Hablaba con Damara de cosas sin importancia hasta que ella vio algo con mucha seriedad. Supuse que era uno de sus "fans" del instituto, pero al voltear vi a Lais que, al verme, se dio media vuelta y se fue. Quería ir detrás de ella, pero... ¿para qué?
Después de un rato, también me fui. Saqué mi celular para escuchar música y me di cuenta de que tenía varios mensajes de WhatsApp. Uno de ellos era de Lais, preguntando si podíamos hablar. Me hubiera gustado contestar el mensaje más rápido, pero ya se había ido.
—En tu casa, en diez minutos— escribí y envié el mensaje. Sabía que era una respuesta bastante clara y directa. Comencé a caminar y, en unos minutos, llegué.
Toqué la puerta hasta que Lais salió. Me hizo pasar y nos sentamos en su mueble.
—Bueno, Dexter, yo en verdad no quiero que Adonis ni tú estén peleados—. Iba a continuar, pero la interrumpí.
—Mira, Lais, lo que pase entre Adonis y yo como amigos es asunto nuestro. No tienes por qué defender a tu novio de "mis garras", ¿comprendes? Te jugaste conmigo, Lais. Todo el plan que hicimos y lo que pasó no sirvió. ¿Por qué? ¡PORQUE VOLVISTE CON ÉL! ¿Entiendes? Entonces, Lais, desde hoy cada quien mueve su ficha como mejor le parezca, y yo nunca pierdo, así que este pequeño juego entre ambos no acabará hasta que yo lo gane—. Me levanté y me fui.
Si pensaban que podían jugar conmigo o utilizarme para luego volver con Adonis y hacer todo igual, estaban equivocados. ¿Por qué solo me escribes cuando tienes ganas? Lais, ¿por qué eres tan complicada?
Caminé a casa escuchando música, en específico "Creep" de Radiohead. Mientras caminaba, cantaba una parte de la canción:
—What the hell am I doing here? I don't belong here—.
Hasta que un coche pasó por un charco, mojándome la ropa. Eso me enojó.
—¡IMBÉCIL! ¡MANEJA BIEN!—. Ahora tenía que caminar como si me hubiera orinado todo. Llegué a mi departamento, y a veces pensaba que mi vida era una mierda. Entré y no había nadie. Pensé en adoptar un perro o algún animal, pero no tenía tiempo.
Mi departamento era pequeño para una sola persona como yo. Al entrar, lo primero que se ve es un mobiliario blanco con almohadas negras, una mesita del mismo color, un estante de libros y al lado una silla con una lámpara para leer, una alfombra y una TV de último modelo. Siempre me gustó tener todo bien decorado y ordenado. Si tuviera un gato, lo primero que haría sería botar mis cosas, y la mayoría de los perros romperían mis cosas o desordenarían todo. He pensado en tener un hámster.
Fui a mi habitación, que tenía una cama matrimonial bastante grande, solo para mí. Me gustaba poder estirarme como quisiera y también tenía una TV, no tan grande, porque en mi habitación apenas entraba la cama.
¿Vivía solo? Sí, estaba acostumbrado a hacer todo yo mismo. En las pocas veces que he llorado, supongo que solo yo he estado para mí. Me tiré en la cama y dormí. Fue un día algo cansado.
...
Me despertó un golpe en la puerta. —¿Quién será ahora?— Siempre los vecinos se quejaban conmigo, pensando que era mi "perro" el que ladraba, pero era el vecino de arriba. Me puse mis pantuflas y salí. Al abrir, vi a Lais con una capucha. Parecía que había estado lloviendo porque su ropa y su chaqueta estaban mojadas.
—¿Qué haces aquí y cómo conseguiste dónde vivo? A veces me sorprende hasta dónde puedes llegar para acosar a alguien—. Mi expresión era seria, como si no me importara lo que hiciera aquí en la puerta de mi departamento.
—He venido a hablar, ¿vale? No quiero que haya un "juego" entre nosotros—. Ella pasó a casa con las botas sucias.
—¡Eh! ¡Cuidado! Mi piso está limpio. Quítate eso y voy a buscar unas pantuflas—. Asintió con la cabeza y fui a buscar las pantuflas. Se las puso y me agradeció. Nos sentamos juntos en el sofá.
—Bien, entonces, ¿qué haces aquí y cómo sabes dónde vivo?— Levanté una ceja mientras la examinaba para saber si diría la verdad o mentiría.
—Jeje... te vas a reír—. Eso significaba que no me reiría.
—Habla, Lais—. Mi tono de voz se volvió más grave, lo cual solía ocurrir cuando alguien empezaba a desesperarme.
—Vale, pues me lo dio Damara—.
—¿Qué? ¿Desde cuándo hablas con Damara?— Me levanté del sofá y comencé a caminar de un lado a otro.
—No me hablo con ella, pero... tuve que amenazarla un poquito—. Quedé en shock.
—¿De qué hablas cuando dices "tuve que amenazarla"? ¿Qué le dijiste a Lais?—. Ella se puso una mano en el cuello, sin saber qué decir.
—Bueno, fue un proceso bastante largo para que me diera su número, pero lo conseguí. Le escribí y... bueno, tal vez solo le dije "tú sabes dónde queda la casa de Dexter, si no me lo dices, iré a tu casa y te arrancaré la cabeza en Halloween". Creo que me pasé un poco—. ¿Un poco? ¡Qué! Dios, Lais era tan...
—Eres consciente de lo que has hecho, ¿verdad? La chica no te ha hecho nada—. La cara de Lais cambió, dándome a entender que sí le hizo algo.
—Espera, ¿te hizo algo?—.
Lais dudó en decirme, pero al final lo hizo.
—Cuando te fuiste de la cafetería, intenté acercarme a ella, pero me advirtió que me alejara de ti. Se metió con mi carrera, diciendo que merecías a alguien más y cosas así—. Su voz cambió a una nota triste. —Por eso, cuando te vi con ella, no quería causar problemas—.
—Hablaré con ella—.
—Dexter, no quiero meterte en problemas—.
—No lo haces, Lais. Ella no tiene el derecho a meterse contigo, ni a criticar tu carrera. Ella estudia actuación, pero en algún momento, las personas dejan de actuar por su salud mental, porque no se sienten cómodas frente a las cámaras o con todos sabiendo su vida privada. ¿Sabes algo? Me gustan más los libros que esas películas tontas—. Ella rió.
—Gracias. Espero que algún día pueda escribir un libro y que tenga el éxito que espero lograr. He amado escribir desde que tenía doce años—. Al decirlo, podía ver un pequeño brillo en sus ojos.