Vonvir. Kralice siempre añoraba regresar, por más de haber estado fuera solo unas horas. A Nocturno parecía sucederle lo mismo, porque cada vez que se acercaban al pueblo, aceleraba el paso. Nada como estar en casa. Sin embargo, antes de por fin descansar en la comodidad de su hogar, Kralice debía ocuparse de un último asunto.
Las puertas del orfanato estaban cerradas, pero la cazarrecompensas sabía que no trababan la llave hasta bien entrada la noche. Y como ella siempre era bienvenida, se adentró sin más preámbulos. Todo a su alrededor le traía gratos recuerdos; el aroma a la sopa de Elenna, por ejemplo, logró transportarla directamente a la vasta mesa del comedor, que antaño compartió junto a los demás niños que se hospedaban allí.
Desde la cocina, provenía un tintineo constante y un poco descuidado, acompañado por el murmullo del agua en movimiento. Alguien estaba lavando los platos y los hacía chocar entre sí. La muchacha caminó, intrigada por quién estaría junto a la bacha. No podría tratarse de Elenna, la encargada del orfanato era una mujer cuyas acciones realizaba con suma prudencia.
De espaldas a Kralice, una muchachita con el cabello azulado fregaba la suciedad de vasos, cubiertos y platos que flotaban en un mar de espuma.
—Haces los quehaceres con el mismo entusiasmo que tus deberes. —La joven dio un saltito en el lugar al escuchar a Kralice. Al girar sobre los talones y fijar sus ojos almendrados en ella, se abalanzó hacia sus brazos y la estrujó con fuerza. Lilué. Kralice le devolvió el apretón con gusto y hundió la cara en sus mechones.
Eran del color del cielo y caían como una cascada detrás de sus orejas. A su portadora le gustaba un pelo fácil de manejar, motivo por el que prefería cortarlo en cuanto le alcanzaba los hombros. En esa ocasión, las puntas flotaban alrededor de su cuello, formando delicados remolinos que enmarcaban un rostro de mejillas sonrojadas y barbilla redonda.
Nadie en Vonvir conocía la identidad de los padres de Lilué y, sin embargo, resultaba evidente que alguno de ellos había tenido algún antepasado dylf. Los matices azules abundaban en aquella raza. El gen debió viajar de generación en generación hasta llegar a Lilué y convertirla en una inari de cabellera celeste.
—¡Qué suerte que llegaste a salvarme de esta tortura! —exclamó y deshizo el abrazo para mostrarle a Kralice una sonrisa de dientes un poco desalineados. Las paletas superiores sobresalían del resto y los colmillos se mostraban reacios a aparecer del todo—. Elenna hace hasta lo imposible por convertir mi vida en un aburrimiento. Era esto o pulir la vajilla de las festividades.
—Te castigó tanto que ya se está quedando sin ideas. ¿Qué hiciste esta vez? —Lilué resopló junto con un ademán que le restó importancia al asunto.
—Es una exagerada.
—A mí no me engañas, traviesa, conozco tu historial. —Kralice mojó el índice en la espuma y con él tocó la punta de la nariz de Lilué.
—¡Ey! —Con la manga de la blusa, la joven limpió la ocurrencia de la cazarrecompensas—. Me hiciste picar.
—No cambies de tema.
—Bueeeno… —Lilué revoleó la mirada mientras alargaba las vocales de la palabra—. Solo estaba practicando magia…, digamos que… muy cerca del vestido de Nolly. Se puso como loca cuando vio que la falda se le prendía fuego je, je.
—¡Lilué!
—¡Fue sin querer, lo juro por mi vida! Además, logré solucionar rápido las cosas. Se me da bien la magia acuática. —Con un simple chasquido de dedos, un chorrito de agua aterrizó en la frente de Kralice—Ah, ah, sin quejarte, ahora estamos a mano. —Lilué largó una risita picarona que pronto se desvaneció en sus propios pensamientos—. No veo la hora de entrar a la Academia, todo debe ser tan interesante allí. —dijo, observando a la distancia.
—Aguanta tres años más. Yo misma te llevaré a tu primer día de clases.
—¿En serio? —La ilusión surcó el semblante de Lilué, soñaba con cumplir los quince al día siguiente—. ¿Y si no entro? —Frunció el ceño.
—Se las tendrán que ver conmigo.
—Es lo que quería oír. —Lilué carcajeó y le plantó un beso en el cachete. Tuvo que ponerse en puntitas de pie, porque Kralice llegaba al metro setenta y ella medía varios centímetros menos—. ¡Oye! Hoy florecerá la enredadera lunar.
—Madre mía, qué rápido pasa el tiempo. —Si fuera por la cazarrecompensas, habría jurado que había sido ayer la última vez que visitaron los bosques de Vonvir. La enredadera lunar era una planta que crecía en lo profundo del pueblo las primeras siete medianoches del último mes de verano y otras siete del último mes de invierno. El nombre hacía referencia al brillo argénteo que emanaba de las flores cuando la luz de la luna las alumbraba—. Me imagino que querrás ir a verla.
—Por supuesto, no me lo perdería por nada del mundo. Te espero en la entrada trasera luego de que toquen las doce. ¿De acuerdo?
—Bien. Sé discreta como una gacela si quieres evitar que Elenna te castigue de vuelta.
—No te preocupes por eso, ya está al tanto de nuestras escapadas; pero hace la vista gorda porque tú eres la adulta a cargo.
—¿Y por qué recién me estoy enterando?
—Quería fingir que no era cierto. Es súper aburrido escabullirme en medio de la noche sabiendo que me autorizan a hacerlo.