La flor más hermosa

Capítulo 3

Me encontraba mirando una película junto a Elena. Theo fue castigado debido a que reprobó matemáticas y sus papás lo tiene haciendo multiplicaciones y divisiones.

Lo lamento por él, pero debido a eso yo estoy cómodamente tomando la mano de Elena. Mi preciosa flor. Así es como le he comenzado a llamar en mi mente.

Mi madre una vez me dijo que las flores además de ser preciosas, cada una tiene un significado diferente, y espero poder encontrar pronto un libro que me dé más información sobre esto. Me encantaría poder darle una flor que represente lo que siento por ella.

Tal vez seamos solo niños, pero estoy seguro de que ella es el amor de mi vida.

—Se acabaron las palomitas.

—Iré por más.

Tome el tazón y Elena le puso pausa a la película. Caminé hacia la cocina y al escuchar la voz temblorosa de mi madre, me detuve.

—Él al principio fue el mejor hombre, pero ahora…

—No puedes seguir con él, podría llegar a matarte.

Mi pecho se oprimió.

—¿Qué más puedo hacer? No tengo trabajo, no tengo dinero. No puedo pasarme la vida huyendo, no es la vida que quiero para mi hijo.

— Sophie, ¿Qué tal quedarte con nosotros?

—No. No quiero involucrarlos. Mi esposo podría hacerles daño.

—¿Tus padres?

—Murieron hace años, solo somos mi hermano mayor y yo, pero poco después de que Jay nació deje de estar en contacto con él. — suspiró. —No sé nada de él desde hace año.

—¿No has intentado llamarlo?

—Mi esposo no me permite tener celular y tampoco tenemos teléfono de casa.

—Por dios Angie, te tiene en una prisión. ¿Qué pasara cuando Jay lo haga enfadar y…?

—No lo permitiré. — la interrumpió mamá. —Puedo soportarlo, no importa cuantas veces me grite y golpe, pero si toca a mi hijo… lo matare.

—Sophie…

Me sobresalte cuando sentí algo en mi mano. Al girar la cabeza, me encontré con Elena. Suspire, recuperándome del susto que me ha dado.

—Te has tardado. — dijo, al mismo tiempo que recargo su barbilla en mi hombro.

—Si, yo… — le sonreí. —Vamos. — entrelace los dedos de nuestra mano y entramos a la cocina. —Mamá, las palomitas se terminaron.

En el momento que la llame, giro su cabeza del lado contrario. La señora Angie, se puso de pie y con una sonrisa tomo el tazón de mi mano.

—Ahora mismo preparo más.

Solté la mano de Elena y me acerqué a mi madre. Cuando sintió mis manos sobre sus rodillas, me miro con su dulce sonrisa y beso mi frente.

—¿Te estás divirtiendo, Jay?

—Si.

—Me alegro, mi amor.

—Mamá te quiero. — alcé los brazos, ella se inclinó y pude abrazar su cuello. —Te amo, mamá.

—Y yo te amo a ti, mi bebe.

El pillido del microondas fue la señal, nos separamos y después de darle un beso en la mejilla, tome la mano de Elena mientras que en la otra sostenía el tazón lleno de palomitas y regresamos a la sala. Nos acomodamos en el sillón y continuamos con la película.

Reímos al escuchar el gruñido de Theo ante el regaño que le está dando su madre por los problemas que realizo mal y después cómo le grito que la quiere. Miré sobre mis hombros y entendí su cambio de humor cuando vino corriendo, se sentó entre nosotros y se puso el tazón de palomitas en la pierna.

—Ya estoy aquí. — se metió un puñado de palomitas y suspire mientras que Elena de lo más normal recostó su cabeza en el hombro de su hermano.

Ver eso, me puso un poco mal.

Lo que quedo de la película, no lo disfrute ni un poco. Estuve distraído y sentía picazón en la palma de mi mano. Los hermanos tenían toda la atención en la pantalla, y me desanime al pensar qué si me levanto y me voy sin despedirme, no se darán cuenta.

—Jay, tenemos que irnos.

Me levante del sillón y camine hacia mi madre, la película seguía reproduciéndose y cuando llegamos a la puerta, la picazón se detuvo.

—Yo no la vere. — gire mi cabeza, encontrándome con el precioso azul claro de Elena. —La terminare, contigo.

—Pero Theo… — negó.

—Deja que la vea. Yo iré a mi habitación y jugare con mis muñecas. El lunes la terminaremos. — asentí con una gran sonrisa. —Nos vemos, Jay.

—Adiós, Elena.

Mi madre continúo caminando, y antes de seguirla bese su mejilla. Fue como poner mis labios en algodón de azúcar, tan suave y dejo una sensación dulce en mis labios.

No me atreví a mirarla, me giré y corrí detrás de mi madre. Elena tampoco dijo nada, pero no creo que se haya molestado. Al llegar a casa, como siempre esperamos a papá y una vez subió a su habitación, mamá jugo conmigo y después de bañarme, entre a la cama.

Pasaron meses muy tranquilos, algunos días mamá tenía heridas en su rostro y después de que me daba alguna postre para llevar con mis vecinos, la señora Angie me decía que me quedara y ella iba a ver a mi mamá.




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