Mis pulmones arden con cada respiración, mis piernas están tan adoloridas y cansadas que cada vez que las mantengo en reposo tiemblan como gelatina, y tengo tata sed que ahora mismo podría tomarme un garrafón de veinte litros de un solo trago.
Levanto la mirada y me encuentro con el rostro de jugador número diecisiete frente a mí. Iowa Hawkeyes, el equipo con el que nos estamos enfrentando. Son un equipo fuerte y organizado, pero en este momento son unas bestias.
Me avergüenza decirlo, pero la verdad es que los subestimamos. Pensamos que al ser un equipo que los dos últimos años ha estado muy calmado, sería una victoria fácil, lo cual fue un gran error. Sabíamos que el entrenador había sido cambiado a finales del año pasado, justo después de que ganamos por segunda vez el título del mejor equipo universitario de futbol americano, pero nunca imaginamos que en menos de un año convertiría a estos chicos en unos completos locos dentro de la cancha.
Joder, nunca había estado tan sudado y adolorido en mi vida.
Le guiño un ojo a número diecisiete y el gruñe. La sed de victoria esta inyectada en sus ojos, al igual que en todos sus compañeros. Estamos a solos tres puntos de diferencia, lo cual quiere decir que necesitamos un touchdown para tener la victoria y puedo sentir la tensión de mi equipo. Nosotros también estamos decididos.
Una vez ambos equipos estuvieron posicionados, la multitud en las gradas guardo silencio permitiéndonos mantener toda nuestra concentración en este ultimo minutos tan importante para mí.
El silbato sonó, los corredores nos dispersamos ante los escasos huecos que nuestra línea ofensiva nos otorgó. Corrí hacia un espacio libre y mire sobre mi hombro justo en el momento en que Eddie lanzo el balón hacia mi dirección. Salte, atrapando el balón en mis manos y no perdí un solo segundo.
Corrí hacia la zona de anotación sintiendo a los defensores venir tras de mí, me encontraba muy cerca cuando por el rabillo del ojo vi un cuerpo abalanzarse sobre mí. Numero diecisiete, no me constaba, pero sentía esa misma sed de cuando nuestras miradas se encontraron.
Lo siento amigo.
En el momento justo, di un salto logrando esquivarlo y cuando mis pies volvieron a pisar el suelo, fue en la zona de anotación que nos acaba de dar la victoria. La multitud exploto en un coro de vitoreos y aplausos, mis compañeros de equipo corrieron hacia mí y yo alce el balón hacia el cielo.
—¡POR TERCERA VEZ CONSECUTIVA, STANFOR SE CONVIERTE EN EL GANADOR DE ESTA TEMPORADA! ¡VIVA CRIMSON!
Anuncio el locutor por los altavoces confirmando así nuestra victoria.
Un estruendo me estremeció y me calme al ver el confeti caer y llenar la cancha al mismo tiempo que mis compañeros me alcanzan y saltan a mi alrededor. Festejo y rio junto con ellos, después de un tiempo nos dirigimos hacia el centro de la cancha y nos pusimos en fila.
Eddie, quien se convirtió el nuestro capitán desde hace dos años cuando el anterior capitán se graduó, fue quien estrecho la mano de los tres hombres a cargo de organizar este juego y recibió de regreso el trofeo que ha estado en la vitrina de logos de nuestra universidad durante dos años consecutivos.
Nuestro capitán gira la cabeza y nos mira con orgullo antes de dirigirse a la multitud y alzar el trofeo al cielo. Los gritos y aplausos se vuelven más intensos y mi mirada se dirigió al lugar donde se encuentran las personas importantes para mí. A los primeros que vi fue a mi familia, están de pie con una gran sonrisa y gritan mi nombre con devoción. Después me encuentro con la mirada de orgullo de mi mejor amigo, Theo. Él esta con los brazos cruzados y una sonrisita en los labios, se el mensaje que está en sus ojos y le hago saber que lo entiendo con un asentimiento de cabeza. Y, por último, el rostro de mi chica.
Elena tiene una sonrisa en los labios y aplaude mientras intenta contener las lágrimas. Hemos estado juntos dos años y como la primera vez que la vi hace mas de diez años atrás, mi corazón responde a ella con palpitaciones reconfortantes y una agradable calidez.
Ella siente mi mirada y lo sé porque su sonrisa se vuelve más grande hasta mostrar sus dientes. Quiero brincar la barda e ir a besarla. No he podido tocarla en los dos meses que estuve entrenando hasta el cansancio para este día y ahora que termino, solo quiero tenerla en mis brazos.
Mi mirada se aparta de manera brusca de ella ante un empujón en mi hombro que me obligo a llevar un pie atrás para no perder el equilibrio. Numero diecisiete esta muy molesto y no lo se por el empujón que me ha dado, su mirada y postura son suficientes señales para saberlo.
Alzo las manos a la altura de los hombros para hacerle saber que no quiero una pelea y aprieta la mandíbula ante el rechazo. Sino fuera porque su entrenador llamo su nombre en un tono duro, podría apostar a que se abalanzaría sobre mí en cualquier momento, pero solo me fulmino con la mirada antes de caminar hacia donde lo llaman.
—Maldita puta. — susurro con dureza al pasar por mi lado y yo me quede congelado.
No han sido número diecisiete lo cual me ha dejado en un estado disociativo, ha sido el insulto lo que lo ha hecho. Lo he escuchado antes, con un tono lleno de ira y rencor viniendo de un hombre que pensé había quedado en el olvido.
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Editado: 21.04.2024