendientes con ellos. Me atacó cuando intenté detenerla… por eso estoy herida.
La historia no tenía sentido. Pero los guerreros vacilaron. Neilan no lo hizo. Porque conocía a Aileen. La idea de que se fuera por voluntad propia era absurda.
Los hombres revisaron cada rincón del bosque. Pero no había rastro de Aileen. Neilan cabalgaba con furia; el peso de su culpa lo destrozaba. Malcolm seguía cada pista, su rostro oscuro y determinado. El sol descendía lentamente, tiñendo el cielo de tonos rojizos, pero Aileen seguía desaparecida. Con cada hora que pasaba, el miedo crecía.
En algún rincón del bosque, Aileen despertó con un dolor punzante en la cabeza. El frío se metía en sus huesos. La sangre caía lentamente por su frente. El sonido de pasos en la tierra le indicó que no estaba sola. Con esfuerzo, alzó la vista. Y ahí estaba Colin. Observándola como si ya tuviera planes para su destino.
—Bienvenida de nuevo, querida.
El terror la envolvió. Aileen sabía que debía pelear. Pero el peligro apenas comenzaba.