La flor más hermosa

Capítulo 34

El momento llego.

Decidí esperar hasta que las vacaciones terminaran, no quería arruinar la diversión de mis hermanos y tampoco le mencioné nada a mi madre para evitar que estuviera agobiada y en un ataque viniera a Boston para tener por fin esa charla.

La conozco y sé que eso habría hecho.

Sobre Elena, deje que disfrutara de su momento. Esta muy emocionada y practica durante un par de horas al día. Me gusta escucharla así que mientras ella toca el violín, yo estoy sentado en su cama mirándola todo el tiempo.

Solo cuando estoy con ella, son los únicos momentos en los cuales puedo alejar a mi mente de todo el caos que mi cabeza es desde que supe la verdad. Algunas veces me gustaría nunca haberme enterado y seguir pensando que mi padre está en alguna parte del mundo viviendo una nueva vida, ignorando saber el monstro que en verdad era.

Ahora cada vez que pienso en él, se me revuelve el estómago y corro al baño a vomitar. Tantos años extrañándolo y deseando que estuviera bien, se han convertido en sentimientos de odio y resentimiento. Hizo vivir un infierno a mi madre, y nunca podre perdonarlo.

—Jay, ¿tienes todo listo? — mi mirada se desvió hacia mi suegro quien está parado sobre el marco de la puerta de la habitación de Elena.

—Si, todo listo.

—Bien. Subiré tu maleta. Te esper abajo. — asentí mientras él entraba y se llevaba mi maleta.

—Así que llego la hora. — miro a Elena, ella está acariciando a Peggy quien esta recostada con la cabeza sobre sus piernas. Me senté a su lado.

—Si, y lo detesto. — sonrío y yo abrace su cintura plantando un beso en su mejilla.

—Han sido las mejores vacaciones que he tenido en mucho tiempo. — dejó caer su cabeza sobre mi hombro, convirtiendo este momento en algo intimo para ambos.

—Volveremos a los mensajes y llamadas nocturnas.

—Si. — tome su mano y la lleve a mis labios, dejando un beso en su dorso.

—Te amo.

—Y yo a ti. — bese su sien y ambos nos levantamos, poniéndonos en marcha con una pesada sensación en el corazón.

Hablé con ella anoche y le conté lo que todos en esta casa saben menos ella. Incluso antes de terminar, lagrimas empapaban su rostro y la abrace con fuerza contra mi pecho. Se que quiere mucho a mi madre, por eso fue desgarrador para ella enterarse de lo que sufrió cuando nosotros éramos unos niños que amábamos comer sus postres y no saber todo el dolor que había detrás de esa dulce sonrisa con la cual siempre nos miraba.

Con la cual siempre me miraba.

Con las manos entrelazadas, me despedí de mi suegra y de Theo. Elena, Peggy y yo subimos a la parte trasera del auto de mi suegro y nuestras manos se mantuvieron unidas durante todo el camino hacia el aeropuerto. Durante esos minutos nadie hablo, estuve desviando mi mirada entre la ventana y mi flor.

Desde que se lo de mi padre, la caja que mantenía sellados los recuerdos de mi niñes fue abierta y cada día vienen a mi mente recuerdos que me estremecen del miedo y me asfixian hasta el punto de tener problemas para respirar. No es necesario que este durmiendo para que ocurra, algunas veces llegan cuando estoy comiendo o jugando videojuegos. Cuando sucede, busco a Elena y solo verla es suficiente para calmarme y regresar a mis sentidos poco a poco.

Se que no estoy bien. Se lo duro que es que alguien dependa de ti y no quiero hacerle eso a ella aun sabiendo que estaría dispuesta a ello con tal de que este bien. Solo que no puedo dejar que eso suceda.

Aprieto mis dedos en su mano y ella gira la cabeza hacia mí con una pequeña sonrisa en los labios. No son necesarias las palabras para que ambos sepamos lo que queremos decirle al otro, y cuando el auto se estaciona el peso en nuestros corazones es más ligero.

Media hora después de llegar, anunciaron mi vuelo. Me despedí de mi suegro con un apretón de manos acompañado de un abrazo, y él se alejó unos pasos para darnos un momento.

—Tengo que volver a casa, mi flor.

—Si. — sonrió. —Estaré esperando tu llamada.

—Aterrizare en California en la madrugada. — dije con una ligera risa.

—No importa. No dormiré hasta que me llames y me digas que llegaste sin ningún rasguño. — estire mi mano hacia su cadera y una vez mis dedos la tocaron, la acerque a mí en un abrazo.

—Bien, te llamare. — bese su frente. —Y sé que estas emocionada, pero no te sobre esfuerces.

—Lo intentare.

Volvieron a anunciar que mi vuelo esta por salir, y con unas palmaditas en la cabeza me despedí de Peggy.

—Te amo.

—También te amo.

Bese sus labios y cuando me separe de ellos, tome mi maleta y con un gran esfuerzo le di la espalda alejándome de ella.

Subí al avión y me puse cómodo en mi asiento, cuando despegamos intente distraerme jugando en mi celular y después viendo una película la cual me aburrió tanto que termine quedándome dormido. Me desperté con un salto y jadeando con tanta fuerza que la persona a mi lado llamo a una de las azafatas temiendo que estuviera sufriendo algún ataque, lo cual no está del todo equivocado.




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