La flor del clan Mcgregor

Capitulo 50

La vieja cabaña, con sus paredes de madera desvencijada y el techo a punto de derrumbarse, evocaba en Aileen recuerdos oscuros, pero ahora se había convertido en el escenario de su venganza final. Al llegar a caballo, desmontó con una determinación fría, la nieve crujiendo bajo sus botas. Encontró a Colin esperándola junto a la endeble puerta, una sonrisa lasciva iluminando su rostro al verla.

—Aileen —dijo con una voz melosa, extendiendo una mano enguantada—. Sabía que vendrías. Sabía que, en el fondo, compartimos el mismo deseo de ver a Mackenzi sufrir.

Aileen lo miró con una estudiada mezcla de dolor y resolución. —Neilan me ha quitado todo, Colin. Mi hijo... mi paz... mi dignidad. La única forma en que puedo encontrar algún tipo de justicia es viéndolo caer. Y para eso... necesito tu ayuda.

Los ojos de Colin brillaron con una mezcla de triunfo y lujuria. —¿Mi ayuda? Por supuesto, milady, haré cualquier cosa por verte feliz... y a Mackenzie humillado. ¿Qué tienes en mente?

—Sé que tienes tus propios planes contra él —continuó Aileen, acercándose lentamente. Pero juntos... juntos podemos asegurarnos de que no quede nada de su orgullo.

Colin asintió con entusiasmo, creyendo plenamente en la desesperación de Aileen. —Así se habla. ¿Qué propones?

—Necesito acercarme a él —dijo Aileen, su voz apenas un susurro cargado de veneno. Necesito ganarme su confianza de nuevo para poder destruirlo desde dentro. Y para que él crea que estoy de su lado... necesito que otros también lo crean. Necesito... necesito que piensen que estoy contigo.

La sonrisa de Colin se ensanchó, su mente retorcida imaginando el triunfo sobre su enemigo y la posesión de Aileen. —¿Estás diciendo...?

Aileen asintió, sus ojos fijos en los de él. —Estoy diciendo que estoy dispuesta a hacer lo que sea necesario. Incluso... incluso casarme contigo, si eso significa la caída de Neilan Mackenzie.

Colin soltó una carcajada triunfal, agarrándola por los brazos con fuerza. —¡Aceptó! ¡Por los dioses, Aileen, sabía que eras más inteligente que esa mojigata! Juntos, veremos a Mackenzie arrastrarse.

La abrazó con fuerza, y aunque el contacto le revolvió el estómago, Aileen se permitió permanecer en sus brazos el tiempo suficiente para que él creyera en su engaño. Cuando Colin se inclinó para besarla, ella cerró los ojos y se dejó hacer, soportando el contacto con una máscara de resignación.

—Celebremos nuestro futuro —dijo Aileen, separándose con una sonrisa forzada. He traído vino.

Sacó una pequeña cantimplora de su capa. Colin sonrió con lascivia. —Siempre pensando en todo, mi astuta Lady.

Aileen sirvió el vino en una copa de madera que encontró en la cabaña, ofreciéndosela a Colin con una mano temblorosa que él interpretó como nerviosismo.

—Por nuestra alianza —dijo Aileen, levantando su propia cantimplora sin beber.

Colin bebió un largo trago, sin notar el sabor ligeramente amargo del veneno de sabina que Aileen había mezclado cuidadosamente en el vino. Su mente estaba nublada por la victoria anticipada y el deseo.

—Brindemos por el sufrimiento de Neilan —dijo Colin con una sonrisa maliciosa, apurando el resto del vino.

Aileen asintió en silencio, observándolo con una calma escalofriante. La trampa estaba tendida. Ahora solo quedaba esperar a que el veneno hiciera su efecto.

Con el vino en sus venas, Colin se acercó a Aileen con una mirada lasciva, su sonrisa triunfal tornándose en deseo crudo. —Ahora que hemos sellado nuestro pacto, mi Lady... creo que es hora de reclamar mi recompensa.

Intentó tomarla por la cintura, pero Aileen se apartó con una agilidad sorprendente, su rostro mostrando ahora una abierta repulsión.

—Nuestro pacto es para destruir a Neilan, Colin. Nada más.

La sonrisa de Colin se desvaneció, reemplazada por una expresión de confusión y creciente ira. —¿Qué estás diciendo? ¿Acaso no aceptaste casarte conmigo?

—Dije que haría lo que fuera necesario para ver a Neilan caer —replicó Aileen con frialdad. Y eso incluía decir lo que querías oír. Pero tocarme... eso nunca fue parte del trato.

Colin intentó agarrarla de nuevo, su frustración convirtiéndose en furia. —¡Eres mía ahora! ¡Me lo prometiste!

Aileen forcejeó, apartándose de su alcance con una fuerza inesperada. La pequeña cabaña se convirtió en un escenario de una lucha silenciosa y desesperada. Colin, sintiendo el efecto del veneno comenzando a manifestarse como un malestar punzante en el estómago, se volvía más torpe y agresivo.

En ese preciso instante, la puerta de la cabaña se abrió de golpe, revelando a Neilan y Malcolm, con las espadas desenvainadas y los rostros tensos por la preocupación y la furia al presenciar la escena. La imagen de Colin intentando forzar a Aileen encendió una rabia ciega en el corazón de Neilan.

—¡Suelta a mi esposa, Colin! —rugió Neilan, avanzando hacia él con la espada en alto.

Colin se tambaleó, llevándose una mano al abdomen, su rostro pálido y surcado por el sudor. —¿Tu esposa...? Ella... ella aceptó casarse conmigo.

Las palabras de Colin detuvieron a Neilan en seco, la furia en sus ojos dando paso a la incredulidad y el dolor al mirar a Aileen.

—¿Es cierto, Aileen? —preguntó con voz quebrada, el eco de su propia traición resonando en sus palabras.

Aileen lo miró con una frialdad implacable. —Ahora sabes lo que se siente, Neilan. Que te arrebaten a alguien... que te engañen... que te hagan sentir impotente.

Colin soltó una carcajada débil y teñida de sangre. —Es mía, Mackenzie... tu esposa...

De repente, Colin se dobló por la mitad, vomitando un torrente de sangre oscura. Se retorció en el suelo con estertores ahogados, sus ojos inyectados en sangre llenos de terror.

Malcolm y Neilan retrocedieron, horrorizados por la repentina y violenta muerte de Colin. Solo Aileen permaneció impávida, observando cómo la vida se extinguía en su enemigo con una calma escalofriante.




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