La flor del clan Mcgregor

Capitulo 52

La noticia de la muerte de Colin McGregor llegó finalmente a oídos del Rey a través de los mensajeros de Neilan Mackenzie. Como era de esperarse, el informe fue cuidadosamente redactado, presentando el enfrentamiento como un acto de defensa propia, sin mencionar el papel de Aileen en el final de Colin

El Rey, aunque lamentaba la pérdida de un líder de clan, no tenía razones para dudar de Neilan, quien había demostrado su lealtad en incontables batallas. Sabía que los conflictos entre los clanes siempre dejaban sangre en el suelo, y Colin nunca había sido un aliado particularmente valioso en la estabilidad de las Tierras Altas.

A pesar de su aceptación formal del informe, los rumores comenzaron a extenderse. Entre las cortes, los clanes y los guerreros errantes, la historia tomaba diferentes formas dependiendo de quién la contara. Algunos hablaban de un asesinato silencioso, otros de una traición entre aliados.

Pero en medio de todo esto, el Rey tomó una decisión clara:

No investigaría más.

Lo que importaba era que la guerra no se extendiera más de lo necesario.

Y Neilan Mackenzie aún era uno de sus guerreros más confiables.

La fractura en el clan McGregor se hizo evidente desde los primeros días después de la muerte de Colin.

Los guerreros más antiguos, aquellos leales al fallecido Laird Duncan McGregor, no mostraron una reacción emocional significativa. Nunca habían sentido verdadero respeto por Colin. Para ellos, su muerte era casi inevitable, resultado de sus propias ambiciones desmedidas.

Sin embargo, Colin tenía seguidores. Guerreros jóvenes, idealistas, aquellos que habían creído en su visión de grandeza. Ellos no aceptaban su muerte como un simple desenlace. En secreto, comenzaron a formar alianzas, buscando venganza contra quienes consideraban responsables.

La unidad del clan, antes sólida, comenzaba a fragmentarse.

Las miradas se volvían cautelosas.

Los susurros aumentaban.

Y en la sombra, las primeras semillas de una futura rebelión comenzaban a germinar.

Mientras el mundo político se agitaba, la relación entre Neilan y Aileen se desarrollaba con una sutileza inesperada.

Neilan no la presionaba, pero estaba allí.

Cada conversación que compartían, cada mirada que intercambiaban, era una pequeña batalla ganada.

Y entonces, una noche, Aileen dio el siguiente paso.

—Puedes quedarte en mis aposentos esta noche —le dijo en voz baja, encontrándolo en el gran salón.

Neilan levantó la vista, sorprendido por su declaración.

Pero ella no mostraba dudas.

Solo una determinación silenciosa.

—¿Estás segura? —preguntó, sin querer apresurarla.

Aileen mantuvo la mirada fija en él.

—Lo estoy.

Neilan no dijo más, pero cuando entraron juntos a sus aposentos, entendió lo que esto significaba.

Ya no había barreras.

Aileen le estaba permitiendo entrar en su mundo.

Y para Neilan Mackenzie, ese gesto lo significaba todo.

Mientras Neilan y Aileen daban este paso, Malcolm y Alana tenían una conversación que cambiaría sus propias vidas.

Alana se acercó a Malcolm, su expresión cargada de incertidumbre.

—¿Realmente ibas a casarte con Aileen? —preguntó con cautela.

Malcolm frunció el ceño, cruzando los brazos.

—¿Por qué preguntas eso?

—Escuché cuando Isla metió cizaña entre Neilan y Aileen —confesó—. Y luego te escuché echándole en cara eso a Neilan.

Malcolm exhaló lentamente, desviando la mirada por un instante antes de responder.

—Nunca iba a hacerlo —admitió. Solo lo dije para hacerle daño.

—No te voy a negar que Neilan me lo propuso al principio, pero yo me negué.

Alana parpadeó, sorprendida por su honestidad.

—¿Por qué querías herirlo?

Malcolm sonrió con amargura.

—Porque sé lo que siente por ella. Y quería que lo admitiera.

El peso de su confesión cayó sobre Alana, quien ahora veía a Malcolm con una nueva perspectiva.

—¿Y tú qué sientes por ella?

Malcolm ladeó la cabeza, observándola con atención antes de hablar.

—Le tengo aprecio. Pero no la amo.

El alivio en el rostro de Alana fue inmediato, aunque intentó ocultarlo.

Malcolm lo notó, y en un gesto repentino, acortó la distancia entre ellos.

Su mano rozó la mejilla de Alana con suavidad, y ella contenía el aliento, incapaz de moverse.

—Tú eres la única mujer que realmente me importa —susurró Malcolm.

Antes de que Alana pudiera reaccionar, él la besó.

Fue un beso lento, seguro, cargado de una emoción que había estado latente demasiado tiempo.

Cuando se separaron, Alana estaba ruborizada, sin poder hablar.

Malcolm sonrió de lado, disfrutando de su reacción.

—Te ves más bonita cuando no hablas tanto.

Alana soltó una risa nerviosa, sintiendo que todo había cambiado en un instante.

Evan, el mejor amigo de Malcolm y también su mejor guerrero, observaba la fragmentación en el clan con preocupación. Entendía que, aunque la guerra parecía haber terminado, el peligro aún acechaba.

Johanna, su esposa, la amiga de Aileen, también sentía la tensión en el aire. No confiaba en los rumores que circulaban entre los guerreros, y sabía que debía prepararse para lo que vendría.

Ambos eran piezas clave en el futuro de Eilean Donan, aunque aún no sabían hasta qué punto su papel cambiaría el destino de los clanes.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.