La flor más hermosa

Capítulo 39

<<ESE DÍA>>

—Parece que los vecinos saldrán. — mire a mi madre y ella negó suavemente. —Una niña está mirando hacia aquí.

Me levanté y fui a lado de mi padre, una sonrisa se dibujó en los labios de Elena cuando nuestros ojos se encontraron y yo no pude ocultar la mía. Ayer no fui a su casa ya que papá nos avisó que llegaría temprano y mamá no quería arriesgarse.

—Te llevas bien con ella, por lo que puedo ver. — asentí. —El otro niño, tiene los ojos pegados a la tableta.

—Es Theo, estamos en la misma clase. — explique. —Y Elena es su hermana menor.

—¿Pasas mucho tiempo con Elena?

—En el almuerzo. — me miro, mis labios se cerraron con fuerza ante su mirada penetrante.

—Cariño. — ambos miramos a mamá, quien nos mira nerviosa. —Hay algo de lo que me gustaría hablar.

—Claro, solo dejo hago una llamada antes.

Papá me sonrió y acaricio mi cabeza, se acercó a mamá para darle un beso y se fue con dirección a la cocina mientras sacaba su celular del bolsillo de su pantalón.

—Jay. — mamá se acercó a mí, colocándose de rodillas y sujetándome ligeramente de los hombros. —Voy a hablar con tu papá, ve a tu habitación y ponle pestillo. — acuno mi rostro en sus manos y beso mi frente. —Ve, cariño. – asentí.

Miré de nuevo por la ventana, mi corazón se sintió pesado cuando encontré el lugar vacío. Ellos ya se han ido y yo no podré verla tocar y recibir su premio.

Porque estoy seguro de que ganaría.

La voz de mi padre era un susurro en el lugar donde estamos. Mire a mamá, sonreí y bese su mejilla para después subir las escaleras, entrar a mi habitación y me puse a jugar con mis juguetes nuevos después de colocarle el pestillo.

Pasaron varios minutos, solo escuchaba los sonidos que hacía mientras jugaba con mis soldados imaginando estar en una guerra. Pero paso, un estruendo que me hizo saltar y acelero los latidos de mi corazón.

Salte ante otro ruido fuerte, me quede congelado con un soldado en mi mano y un tanque de guerra en la otra mano. Los gritos se comenzaban a filtrar por la puerta, era la voz de papá, pero en ese momento solo pude sentir miedo al escucharlo.

Dejé caer mis juguetes y me metí dentro de las sábanas. Cerré mis ojos y cubrí mis oídos con fuerza, quedando en completa oscuridad y un silencio aterrador. Solo quería que terminara, que cuando su pelea termine papá no haya cambiado de opinión y vuelva a ignórame.

Solo deseaba que pudiéramos ser una familia como los Halls. Un padre y madre que están enamorados y pasan el tiempo con sus hijos. No quería que solo mi madre me diera amor, también deseo el de mi padre. Y sé que mamá también lo quiere así.

Pude verlo, como sus ojos temblaban cuando papá la besaba y tocaba. Logre ver un poco de satisfacción, pero casi de inmediato se colocaba una dura armadura de nuevo. Algo parecido al cómo reacciona mi cuerpo cuando quero hablarle sobre mi tío y el como prometió venir por nosotros.

Nosotros durante mucho tiempo hemos esperado a ser vistos con ojos amorosos por papá, y ahora que por fin nos ve de esa manera, estoy aterrado de que termine tan rápido. Así que no sabía que era lo que más me aterraba, saber que están peleando o que papá vuelva a ser tan frio con nosotros.

Prefiero la primera, una pelea se puede resolver si pides disculpas.

Pero comencé a dudar que fuera a resolverse tan fácilmente cuando los gritos se hicieron más fuertes, no importa cuanta presión colocara en mis oídos, las voces de mis padres discutiendo eran como un martillo golpeando mi cabeza.

—Paren… ya paren…

¿Por qué pelean? ¿Por qué gritan? ¡PAREN!

A pesar de que abrí los ojos, todo estaba oscuro y fue como si perdiera el conocimiento.

Me desconecte. Cuando eso sucede, dejo de pensar y sentir. Pierdo completamente el control de mi cuerpo el cual de manera natural (o antinatural), se adapta a la situación que tenga presente.

La voz duro de mi padre se filtra por las paredes, salgo de la cama y abriendo la puerta de mi habitación me dirijo hacia las escaleras. Al llegar al último escalón me detengo y asomo la cabeza. Primero miro hacia la cocina y al no encontrar a nadie gire la cabeza hacia la sala.

La imagen frente a mi debió de haberme aterrorizado hasta el punto de hacerme en los pantalones, pero en mi estado desorientado no tuvo ninguna reacción. Mi madre esta en el suelo, mi padre sobre ella y sus manos rodean su cuello. Ella parece estar sufriendo, y creo que lo está. Su cuerpo se retuerce, sus manos rodean las de papá intentando con las fuerzas que le quedan liberarse de su agarre. El tono de su rostro comienza a ponerse de un tono purpura y entonces lo comprendo. Mamá no pude respirar por culpa de papá.

Tengo que ayudarla.

De manera automática camino hacia la cocina y me acerque a uno de los cajones. Se donde mi madre guarda los utensilios que utiliza cuando hace la cena o prepara alguno de sus maravillosos postres, la he visto centenares de veces tomarlos y volverlos a guardar, así que abro el cajón y tomo un chichillo.




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