Kouichi comenzaba a reflexionar de sí mismo, era obvio lo que le estaba pasando, era un hombre de 20 años y cuando por fin llego a ver a una mujer que físicamente le llamaba la atención, sus hormonas estaban a punto de explotar y su mente se dejaba llevar por la bajeza llamada lujuria.
Era la primera vez que tenía un sueño erótico con alguien tan cercano, aunque él se negaba aceptarlo, el ya no era un niño inocente, era obvio que desde los 15 años sus hormonas le pedían a gritos que buscase una mujer y a sus 18 años compro su primera revista porno las cuales era selectivo y guardaba debajo de su cama, puesto nadie entraba a su cuarto, todos respetaban su privacidad inclusive Souichi aquel muchacho molesto no se había atrevido a entrar a husmear a la habitación y lo sabía perfectamente bien, debido a que sus revistas seguían intactas.
Él no quería aceptar esa parte de sí mismo, no quería aceptar que Souichi a veces tenía razón, que todos somos unos retorcidos sucios en busca de satisfacer nuestros placeres, el menor de los Tsujii era el ver sufrir a la gente, el mayor exploraba el placer de la lujuria.
Aquel sueño le sorprendió tanto que despierto sudoroso con una erección evidente entre sus calzoncillos, su rostro completamente rojo y el calor en su cuerpo había aumentado ante aquel sueño, se sentía mal por ello, puesto ella, aquella chica extranjera le había dado una confianza que a los demás no les daba por ser ese tipo de hombre que el mismo odiaba llegar a serlo, un carroñero en busca de satisfacer deseos sexuales.
Era la primera vez que sentía pena por ello, por lo regular antes solo le daban ganas de ir a orinar y con ello se quitaba dicha erección por haber tenido aquel tipo de sueños o haber visto alguna de las imágenes de las revistas porno, pero ahora no podía, parecía que solo el agua fría podía calmar el excesivo calor que sentía.
Después de ello se volvió a poner su ropa y se encamino a su habitación para cambiarse y alistarse para la escuela, esperaba no encontrarse a nadie, pero sus suplicas no fueron escuchadas.
Por fin agradecía que Souichi haya preparado alguna de esas bromas y maldiciones para él en esos momentos los cuales parecían salvarle el pellejo de explicar algo que le daba mucha vergüenza. Tras aquel inconveniente, desayuno normalmente, su madre le miraba extrañado mas no se atrevía a preguntarle, Kouichi por su parte solo comió en silencio para luego retirarse a la universidad.
En realidad simplemente estaba dejando de lado aquel asunto, debía centrarse en sus estudios, eso lo tenía muy claro, pero a veces el destino te daba una mala jugada, aunque de alguna manera era grata, por dentro deseaba morirse, que la tierra le tragara.
En su clase de anatomía, no podía dejar de pensar en el cuerpo desnudo de aquella extranjera, su rostro comenzó a enrojecer al respecto, su piel morena, aquella cabellera lacia y negra, aquel cuerpo bien formado sudoroso y aquel vaivén como un baile en la unión en dos cuerpos, se maldecía mentalmente el haber tenido esos deseos.
Cuando por fin estaba olvidando el asunto, aquella mujer aparece frente a él, un vestido entallado que dejaba ver perfectamente sus curvas, siendo la parte de abajo un poco más suelto dejando ver sus rodillas, teniendo un escote en forma de uve el cual se podía ver perfectamente el inicio de la unión de sus pechos, Kouichi deseaba morirse.
Kouichi no sabía cómo verle a la cara, sabía de antemano que eso era lo que buscaba inconscientemente, pero no debía dejarse llevar por ello, aquello seria defraudar la confianza que ella le había dado y eso era lo que menos deseaba perder, por alguna razón le dolía el pensar en que ella le mirara con desprecio, pues no quería terminar como su hermano menor.