Tory
Despierto por los golpes que provienen en dirección de la puerta.
— Tory, ¿Estás despierta? —dos golpes más— Baker contéstame...
— Estoy acá —contesto con pereza mientras me levanto con dificultad de la cama.
Abro la puerta.
— ¿Qué pasa? —pregunto entre medio de un bostezo fregándome los ojos.
— He quedado dentro de hora y media con unos amigos a cenar afuera. Y me preguntaba si querías acompañarme —dice medio dudando— Porque ya sabes eres nueva en el campus y supongo que no conoces a nadie.
Me vendría bien salir y conocer gente nueva, despejarme un poco, conocer la cuidad. Pero sobre todo porque no sé cocinar. Así que esto me viene como anillo al dedo.
— Si claro, me encantaría —en sus ojos aparece un pequeño brillo de felicidad.
— Okey, entonces date un baño. Despabila tus neuronas y vístete.
Se gira para ir a su habitación, pero la detengo.
— ¡Espera!, pero ¿cómo debo vestir?
— Arreglada como si fueras a un boliche, pero casual a la vez.
— Genial, gracias.
— Dentro de hora y cuarto te busco para que nos vallamos.
Y dicho eso se encamina de nuevo por dónde vino.
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Al instante de salir del baño, que está junto a la habilitación, me dirijo a dónde está mi ropa con una toalla cubriendo me el cuerpo.
Lo más lógico sería ir al guardarropa. Pues no mí ciela, la muy tarada se acostó a roncar apenas llego sin sacar la ropa y sin descalzarse los zapatos. Encima la muy descarada de mí persona además de dormirse casi todo el viaje, viene y echa otra siesta en el departamento.
El tema central es que abro la maleta sobre la cama, rebuscó entre toda la ropa de la maleta durante como unos 15 minutos hasta que me doy cuenta que está es la maleta de la escuela.
Cómo tengo dos maletas para mayor organización, y porque la flojera de mañana es demasiada. Las organicé como "ropa de universidad" y "ropa para salir".
Cierro la maleta de la Universidad frustrada y abro la otra en donde si está lo que necesito.
Tomo el vestido negro con tirantes delgados que elegí para esta noche, con una campera de jeans. Luego de que me visto me calzo unas zapatillas blancas y una cartera a tono con cadena plateada. En el cabello me hago un rodete desaliñado. Ya que la vestimenta que elegí es boliche-casual, según me dijo Danna, en mi maquillaje uso un delineador y el rímel. Sencillo pero arreglado.
Cuando termino dispongo de unos 10 minutos de sobra antes de que me llame Danna para irnos, así que aprovecho el tiempo para sacar todo de la mochila, llevaría los chocolates a la heladera de la cocina pero son demasiados sagrados para un lugar tan indigno como una cocina. Así que destino un cajón del escritorio para mí comida, que luego llenaré con más cosas que solo chocolates.
Tocan mí puerta un par de veces. Para que luego me griten desde la barra más o menos debido al tono de la voz.
— ¡Tory vámonos que se hace tarde! —grita Danna alargando la e.
Cierro el cajón. Agarró mí bolso y apago la luz. Me dirijo a la cocina en donde se encuentra mí compañera.
Ahora que la reparo mejor su cabello es pelirrojo, está planchada por lo que deduzco que es ondulado al natural. Tiene la misma altura que yo solo un poco más alto. Sus facciones no son tan suaves, pero de igual manera es hermosa. Su piel es de un tono moreno, a juzgar por su complexión practica ballet, pero sugiero que, como hobby, ya que no está tan formado como una profesional.
Ahora lleva su larga cabellera en una trenza cosida, un top negro, y un short del mismo color, e incluso unas zapatillas con un color idéntico.
Se voltea al sentir mis pasos en su dirección.
— Wow —dice con expresión de asombro.
Me quedo en duda si lo dice en un buen o mal sentido.
— ¿Que? ¿Es muy exagerado? —pregunto algo nerviosa por su respuesta.
— No, no, estás muy atractiva —admite mientras recorre con la mirada mí outfit—. Bueno más atractiva que hoy.
— ¿Gracias? —digo no muy convencida.
Su comentario me toma desprevenida. No me esperaba un comentario así de una chica.
— Soy lesbiana, igual no eres mí tipo —contestando mí pregunta, aunque no la haya formulado—. Me van más las morenas. Pero no lo puedo negar cuando tengo enfrente de mí una belleza como tú.
Se me sube un color a las mejillas. Nunca me habían halagado de tal manera.
— Pero estarías más bella así —se levanta del taburete caminando en mí dirección.
Se posa detrás de mí para deshacerse de mí rodete, dejando mí pelo suelto.