Los sentimientos puede florecer hasta en el más retorcido corazón, una simple mirada puede hacer nacer una emoción inexplicable.
Souichi tenía aquel libro de su hermano en su mochila, estaba preparado para ese momento, caminaba tranquilo a su casa, cuando entro se dio cuenta que en la sala estaba ella, aquella mujer de tez morena, cabello negro, unos ojos alegres y una sonrisa que denotaba una felicidad grata propia de la ocasión.
Aquella cuerva leve en sus labios demostraba una sinceridad y una contención por comportarse ante una sociedad distinta a la que ella estaba acostumbrada. El menor de los Tsujii se quedó un momento mirándola detrás de la puerta, para luego disponerse a retirar, aquello le parecía nauseabundo, ese ambiente le enervaba la sangre de coraje, no podía creer que su hermano por fin encontraba la felicidad, él quería verlo en más sufrimiento pero ya no podía hacer nada, al menos eso pensó hasta acordarse lo que había en su mochila.
Estuvo reflexionando en un momento tan corto mientras se disponía a caminar, si lo hacía era seguro que su hermano lo negaría, entonces sus padres apoyarían a ese hombre que escondía en su perfecto semblante quien era realmente, él quedaría como el enfermo frente a los demás, aunque eso poco le importaba, no le ayudaba a hacer lo que realmente quería, mostrar la otra cara de su hermano mayor, esa que guardaba revistas con contenido sexual que a cualquier mujer le daría asco salir con un hombre así.
Fue en ese momento en que pudo verla con más atención frente a frente, una mujer que tenía un cuerpo que te llevaba a la tentación carnal, sus senos y caderas voluptuosos pero bien proporcionados, una espécimen que jamás encontraría en Japón o suelen ser muy escasos en el territorio del sol naciente, su piel morena la hacía ver aún más exótica y deseable, para el menor de los Tsujii era como ver algo completamente nuevo.
Seguido por aquel rostro, un rostro que mostraba sensualidad a diferencia de las japonesas, pero a la vez había algo en ella, sus ojos, sus sonrisa que la hacía ver como un ángel, un ser puro, Souichi no podía comprender como esa mujer podía salir con su hermano, alguien sin valor propio humano, una oveja más de la manada, aquella mujer parecía diferente, no solo el hecho de ser extranjera.
No era la primera vez que se había anonadado por una belleza, anteriormente le habían gustado algunas cuantas chicas, pero esta vez algo palpitaba lentamente en su pecho como si creciera, al mirar sus ojos y cruzar con los de ella, aparto la mirada rápidamente, tenía miedo, miedo a sucumbir a algo que parecía perdido.
Los padres de los Tsujii solo asintieron, por lo que al terminar dicha reunión por la tarde irían a recoger las cosas de Danae al departamento donde se hospedaba. Así mismo mañana irían a ver todo sobre el pasaporte de estudiante y el cambio de residencia, por lo que habían decidido descansar un poco. Sayuri y sus padres se dispusieron a irse a sus habitaciones, mientras Souchi permanecía sentado en el mismo lugar que antes mirando como la parejita se sentaba una a lado de otra.
En ese momento un calor molesto recorría el cuerpo del menor de los Tsujii, comenzaba a crecer y fue cuando recordó su plan maestro para hacer caer a su hermano frente a la mujer que el añoraba, si, mostrarle un poco de ese lado perverso que ocultaba a los demás detrás de una honorabilidad que no existía.