La flor del clan Mcgregor

Capitulo 61

Los meses se deslizaron como hojas arrastradas por el viento otoñal, tiñendo el paisaje de tonos cálidos antes de dar paso al blanco abrazo del invierno. En Eilean Donan, la vida había encontrado un nuevo ritmo, marcado por la paz y la creciente felicidad

Con la llegada de los primeros copos de nieve, Johanna y Evan dieron la bienvenida a su hijo, un robusto niño de ojos brillantes que llenó el castillo con risas y la promesa de una nueva generación Mackenzie. La alegría de Evan era contagiosa, y Johanna irradiaba una felicidad serena mientras acunaba a su pequeño. Leah y Cailean regresaron para celebrar el nacimiento de su sobrino, fortaleciendo aún más los lazos familiares.

El romance entre Breixo y Collie florecía con la sencillez y la ternura de los primeros brotes de primavera. Sus encuentros ya no eran furtivos, sino paseos compartidos al atardecer y conversaciones junto al fuego, donde descubrían una profunda conexión que iba más allá de sus diferentes roles en el clan. Breixo se mostraba cada vez más protector con Collie, y ella le correspondía con una admiración y un cariño sinceros.

La relación entre Malcolm y Alana se profundizaba con cada día que pasaba. Su amor, nacido en la adversidad, se había convertido en un refugio seguro y lleno de comprensión mutua. La noticia del embarazo de Alana llenó sus corazones de una alegría inmensa. La perspectiva de formar su propia familia fortaleció aún más su unión y les dio un nuevo propósito en la vida. Malcolm, recordando la angustia de los últimos tiempos, velaba por Alana con una ternura y una dedicación aún mayores.

Para Neilan y Aileen, los meses transcurridos desde su boda habían sido un tiempo de redescubrimiento y profunda conexión. Sin la sombra de Colin ni los fantasmas de la isla acechando su presente, su matrimonio se había convertido en la unión real y apasionada que ambos anhelaban. Compartían confidencias, sueños y momentos de una intimidad cada vez más profunda. El amor que había comenzado con cautela y necesidad se había transformado en un lazo inquebrantable, fortalecido por las pruebas que habían superado juntos. Las largas noches de invierno las pasaban acurrucados junto al fuego, compartiendo historias y silencios cómodos, sus manos entrelazadas como símbolo de su unión. Neilan seguía llenando la vida de Aileen con detalles que demostraban su amor, y ella le correspondía con una calidez y una devoción que iluminaban su rostro.

Eilean Donan, envuelto en el manto blanco del invierno, se había convertido en un faro de esperanza y amor. Las heridas de la guerra comenzaban a cicatrizar, y el futuro se vislumbraba lleno de promesas: el crecimiento de una nueva generación, el florecimiento de nuevos romances y la profunda y duradera unión de su Laird y su Lady. La paz, aunque ganada con esfuerzo, finalmente había llegado a su hogar.

El invierno había cedido su gélido agarre, y la primavera comenzaba a pintar los alrededores de Eilean Donan con pinceladas de verde y los primeros colores de las flores silvestres. La vida en el castillo florecía al igual que la naturaleza circundante. El pequeño hijo de Johanna y Evan daba felicidad ahora por los salones, llenando el aire con sus balbuceos y risitas. El amor entre Breixo y Collie se había consolidado en un compromiso silencioso, sus corazones unidos por una promesa de futuro. Malcolm y Alana esperaban con ilusión la llegada de su propio hijo, su amor fortalecido por la anticipación.

Neilan y Aileen disfrutaban de la profunda felicidad de su matrimonio. Los fantasmas del pasado se habían desvanecido, reemplazados por una intimidad creciente y un amor que se fortalecía con cada amanecer. Compartían largas caminatas por los jardines, conversaciones susurradas junto al fuego y la tranquila alegría de construir una vida juntos.

Una tarde, mientras el sol comenzaba su lento descenso, tiñendo el cielo de tonos dorados y rosados, Neilan y Aileen paseaban juntos a orillas del lago. El agua tranquila reflejaba la belleza del paisaje y la paz que había regresado a sus corazones. Caminaban en silencio, tomados de la mano, disfrutando de la serena compañía del otro.

Finalmente, Aileen se detuvo y se giró hacia Neilan. Sus ojos grises brillaban con una luz especial, una mezcla de alegría y una suave inquietud.

—Neilan —comenzó, su voz apenas un susurro.

Él se detuvo también, su mirada interrogante y llena de cariño. —¿Qué sucede, mi amor?

Aileen tomó ambas manos de Neilan entre las suyas y las apretó suavemente. Una sonrisa radiante comenzó a iluminar su rostro.

—Hay algo... algo maravilloso que quería compartir contigo.

Neilan sintió un vuelco en el corazón, una mezcla de expectación y una punzada de aquel viejo temor que aún acechaba en las profundidades de su memoria.

Aileen vio la sombra de preocupación en sus ojos y le ofreció una sonrisa aún más amplia, tranquilizadora. —Esta vez... esta vez es diferente, Neilan.

Tomó la mano de Neilan y la colocó suavemente sobre su vientre, apenas abultado bajo las capas de su vestido.

Los ojos de Neilan se abrieron con sorpresa, incredulidad y una felicidad que lo inundó por completo, borrando cualquier vestigio de temor. Una sonrisa inmensa se extendió por su rostro, iluminándolo de una alegría pura y desbordante.

—¿Aileen...? Estás embarazada.

Ella asintió, sus ojos llenos de lágrimas de felicidad. —Estamos embarazados, Neilan. Vamos a tener un hijo.

Un grito de alegría escapó de los labios de Neilan. La abrazó con fuerza, haciéndola girar en sus brazos, su risa mezclándose con las suaves olas del lago. Cuando la volvió a bajar, sus ojos brillaban con una promesa renovada y una determinación inquebrantable.

—Esta vez, Aileen —dijo, su voz grave y llena de una profunda emoción—, esta vez lo protegeré con mi vida. Los protegeré a ambos. Te lo juro. Tendremos la familia que siempre hemos deseado, un futuro lleno de amor y felicidad en nuestro hogar.




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