- ¿No te enseñaron a leer y escribir al llegar al castillo?
Me pregunta el noble señor mientras toma asiento en el mueble más cómodo que se ve en la mansión, nuestros ojos se encuentran y me pongo roja cautivada por su belleza.
-No mi señor, cuando llegue al castillo la cuarta concubina me dijo que solo se le enseñaba a leer y escribir a las sirvientas que llegaran al castillo con la autorización de sus padres o de un tutor, ya que son las que tienen futuro y pueden ayudar a sus maestros y como soy huérfana me saco de la clase y me mando al palacio de su hija la tercera princesa.
Digo tímidamente con toda sinceridad, aunque estoy aun un poco sonrojada ya que él no aparta la vista de mí (él hace que me sientas como un libro abierto ante sus ojos) pienso con timidez, lo veo hacer un gesto de desacuerdo o desagrado, no estoy segura pero me hace sentir mal, como si fuera dicho algo horrible, mientras los demás hablan entre murmullos, los miro sin entender nada y después vuelvo a mirar al noble señor, su mirada se agudiza y me analiza, siento como si pudiera atravesarme con la mirada, nada que ver con la vez en el invernadero.
- ¿Sabes que no puedes hablar mal de la familia real?
Dice el noble señor, su mirada es tan profunda que siento que cometí un grave error, no sé si es instintivamente o por el simple reflejo que he desarrollado desde que entre al palacio que me arrodillo e inclino mi cabeza hasta el suelo.
-Lo… lo siento mi señor, acabo de cometer un grave error, por favor perdone mi error…
Digo con miedo a lo que me pueda hacer con el rango alto que tiene aquí, también por su mirada fría y su rostro inexpresivo, que me hace temblar y tener mucho miedo (cuando se enoja tiene una fuerte sed de sangre… parece como un general, esa sed es más grande que la de mi difunto padre) pienso nerviosa.
- ¿Sabes el pecado que cometiste?
Me pregunta con voz fría la cual hiela mis huesos, no tengo la necesidad de verle la cara para saber lo enojado que esta, siento su fría y penetrante mirada hacia mí. No respondo porque no sé cuál fue mi pecado, solo dije algo que me dijo la concubina cuando llegué y también lo que todos los sirvientes me repiten todo el tiempo para molestarme.
-Sáquenla de aquí, llévenla al palacio de la Rosa y da la orden de que no le den alimento durante una semana, para que reflexiones el pecado que cometió.
Dice enojado, no entiendo porque se puso así, lo miro y solo veo desagrado en sus ojos, esos que antes me miraban con amabilidad, dos de esos hombres me toman de los brazos y me llevan con brusquedad al palacio de la Rosa, en el camino me lastimo los pies al ser arrastrada por el bosque, al llegar me tiran y me raspo aun más las piernas, no entiendo nada (¿Realmente cometí un pecado tan grabe para recibir este tipo de castigo?) pienso con dolor en mi corazón al recordar sus hermosos ojos llenos de desagrado, cuando la concubina llega los hombres le transmiten la orden del noble señor antes de darse la vuelta para irse.
-Señores… ¿me pueden decir cuál fue mi error?
Pregunto, pero me ignoran y se van, la cuarta concubina me agarra del pelo y me arrastra hacia fuera de su palacio con desprecio, el dolor en mi corazón es más fuerte que el que siento en el cuerpo, me siento impotente pero no me puedo defender.
-No le den alimento a esta bastarda y pónganle el doble de trabajo.
Le dice la concubina a la jefa de mucamas mientras sonríe con superioridad. Paso los días trabajando desde antes de que amanezca hasta que se hace muy de noche, me mareo con facilidad e incluso trabajo estando enferma con fiebre, mareo, dolores de cabeza y desnutrición, pero cuando no lo hago la concubina manda a azotarme con el látigo, lo cual paso en tres ocasiones en las cuales solo caminar se sentía como caminar sobre miles de agujas clavándose en mi piel. Las demás sirvientas se burlan de mí y hacen todo lo posible para que yo tenga más trabajo que hacer, paso el día solo con agua del viejo pozo que está detrás del palacio de la Rosa, en ocasiones encuentro bichos en pozo, las demás sirvientas los echan para molestarme, en silencio los retiros del agua y lleno mi estomago con esa agua sucia para poder aguantar el hambre, al terminar mi trabajo, en las noches, entro en el bosque a buscar frutas y plantas silvestres para poder comer aunque sea un poco. Aun no sé cuál fue mi pecado ese día, no sé qué fue lo que dije que no debía decir para que el noble señor diera esa orden, tampoco entiendo por qué la concubina obedeció sin preguntar nada, cada vez que lo pienso me siento triste, herida, lastimada por él, me siento sola, más sola que antes; y así, con el sabotaje de las sirvientas, las humillaciones de todos, y el maltrato de la concubina y la tercera princesa, pasa una semana.
Mientras estoy lavando la ropa de la tercera princesa, llega el sobrino político de la cuarta concubina y el hombre del que la tercera princesa está enamorada, él se me insinúa como siempre lo hace, lo alejo con el poco de fuerza que tengo, me agarra y trata de aprovecharse de mi mientras yo forcejeo débilmente, pero casi no tengo fuerzas y estoy muy mareada, antes de que me hiciera algo llega la jefa de mucamas al ver al sobrino de la concubina agarrando me los brazos y besándome en el cuello descaradamente cerca del lavadero al aire libre, pregunta que es lo que sucede, lo cual hace que él me suelte y agradezco su llegada en mi mente.
-Esta zorra me sedujo.
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secretos y amor, traiciones y masacres., abuso del poder e intrigas
Editado: 16.03.2025