La flor del clan Mcgregor

Capitulo 47

La espera por la respuesta del Rey seguía prolongándose, mientras en Eilean Donan se tejían estrategias ocultas bajo el velo del invierno. La tensión en el castillo era palpable, pero dentro de sus muros, cada uno libraba sus propias batallas.

Aileen continuaba con su preparación. Sabía que Colin estaba consumido por la furia, pero también comprendía que la ira ciega a los hombres, los hace cometer errores. Y ella planeaba aprovechar ese error a su favor.

A través de mensajeros estratégicos, un rumor empezó a filtrarse en las tierras McGregor: Aileen no solo estaba preparando su defensa, sino que planeaba su venganza contra Neilan,que nunca lo había perdonado por su traición.

Era una mentira sutil. Un veneno derramado lentamente en los oídos de Colin.

Si creía que Aileen buscaba deshacerse de Neilan antes de atacarlo a él, bajaría la guardia. Se concentraría en la supuesta rivalidad dentro de Eilean Donan antes de preparar su ofensiva.

El mensaje viajó entre los clanes como un susurro peligroso, y aunque en Eilean Donan nadie mostraba signos de desconfianza, todos sabían que McGregor pronto reaccionaría.

Mientras el castillo se sumía en la tensión de la guerra inminente, la vida continuaba de formas inesperadas.

Johanna y Evan disfrutaban de la relativa calma, aprovechando las noches frías para compartir conversaciones al calor del fuego. Evan era un hombre reservado, pero Johanna había aprendido a leer los pequeños gestos que expresaban más que las palabras.

Cada roce de sus manos, cada mirada furtiva… eran más significativos que cualquier discurso de amor.

Por otro lado, Malcolm y Alana seguían encontrando paz el uno en el otro. La conexión entre ellos se volvía más evidente con cada día que pasaba, y en algún momento, sin que ninguno de los dos lo buscara, Malcolm tomó la mano de Alana y dejó que el silencio hablara por ellos.

No era necesario discutirlo. Lo que estaban construyendo era real.

Pero entre todos los vínculos que florecían en Eilean Donan, el más inesperado era el que Neilan trataba de recuperar.

Lento.

Paciente.

Sabiendo que Aileen ya no era la misma mujer que alguna vez confió en él.

Sus gestos eran cada vez más evidentes. Dejaba pequeñas muestras de afecto a su paso: flores sobre su escritorio, mantas junto al fuego, un cálido té servido sin ser pedido.

Y aunque Aileen fingía no darse cuenta, en su interior algo comenzaba a cambiar.

Una noche, cuando Aileen salió al patio a respirar el aire helado, Neilan la siguió, como lo había hecho otras veces.

Pero esta vez no solo la observó.

Se acercó, con una expresión que ya no tenía culpa ni desesperación, sino solo amor sincero.

Y sin esperar su permiso, sin preguntar si podía hacerlo, le robó un beso.

Aileen se quedó congelada, su cuerpo paralizado por el contacto inesperado.

Pero lo más alarmante para ella…

No fue el beso.

Fue que no se apartó de inmediato.

Su corazón latió con fuerza, su respiración se volvió irregular.

Neilan no presionó. Solo se separó con lentitud, observándola con una intensidad que quemaba más que el invierno.

—Te amo —susurró.

Y luego se alejó, sin esperar una respuesta, sin exigir nada.

Porque sabía que ahora era ella quien debía decidir.

Esa misma noche, cuando Aileen regresó a sus aposentos, encontró a Neilan esperándola.

Esta vez no tenía flores ni regalos.

Solo traía la verdad.

—Necesito hablar contigo —dijo sin rodeos.

Aileen se cruzó de brazos, su expresión impenetrable.

—Habla

Neilan exhaló lentamente, preparándose para decir lo que debía decir hace mucho tiempo.

—Isla me mintió. Todo fue parte del plan de Colin. Quería separarnos, quería que desconfiaras de ti. Isla fue su herramienta para conseguirlo.

Aileen no mostró sorpresa, pero sus labios se apretaron ligeramente.

—Ya lo sé —me lo escupió Colin.

Neilan se acercó un paso más, su voz suave, pero cargada de emoción.

—Pero quiero que lo escuches de mí. No quiero que haya más secretos entre nosotros.

—¿Por qué, Neilan? ¿Por qué cuando Colin me secuestró, en vez de buscarme, te metiste en la cama con Isla? —le reprochó Aileen.

—Lo siento, Aileen, estaba bebido, enfadado, preocupado por no encontrarte y ella se aprovechó de eso. Sé que no cumplí mi promesa y lo que hice lo voy a lamentar el resto de mi vida. Por culpa de todo esto, perdiste a nuestro hijo —le dijo Neilan sin poder mirarla.

—Sabes lo que más me duele, Neilan, que te conté lo que me hizo Colin y aun así creíste en las palabras de esa víbora —le dijo Aileen, intentando aguantar las lágrimas.

—Que fue por Alana cuando decidiste ir a buscarme, no me creíste, creíste a ella y por ese error perdí a mi hijo y eso nunca te lo voy a perdonar —le dijo Aileen.

—Lo siento, Aileen, actué mal, no debí creerla, debí creerte a ti y más sabiendo tu historia. Aileen, perdóname. Te amo, Aileen.

—Y voy a hacer todo lo posible para que creas en este amor que siento por ti —le dijo antes de irse.

Aileen lo observó con atención, buscando algún signo de engaño.

Pero no encontró ninguno.

Y por primera vez en mucho tiempo, se permitió bajar la guardia.

Solo un poco.

Lo suficiente para que Neilan tuviera esperanza.

La guerra seguía gestándose, pero en Eilean Donan, los corazones comenzaban a cambiar de rumbo, enfrentando no solo los conflictos entre clanes, sino también los sentimientos que habían sido enterrados bajo el hielo del invierno.

La venganza de Aileen contra Colin avanzaba estratégicamente.

Los rumores trabajaban a su favor.

Y en medio de todo ello, Neilan seguía peleando su propia batalla.

No en el campo de guerra.

Sino en el corazón de Aileen.

Porque conquistarla sería su guerra más difícil… y más importante.




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