El señor Fletcher se quedó paralizado después de escucharme y el silencio me sofoco un poco. Le di su tiempo para que procesara todo lo que acabo de confesarle mientras yo me repetía mentalmente que estoy haciendo lo correcto.
—Ella… no… — se puso de pie, mis ojos lo observaron caminar de un lado a otro. —No esto… — se llevó las manos a la cabeza y negó. —¿Cuántas veces lo ha intentado? — respire profundo. —¡Dímelo Jay!
—3 veces. — aparte mis ojos de él. —Pero dos de esos intentos… — mi garganta se cerro antes de que pudiera decirlo.
—¡¿Qué?! — se acercó y me sujeto del cuello de la camisa. —¡Habla!
—Lo intento en la escuela. — confese. —En el baño de mujeres intento cortarse las venas, pero ella me llamo antes y logre detenerla. — suspire. —La siguiente vez fue en los vestidores masculinos para los clubs deportivos, pero no fui yo quien la detuvo a tiempo… fue otro alumno.
—Por dios. — sus manos siguen sujetándome de la camisa, ahora más fuerte y con una mirada de ira. —¡¿Por qué no me lo dijiste Jay?! ¡¿Acaso estabas esperando a que ella en verdad lo hiciera para hablar? — negué, intentaba explicarle, pero es tan difícil. —¡Maldita sea Jay, mi hija ha intentado matarse y yo no sabía nada!
—¡No es tan fácil! — aparte sus manos de mí y respire ante la falta de aire. —¿Cómo cree que me tomo esos intentos de suicidio? ¿Acaso pensó que después de evitar que se matara podía llegar a mi casa y dormir tan tranquilamente? ¡Pues no! — pase mi mano por mi cabello. —Apenas duermo, tengo que hacer todo lo que este en mis manos para no molestarla o sé que intentara matarse. — suspire con pesades. —No me gusta pensar de ella así, pero la verdad es que Darla me sofoca y yo quiero mi vida de vuelta. Quiero terminar con ella. Es todo lo que quiero.
La casa se quedó en silencio, el señor Fletcher miraba sus pies y yo respiraba pesadamente.
—Darla me arrebato mi derecho a elegir. — respire profundo ante las lagrimas que quieren salir. — Y aunque todo este tiempo calle porque no quería que se separaran, no puedo seguir con esto. — me miró y yo negué con la cabeza. —Yo nunca quise estar con ella.
Cerro sus ojos y lentamente volvió a sentarse.
—¿Cómo fue que sucedió? — susurro, manteniendo la cabeza mirando el techo. —Si nunca quisiste estar con ella, ¿Cómo fue que sucedió, Jay?
Me senté en mi lugar y tomé del vaso con agua para poder contarle como sucedió. Durante media hora me escucho sin interrumpirme y cuando termine, parecía tener la mente fría. En realidad, ambos estábamos más tranquilos y yo sentí como un peso desaparecía de mi espalda al por fin decirle todo al señor Fletcher.
—Algunos alumnos tachan a Darla como una loca. — sus ojos se entrecerraron con resentimiento. —Pero los que sabemos por el dolor que ha pasado, sabemos que no está loca. — me miro. —Darla necesita ayuda. — trague saliva. —Muchas más de la que está recibiendo.
—Lo sé, Jay. — suspiró. —Lo sé desde hace tiempo, pero pensé que en verdad estaba mejorando y con tu llegada todo parecía ir tan bien. — sonrió con lastima. —Pero ahora que se cómo te sientes, me doy cuenta de lo cejado que estaba al pensar que eras una clase de salvación para Darla.
—¿Salvación? — se quedó en silencio y se rasco la barbilla.
—Fue mucho antes de que llegaras, Jay. Pero Darla tiene un historial médico complicado que hemos intentado ocultar para que pueda llevar una vida normal, pero como dijiste, mi hija necesita ayuda.
—¿Entonces?
—Si vas a terminar con ella, sabemos lo que intentara. — me sobresalte ante la sorpresa de que tomara mis manos. —Por favor, solo dame unos días. Voy a hablar con su terapeuta y pueda a convencerme de lo que quiero hacer en verdad es lo mejor para Darla. — pestañea y una lagrima resbala por su mejilla. —Como padre, lo único que quiero es que ella este bien. Y mientras siga dependiendo de ti, ella no lo estará. Ya lo he entendido.
—¿Qué fue? — no pude evitar preguntar. —Siento que el estado de Darla proviene de algo más, algo antes de nosotros. — soltó mis manos y suspiró, volviendo a acomodarse en el sillón.
Espere pacientemente y cuando me miro, él solo comenzó a hablar. Me dio una respuesta, pero era mucho más grande de lo que podía imaginar. Cuando termino, mi pecho se oprimió y mi garganta me picaba. El sufrimiento de Darla, comenzó mucho antes de lo que pensaba.
—Ella logro seguir adelante o eso pesábamos.
—Perdón, yo no sabía…
—Nadie lo sabe, Jay. Solo unos pocos, pero Darla también se alejó de ellos.
Aún no termino de procesar en mi cerebro todo lo que acabo de escuchar. Su obsesión conmigo y no querer soltarme. Todo tiene sentido ahora.
—No te atrevas a quedarte con ella ahora que sabes la verdad. — mire al señor Fletcher. —No dejare que sigas con mi hija solo por compasión. — negué después de estar unos segundos en silencio.
—En realidad yo… — trague saliva. —Tengo a alguien a quien quiero. — él arqueo una ceja. —Como lo sabe, yo soy de Boston y en el juego de hace unas semanas, me reencontré con ella.
—¿Engañaste a mi hija?
—No. — aclare mi garganta. —Por eso vine con usted, para que pudiera ayudarme con Darla ya que…
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Editado: 21.04.2024