La fortuna de Dalaroth

Capítulo 4 - tercera parte

El té de fresa era el preferido de Lilué. Le gustaba con tres cucharadas de azúcar, aunque Elenna solo le puso una. Mientras la mujer untaba una cantidad abundante de mermelada de higo sobre las rodajas de pan tostado, Kralice le agregó las dos que faltaban.

El desayuno estuvo listo cuando los biscochos de queso ocuparon el único espacio vacío en la bandeja. También había una porción de pastel de chocolate bañada en miel y decorada con frutos secos.

—Todo se ve delicioso. —murmuró Kralice, observando cada manjar. Ostentaban una pinta fresca, seguramente preparados apenas unas horas atrás, y un aroma que flotaba más allá de la cocina del orfanato. La cazarrecompensas permitió que el perfume de los aperitivos le invadiera las fosas nasales: predominaban la intensidad del queso y el dulzor del chocolate.  La calidad culinaria de Elenna no había hecho más que mejorar con el paso de los años.  

—Come lo que quieras. No vayas a creer que es solo para Lilué.

—Gracias, pero no tengo hambre. —De no ser por la angustia que la mantuvo en vilo durante toda la noche, Kralice hubiera probado algo. Un poco del pastel, quizás; sin embargo, temía que el bocado se le quedara atascado en medio de la garganta—. ¿Quieres que te ayude con eso? —preguntó con la bandeja entre las manos, a dos pasos de la salida, pero al ver que Elenna acomodaba la mesa para los demás niños, retrocedió.

—Despreocúpate, yo me encargo. Conozco a alguien que no me perdonará si te retengo.

Con cuidado de que el desayuno permaneciera en su lugar, Kralice abandonó la cocina y alcanzó los pasillos superiores del orfanato. Eran dos y se accedía a ellos a través de una escalera de madera que se bifurcaba en caminos a ambos lados. La enfermería estaba en medio del pasillo izquierdo, su puerta entreabierta dibujaba un delgado triángulo de luz sobre el piso.

La cazarrecompensas agradeció que así fuera y prosiguió a empujar la puerta con el pie. Las bisagras rechinaron al inclinarse hacia el interior de la habitación, chillido que de inmediato puso en alerta a Lilué y al intruso recostado junto a ella.

Rhony saltó de la cama como si le hubieran pinchado el trasero. Las risas que antes compartió con la muchacha fueron reemplazadas por mejillas acaloradas y un silencio avergonzado. En cambio, Lilué permaneció quietecita en su lugar, un tanto desconcertada.

—Disculpen, ¿interrumpo? —Había diversión en la voz de Kralice. El pudor en el semblante de Rhony le hacía igual gracia que ternura—. Puedo volver más tarde…

—Oh, no, Rhony ya se iba, ¿verdad? —Lilué hundió su mirada en la del muchacho.

—Eh, pero… —balbuceó Rhony, intimidado por el color avellana de aquellos ojos que lo obligaban a obedecer.

—Ya se iba. —repitió Lilué, arrastrando cada letra de las palabras que pronunciaba.

—Claro, sí, ya me iba. —Le dedicó una sonrisa de dientes apretados a su amiga y luego inspeccionó con atención la bandeja que Kralice aún sostenía—. ¿Puedo? —Señaló una de las tostadas cubierta con mermelada de higo.     

—Por supuesto.

Rhony también tomó un biscocho de queso. Antes de dejarlas a solas, mordisqueó un trozo considerable de pan y se despidió de Lilué con rastros de dulce y migajas en los labios y un “adiós” apenas distinguible.      

—Rhony me cae bien. ¿Por qué lo echaste? —preguntó Kralice. La joven alzó los hombros y tomó asiento en la almohada donde antes reposaba la cabeza. La posición de sus piernas formaba una ele, siendo la del tobillo lastimado la que mantenía estirada. El desayuno fue dispuesto en el espacio de la cama que estaba desocupado.

Al nombrar a Rhony, la cazarrecompensas notó cierto rubor en los pómulos de Lilué, así que decidió cambiar de tema.

—¿Dormiste bien?

—Sí, como un tronco. Wow… —exclamó en cuanto reparó en la comida frente a ella—. Quiero ese pastel de chocolate. ¡Oh, y hay té de fresa!

—Con tres cucharadas de azúcar. —Lilué envolvió la taza humeante entre sus manos e inhaló el aroma que desprendía—. ¿Me dejas echarle un vistazo a la herida?  

—Ajá. Elenna le pasó el ungüento ni bien desperté. Dijo que los puntos están sanando bien. —Para contrarrestar la temperatura del té, sopló largo y tendido, y luego bebió un sorbo. 

Kralice desarmó el vendaje con el que Edel había cubierto el tobillo de la muchacha. En efecto, las costuras de la herida comenzaban a sanar, pero el vestigio de la magia bestial permanecía intacto. El tamaño de la mancha negra era el mismo que el de la noche anterior. Por más de que lo deseara con todas sus fuerzas, sabía que no disminuiría. Sin embargo, sintió cierto alivio al darse cuenta de que su avance resultaba menor al que imaginaba.

Aunque era demasiado pronto para hilar conjeturas.

—¿Hoy harás otra misión? —Lilué habló con la boca llena de chocolate. La exquisitez del pastel le hizo rodar los ojos de satisfacción.

—No, pero ayer estuve en una. Se te va a enfriar el té. —Le reprochó Kralice a la niña, quien estaba más concentrada en comer que en beber.

—Bueno, bueno. —A los tres sorbos de té le siguió un mordisco que culminó con la porción del pastel. Luego de tragar, Lilué agregó—: Cuéntame cómo te fue. Con todo lo que pasó, ni me acordé de preguntar.




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