El día de la boda de Malcolm y Alana amaneció radiante, como si la propia naturaleza celebrara su unión Los jardines de Eilean Donan estaban adornados con las primeras flores silvestres de la temporada, y el aire vibraba con una atmósfera de alegría y expectación, un respiro bienvenido en medio de las tensiones que aún se cernían sobre el clan. El clan Mackenzie se había reunido en pleno para presenciar el matrimonio, sus rostros mostrando una felicidad genuina por la joven pareja, un faro de esperanza en tiempos inciertos. Incluso la amenaza latente de los Cameron y los murmullos de venganza de los leales a Colin parecían desvanecerse momentáneamente ante la sencilla pero profunda celebración del amor.
Alana lucía radiante con un sencillo vestido de lino blanco, adornado con delicadas flores silvestres que Malcolm había recogido personalmente. Su rostro estaba iluminado por una sonrisa nerviosa pero profundamente feliz mientras caminaba por el improvisado pasillo hacia su amado, quien la esperaba con los ojos llenos de un amor tierno y sincero. La ceremonia, oficiada por el anciano más respetado del clan, cuyas palabras estaban imbuidas de la sabiduría de los años y el conocimiento de sus corazones, fue sencilla pero profundamente emotiva. Las promesas de lealtad y amor eterno resonaron en el aire, llenando los corazones de los presentes con una calidez palpable y una renovada sensación de esperanza.
Durante la celebración posterior, el gran salón de Eilean Donan se llenó de la alegre melodía de gaitas y arpas; las risas resonaban entre las paredes de piedra, y los bailarines giraban con energía, contagiando a todos con su júbilo. Incluso Aileen parecía mostrar una relajación inusual, compartiendo algunas sonrisas genuinas con Alana y ofreciendo palabras amables y sinceras a Malcolm, un signo de que la felicidad de sus seres queridos comenzaba a penetrar la armadura que rodeaba su corazón. Neilan la observaba discretamente desde el otro lado del salón, notando el ligero brillo en sus ojos grises y la suavidad en su expresión, una señal de que la primavera comenzaba a florecer también en su interior.
Más tarde, cuando la mayoría de los invitados estaban absortos en la bulliciosa celebración, Neilan se acercó a Aileen, quien se había apartado del bullicio y se encontraba junto a una de las grandes ventanas arqueadas, observando las luces de las antorchas reflejándose y danzando sobre la superficie oscura del lago. La quietud del exterior contrastaba con la alegría del interior, creando un espacio íntimo para su conversación.
—Es una hermosa celebración, ¿verdad? —comentó Neilan con una suavidad que denotaba respeto y una creciente cercanía.
Aileen asintió lentamente, sin apartar la mirada del lago, cuyo misterio parecía reflejar la complejidad de sus propios sentimientos. —Sí. Malcolm y Alana... su amor es evidente. Es... reconfortante verlo.
Un silencio cómodo se instaló entre ellos, un espacio donde las palabras no eran necesarias para comunicar una incipiente comprensión mutua, antes de que Neilan volviera a hablar, su voz ahora cargada de una sinceridad palpable y una vulnerabilidad que raramente mostraba.
—Aileen... sé que nuestro matrimonio comenzó de una manera muy diferente. No hubo flores, ni música, ni la alegría que vemos hoy. Solo la fría necesidad y el peso del deber. Recuerdo tu rostro aquel día... la tristeza en tus ojos... y lamento profundamente que nuestro comienzo no haya sido como merecías.
Aileen finalmente giró la cabeza para mirarlo, sus ojos mostrando una compleja mezcla de tristeza por el pasado y una incipiente esperanza por el futuro.
Neilan dio un pequeño paso hacia ella, acortando la distancia física entre ellos, su mirada fija en la suya con una intensidad suave pero penetrante. —Pero las cosas han cambiado, Aileen. Lentamente, quizás, con tropiezos y silencios, pero han cambiado. He llegado a amarte de una manera que nunca creí posible. Tu fuerza inquebrantable, tu aguda inteligencia, la profunda lealtad que profesas a quienes amas... todo en ti me inspira y me hace desear ser un mejor hombre, un mejor esposo para ti.
Tomó suavemente su mano, sus dedos entrelazándose con los de ella, y para su sorpresa y alivio, ella no la retiró, sino que respondió a su agarre con una ligera presión.
—Sé que aún hay heridas profundas, cicatrices que tardarán en sanar. Y sé que tengo mucho que demostrarte, mucha confianza que reconstruir. Pero quiero que sepas, desde lo más profundo de mi corazón, que mi mayor deseo ahora es construir un verdadero matrimonio contigo, Aileen. Un matrimonio basado en el amor genuino, la confianza inquebrantable y el respeto mutuo que ambos merecemos.
Hizo una pausa, su pulgar acariciando suavemente el dorso de su mano, sus ojos buscando los de ella con una súplica silenciosa.
—Cuando todo esto termine, Aileen... cuando la amenaza de los Cameron se haya disipado, cuando la paz vuelva a reinar en nuestras tierras y podamos respirar sin la sombra de la venganza... te prometo que tendremos la boda que siempre soñaste cuando eras una niña. Una celebración de nuestro amor, rodeados de nuestra familia y nuestro clan, con alegría desbordante y la promesa de un futuro lleno de esperanza. ¿Qué dices, Aileen? ¿Me darás esa oportunidad para demostrarte la sinceridad de mi corazón? ¿Me permitirás construir ese futuro contigo?
Los ojos de Aileen se llenaron de lágrimas que brillaban a la luz de las antorchas, pero esta vez no eran lágrimas de dolor o desesperación. Eran lágrimas de una emoción compleja, una mezcla de sorpresa ante su sinceridad, una cautelosa esperanza ante la promesa de un futuro diferente y una incipiente creencia en la posibilidad de perdonar y ser amada de nuevo.
—Neilan... —susurró, su voz entrecortada por la emoción. Apretó ligeramente su mano, su mirada ahora suave y llena de una vulnerabilidad que él no había presenciado en mucho tiempo. Eso... eso sería... todo lo que siempre he deseado.